—Bueno. John, ya sabes mi respuesta a eso. Tú te fiaste de mi una vez. Ahora vuelvo a necesitar tu ayuda. ¿Quieres ayudarme?
—Claro que te ayudará —dijo Jenny con suavidad—, a pesar de que no he oído de qué estabais hablando. Danny, ¿puede lavar los platos? todos los platos que tienes están sucios.
—¿Cómo, Jenny? Pues sí, supongo que puede hacerlo. Sí, claro que sí.
Entonces dile que lo haga, por favor. Quiero verlo.
—Oh… nunca le he programado para que lo haga. Lo haré si quieres. Pero se tardará varias horas en hacerlo bien. Claro está que después ya será siempre capaz de hacerlo. Pero la primera vez… Verás, el lavado de platos incluye una serie de elecciones alternativas. Es un trabajo de «discernimiento», no es un trabajo rutinario relativamente sencillo como el poner ladrillos o conducir un camión.
—¡Cuánto me alegro de encontrar por lo menos un hombre que entiende lo que es el trabajo doméstico! ¿Oíste lo que dijo, querido? Pero no te entretengas en enseñarlo ahora, Danny. Yo misma lo haré. —Miró alrededor—. Danny, has estado viviendo como un cerdo, y eso es decir poco.
La sencilla verdad era que no se me había ocurrido que Pet Proteico pudiese trabajar para mí. Había estado preocupado planteando la manera de que trabajase para otros en tareas comerciales, y enseñándoselas a hacer, mientras que yo por mi parte me había contentado con barrer la porquería hacia los rincones, o sencillamente, sin preocuparme por ella. Entonces comencé a enseñarle las tareas domésticas que Frank Flexible había aprendido: tenía capacidad más que suficiente ya que había instalado en él tres veces más tubos Thorsen que en Frank.
Tuve tiempo para hacerlo puesto que John se hizo cargo de lo demás.
Jenny escribió a máquina las descripciones; John contrató un abogado de patentes para que me ayudase en lo de las reivindicaciones. No sé si John le pagó al contado o le dio participación; nunca le pregunté. Se lo dejé todo a él, incluso lo que deberían ser nuestras partes; eso no solamente me dejó en libertad para mi propio trabajo, sino que me imaginé que si le dejaba esas cosas a él no se podría nunca ver tentado de la manera que lo fue Miles. Y la verdad era que no me importaba; el dinero como tal no es importante. O bien John y Jenny era lo que creía que eran, o más valdría que fuese en busca de aquella cueva y me hiciese ermitaño.
Solamente insistí en dos cosas.
—John, creo que deberíamos llamar a la compañía Corporación de Autoingeniería Aladino.
—Suena un poco a fantasía. ¿Por qué no Davis y Sutton?
—Tiene que ser de aquel modo, John.
—¿Sí? ¿Es tu clarividencia que te lo indica?
—Bien pudiera ser. Usaremos un dibujo de Aladino frotando ~ lámpara como marca de fábrica, con el genio saliendo de la lámpara. Yo haré un dibujo esquemático. Y otra cosa: valdrá más que la casa central esté en Los Angeles.
—¿Cómo? Eso es ir ya demasiado lejos. Es decir, si es que si esperas que yo me ocupe de ello. ¿Qué tiene de malo Denver.
—Denver no tiene nada malo; es una bonita ciudad. Pero no sitio donde instalar la fábrica. Podrías escoger aquí un buen sitio y encontrarte una buena mañana al despertar con que el recinto federal se ha extendido por encima de ti, y que te quedas sin poder trabajar hasta que has podido volver a establecerte en otro sitio. Por lo además, la mano de obra escasea, las materias primas vienen por tierra, los materiales de construcción son todos carecimos. Mientras que en Los Ángeles hay una cantera inagotable de mano de obra especializada, y cada vez hay más… Los Ángeles es un puerto de mar, Los Ángeles es…
—¿Y la huminiebla? No vale la pena.
—Pronto habrán vencido la huminiebla… ¿Y es que no te has dado cuenta de que Denver se va haciendo la suya propia?
—Espera un momento, Dan. Has dicho claramente que yo tendré que ocuparme de este asunto mientras tú te vas por tu cuenta ~ algún asunto particular. Está bien, lo he aceptado. Pero bien debería tener cierta elección en las condiciones de trabajo.
—Es necesario, John.
—Dan, nadie que esté en sus cabales y que viva en Colorado se iría a vivir a California. Estuve destinado allí durante la guerra; y sé lo que es. Fíjate en Jenny; es natural de California, de lo cual esta secretamente avergonzada. No la podrías convencer para que volviese. Aquí tenemos inviernos, estaciones cambiantes, un aire fino de montaña, magníficas…
—Oh, no me arriesgaría a decir que nunca más volvería allí. —dijo Jenny, alzando la vista.
—¿Cómo, querida?
Jenny había estado tejiendo calladamente; nunca decía nada a menos de que realmente tuviese algo que decir. Pero entonces dejó su labor; señal segura.
—Si nos trasladáramos allí, querido, podríamos hacernos del Oakdale Club; tienen natación todo el año. Precisamente estaba pensando en eso el otro día, cuando vi hielo en la piscina de Boulder.
Me quedé hasta la tarde del 2 de diciembre de 1970, hasta el último minuto posible. Me vi obligado a pedir prestados tres mil dólares a John, los precios que había tenido que pagar por componentes eran escandalosos, pero le ofrecí valores en hipoteca. Me dejó firmar, luego lo rasgó y lo tiró a la papelera.
Págame cuando vuelvas.
—Serán treinta años, John.
¿Tanto tiempo?
Reflexioné unos instantes. John nunca me había invitado a que le contara toda la historia desde aquella tarde, seis meses antes, en que me había dicho con franqueza que no creía la parte esencial, pero que de todos modos respondería de mí ante el club.
Le dije que creía que había llegado la hora de contárselo.
—¿Despertamos a Jenny? tiene derecho a oírlo.
—Pues… no. Déjala dormir hasta que estés a punto de marcharte. Jenny es una persona poco complicada, Dan. No le importa quién seas ni de dónde vengas mientras le caigas simpático. Si me parece buena idea, se lo haré saber luego.
—Como quieras.
Dejó que se lo explicase todo, deteniéndome solamente para llenar los vasos. El mío con ginger ale; tenía mis razones para no tomar alcohol. Cuando llegué al punto de mi aterrizaje sobre una ladera de boulder, terminé diciendo:
—Y ésa es la historia. Aunque me confundí por un momento, luego estuve mirando el perfil y no creo que mi caída fuera desde una altura mayor de medio metro. Si hubiesen, quiero decir «si fueran a» excavar más profundamente el solar para el laboratorio, habría sido enterrado. vivo. Probablemente también os hubiese matado a vosotros dos. No sé lo que ocurre exactamente cuando una forma de onda plana se convierte en una masa en un punto donde ya hay otra masa.
John siguió fumando.
—¿Y bien? —dije —. ¿Qué opinas?
—Danny, me has contado muchas cosas acerca de lo que será Los Ángeles, quiero decir el «Gran Los Angeles». Cuando vea hasta qué punto has acertado, te daré mi parecer.
—Es exacto. Salvo por los posibles pequeños errores de memoria.
—Bueno… la verdad es que me hiciste que pareciera lógico. Pero, entre tanto, creo que eres el chiflado más simpático que he conocido; lo cual no te perjudica como ingeniero, ni como amigo.
—Te aprecio, amigo. Como regalo de Navidad te compraré una camisa de fuerza.
—Haz lo que quieras.
—No me queda otro remedio. La alternativa sería que soy y quien está loco de remate, y eso sería un problema muy grave para Jenny. —Miró el reloj—. Más vale que la despertemos; me arranca ría la piel si te dejara marchar sin despedirte de ella.