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—Si entras tendrás que quedarte en el saco.

—¿Perro?

—No discutas. Si quieres entrar métete en el maletín.

Pet se metió en el maletín.

Miles me hizo entrar. Ninguno de los dos ofreció la mano. Me condujo a la sala de estar y me indicó con la mano un sillón.

Belle estaba allí. No esperaba encontrarla, pero supongo que no debía haberme sorprendido. La miré y me reí.

—¡Qué casualidad encontrarte aquí! ¿No me digas que has venido desde Mojave solamente para tener el gusto de hablarme? ¡Ah! La verdad que soy una fiera cuando me meto con las chicas… tendríais que verme cuando me pongo los sombreros de las señoras en las fiestas de amigos…

Belle frunció el ceño.

—No te hagas el gracioso, Dan. Si tienes algo que decir, dilo y márchate.

—No te hagas el gracioso.

—No me apresures. Me encuentro cómodo aquí… Mi ex socio… Mi ex novia… Lo único que nos falta es mi antiguo negocio.

Miles dijo con ánimo tranquilizador:

—Mira, Dan, no te lo tomes así. Lo hicimos por tu propio bien… y puedes volver a trabajar con nosotros siempre que quiera Me alegraré de tenerte.

—¿Por mi propio bien? Es lo que le dijeron al ladrón de caballos cuando le ahorcaban. En cuanto a eso de volver… ¿qué tienes quieres decir, Belle? ¿Puedo volver?

Se mordió el labio.

—Si Miles lo dice, naturalmente.

—Parece que fue ayer cuando decías: «Si Dan lo dice, naturalmente. » Pero todo cambia; así es la vida. Y no voy a volver chiquillos; no tenéis por qué poneros nerviosos. Solamente he venido para averiguar algunas cosas.

Miles miró a Belle, que fue quien respondió:

—¿Como por ejemplo…?

—Pues, en primer lugar, ¿quién de vosotros dos ideó la estafa ¿O la proyectasteis los dos juntos?

—Esa palabra es muy fea, Dan —dijo Miles, lentamente—. No me gusta.

—Bueno, bueno. Vamos, no nos andemos con finuras. Si la palabra es fea, el hecho lo es diez veces más. Me refiero a los d falsificar un contrato de esclavo, falsificar adjudicaciones de patentes… Eso es un delito federal, Miles; creo que te dejan ver el sol los miércoles alternos. No estoy seguro, pero sin duda el FBI me podría informar. Mañana —añadí, viéndole que acusaba el golpe.

—Dan, ¿vas a ser lo suficiente necio para armar jaleo sobre todo esto?

—¿Jaleo? Pienso atacaros por todos los lados, por lo civil y por lo criminal. Estaréis tan ocupados que no tendréis tiempo ni de rascaros…, a menos de que aceptéis hacer una cosa. Pero no he citado aún vuestro tercer pecadillo: robo de mis notas y diseños de Frank Flexible… y el modelo a escala también, si bien podéis hacer me pagar por los materiales, puesto que se los cargué a la compañía.

—¿Robo…? ¡Tonterías! —interrumpió Belle—. Tú trabajabas para la compañía.

—¿De veras? La mayor parte del trabajo lo hice de noche. Y nunca fui un empleado, Belle, como bien sabéis los dos. Lo único que hice fue cobrar cantidades para ir viviendo, a cuenta de los beneficios obtenidos por mis acciones. ¿Qué dirán los de Mannix cuando presente una querella criminal, alegando que las cosas que les interesaba comprar, Muchacha de Servicio, Willie y Frank, nunca pertenecieron a la compañía, sino que me fueron robados?

Tonterías —repitió tenazmente Belle—. Trabajabas para la compañía. Tenias un contrato.

Me eché hacia atrás en el sillón y me reí.

—Mirad, chiquillos, no hace falta que mintáis ahora: podéis ahorrároslo para el juicio. Aquí no estamos más que nosotros. Lo que verdaderamente quisiera saber es esto: ¿quién lo ideó? Sé cómo se hizo. Belle, tú me4raías papeles para la firma. Cuando había que firmar más de una copia, juntabas las demás copias a la primera… Para comodidad mía, naturalmente: siempre has sido la perfecta secretaria. Y todo lo que veía de las copias de debajo era el lugar donde firmar. Ahora sé que me metiste algunas bromas entre aquellos papeles tan bien ordenados; de modo que sé que fuiste tú quien llevó a cabo la parte mecánica de la estafa. Miles no pudo haberlo hecho; Miles ni siquiera sabe escribir muy bien a máquina… Pero ¿quién redactó aquellos documentos que me hiciste firmar así? ¿Tú? No lo creo… a menos que hayas tenido una educación en leyes que nunca mencionaste. ¿Qué me dices, Miles? ¿Es que una sencilla mecanógrafa podría redactar aquella maravillosa cláusula siete de un modo tan perfecto? ¿O fue necesario un abogado? Me refiero a ti.

Hacia ya rato que el cigarrillo de Miles se había apagado. Se lo quitó de la boca, lo miró y dijo cautelosamente:

—Mi querido amigo Dan: si te figuras que puedes hacernos caer en la trampa de admitir algo, es que estás chiflado.

—Oh, ¡vamos!, estamos solos. Los dos sois culpables, sea como sea. Pero me gustaría creer que esta Dalila se dirigió a ti con el asunto ya terminado y a punto de entrega, y que luego te tentó en un momento de debilidad. Pero sé que no es cierto. A menos que Belle sea también un abogado, los dos andáis en ello, cómplices antes y después. Tú lo redactaste; ella lo escribió a máquina y me engañó para que lo firmase. ¿Cierto?

—¡No contestes, Miles!

—Claro que no voy a contestar —asintió Miles—. Quizás lleve una grabadora escondida en ese maletín.

—Debería haberla llevado —asentí—. Pero no la llevo. —Abrí la parte superior del maletín y Pet sacó la cabeza—. ¿Te vas enterando de todo, Pet? Cuidado con lo que decís, amigos. Pet tiene una memoria de elefante. No, no traje una grabadora… sigo siendo el tonto de Dan Davis, que nunca piensa por adelantado. Voy dando tropezones, fiándome de mis amigos… como me fié de vosotros dos. ¿Es Belle un abogado, Miles? ¿O fuiste tú mismo quien se sentó a sangre fría y planeó la manera de acogotarme y robarme hacer que todo pareciese legal?

—¡Miles! —intervino Belle—. Con lo hábil que es, puede haber hecho una grabadora del tamaño de un paquete de cigarrillos. Quizá no la lleve en el maletín, sino encima.

—Excelente idea, Belle. La próxima vez traeré una conmigo

—Me doy perfecta cuenta de ello, querida —respondió Miles-Y, si la lleva, estás hablando demasiado. Ten cuidado con lo que dices.

Belle respondió con una palabra que ignoraba que usase. Levanté las cejas:

—¿Os ladráis el uno al otro? ¿Los ladrones se pelean y~

La paciencia de Miles se iba agotando, de lo cual me alegra.

—Cuidado con lo que dices, Dan… —amenazó—, si es que quieres conservar la salud.

—Eh, eh… Soy más joven que tú, y he pasado mi curso de judo más recientemente que tú. Además, tú no pegarías un tiro a u hombre; lo que harías sería enredarle con algún documento falso:

Dije «ladrones» y quiero decir «ladrones». Ladrones y embustero‹ los dos. —Me volví hacia Belle—: Mi padre me enseñó a no llamar nunca embustera a una señora, cara de bombón, pero tú no eres una señora… Eres una ladrona… y una vagabunda.

Belle se sofocó y me lanzó una mirada en la que se desvaneció‹ toda su belleza dejando al descubierto todo lo que en ella había de un animal de presa:

—¡Miles! —dijo con voz aguda—. ¿Vas a quedarte ahí sentado y permitir…?

—¡Estate quieta! —ordenó Miles—. Su grosería es deliberada, Quiere que nos excitemos y digamos cosas de las que después tengamos que arrepentimos. Y eso es lo que ya casi estás haciendo. de modo que, estate quieta.

Belle se calló, pero su cara siguió manteniendo su expresión feroz. Miles se volvió hacia mí.

—Dan, me figuro que soy siempre persona práctica. Intenté hacerte ver las cosas claras antes de que te marchases de la compañía. Al hacer el arreglo traté que fuera de tal manera que tomases k inevitable con elegancia.

—Quieres decir que me dejase violar sin protesta.

—Como quieras. Todavía deseo llegar a un arreglo amistoso. No te sería posible ganar ninguna clase de proceso legal, pero como abogado sé que siempre vale más evitarlo que ganar, si es posible.