– ¿Insinúa que no grabe el interior de la tienda?
– Eso es. Es preciosa. Ahora está durmiendo.
– Yo… ya… -Calloway no estaba muy seguro de lo que Tiel intentaba comunicarle. Después de la debacle de Cain, no podía permitirse más errores.
– ¿Qué dice? -quiso saber Gully.
– No quiere que filmemos el interior del establecimiento. -Y luego-: Señorita McCoy, voy a conectar el altavoz. -Pulsó la tecla.
– Tiel, soy Gully. ¿Cómo estás, niña?
– ¡Gully! ¿Estás aquí?
– ¿Puedes creerlo? Yo, que nunca me alejo más de quince kilómetros de la emisora, perdido en este país de liebres. Me he trasladado en helicóptero. El armatoste más condenadamente ruidoso en el que he tenido la desgracia de volar en mi vida. No me dejaron fumar durante el vuelo. Un día de lo más jodido. ¿Y tú cómo estás?
– Estoy bien.
– En cuanto salgas de aquí, te invito a unas margaritas.
– Te tomo la palabra.
– Calloway está confuso. ¿No quieres que Kip filme el interior de la tienda?
– Eso es.
– ¿Porque espantaría a la gente?
– Posiblemente.
– Está bien. ¿Y qué tal una toma general?
– Eso es muy importante, sí.
– Entendido. Una toma general, pero que nadie se dé cuenta de ello. Simulando que son primeros planos. ¿Es eso lo que quieres decir?
– Siempre puedo contar contigo, Gully. Estaremos esperando a Kip. -Colgó.
– Ya la ha oído -dijo Gully, dirigiéndose a la puerta de la camioneta para dar órdenes al fotógrafo que aguardaba en el exterior-. Tendrá su toma del interior, señor Calloway, pero por la razón que sea, Tiel no quiere que los demás sepan que se los está filmando.
Capítulo 11
Tiel se miró en el espejito que llevaba en el bolso, pero lo cerró sin retocarse.
Pensó que cuanto más desarreglada estuviera, mayor impacto tendría el vídeo. La única concesión que haría sería la de cambiar la blusa manchada por la camiseta. Si los telespectadores la veían como siempre -bien peinada, bien vestida y maquillada-, el vídeo perdería parte de su vigor.
Quería que fuese un gran golpe. No sólo para los telespectadores en sus casas, sino también para los poderes fácticos del canal de televisión. Se le había presentado aquella oportunidad y quería capitalizarla. Pese a que ya tenía un trabajo maravilloso y era muy respetada por su instinto periodístico y sus conocimientos, su carrera daría un giro drástico si conseguía el codiciado puesto de presentadora de Nine Live.
El magacín diario de noticias llevaba meses en fase de planificación. Al principio se creía que era sólo un rumor, el sueño imposible de la directiva de la emisora, algo en su lista de deseos para un futuro inconcreto.
Pero por fin parecía que acabaría haciéndose realidad. El programa de media hora saldría al aire entre Jeopardy! y la primera edición de las noticias de la noche. Los directores artísticos empezaban a presentar diseños a revisión. Se habían celebrado reuniones para discutir el concepto del programa, su profundidad y su enfoque. El departamento de promociones estaba trabajando en un logotipo exclusivo y fácilmente identificable. Se había cerrado el presupuesto para llevar a cabo una campaña publicitaria a gran escala. Nine Live sería pronto una realidad.
Tiel quería que fuese su realidad, su futuro.
Aquel reportaje beneficiaba sus oportunidades de conseguir el puesto. Aquella situación se convertiría al día siguiente en una gran noticia y seguramente continuaría siéndolo durante unos días. Los reportajes de seguimiento sobre los implicados aparecerían indefinidamente y las posibilidades serían interminables: cómo iba Katherine; el juicio y la sentencia de Ronnie; el punto muerto entre Davison y Dendy: una retrospectiva un año después.
Podría entrevistar al agente especial Calloway, a los Dendy, al padre de Ronnie y al sheriff Montez. Y al esquivo doctor Bradley Stanwick.
Por supuesto, quedaba por ver si Doc accedería a una entrevista, pero todo era posible y Tiel era optimista por naturaleza.
Durante los días y las semanas siguientes, sería el foco de atención de los medios de comunicación. Sin duda alguna, recibiría también mucha cobertura en las revistas y los periódicos. La emisora de televisión se beneficiaría de su exposición a nivel nacional. Los índices de audiencia subirían como la espuma. Sería la niña mimada de la sala de prensa y su popularidad se extendería hasta los despachos alfombrados de las plantas superiores.
Te corroerá la envidia, Linda Harper.
Ronnie interrumpió sus ensoñaciones.
– ¿Señorita McCoy? ¿Es él?
El responsable de filmar el vídeo se materializó entre las sombras que había más allá de los surtidores de gasolina. El peso de la cámara le forzaba el brazo derecho, pero era también como una extensión del mismo. Rara vez se le veía sin ella.
– Sí, es Kip.
Ensayó mentalmente lo que iba a decir como introducción. «Les habla Tiel McCoy desde el interior de un supermercado en Rojo Flats, Texas, donde desde hace varias horas se está desarrollando un drama en el que están implicados dos adolescentes de Fort Worth. Tal y como se ha informado ya, a primera hora de hoy, Ronnie Davison y Sabra Dendy…»
¿Qué era lo que estaba sintiendo? ¿Un remordimiento de conciencia? Lo ignoró. Era su trabajo. Se dedicaba a aquello. Igual que el doctor Stanwick había aplicado sus habilidades al parto de urgencias, ella iba a aplicar ahora a la situación sus habilidades particulares. ¿Qué había de malo en ello? No era explotación.
¡No lo era!
Si Sam Donaldson se encontrara en el interior de un avión secuestrado y tuviese la oportunidad de brindar un reportaje a su canal, ¿rechazaría la oferta sólo porque las vidas de otras personas corrían peligro? Por supuesto que no. ¿Le diría al jefazo de su canal que no quería realizar el reportaje porque suponía el riesgo de invadir la intimidad de los demás rehenes? No me hagas reír.
Era la gente quien hacía las noticias. Los reportajes más atractivos eran sobre personas cuya vida estaba en peligro. Cuanto más inmediato fuera el peligro, más apasionante era el reportaje. Ella no había creado aquella situación para mejorar su carrera. Simplemente informaba sobre ella. Era evidente que su carrera saldría beneficiada, pero aun así, se limitaba simplemente a hacer su trabajo.
«A primera hora de hoy, Ronnie Davison y Sabra Dendy huyeron de su instituto desafiando la autoridad paterna… y acabaron desafiando la ley. Estos dos jóvenes están metidos ahora en un callejón sin salida con el FBI y otros cuerpos de seguridad. Soy uno de sus rehenes.»
Kip estaba en la puerta.
– ¿Cómo sé que no lleva un arma? -preguntó nervioso Ronnie.
– Es un genio de la videocámara, pero dudo que sepa por qué extremo de una pistola se dispara. -Era cierto. Kip parecía tan amenazador como un bombón. A través de un visor, era capaz de captar la iluminación y los ángulos que le proporcionarían las imágenes más bellas. Pero era tremendamente miope en lo que a mirarse en el espejo se refería. O así parecía. Siempre iba vestido de cualquier manera y despeinado.
Ronnie le indicó a Donna que activara la cerradura electrónica. Kip empujó la puerta. La puerta volvió a cerrarse a sus espaldas.
El chico dio un salto de nerviosismo al oír el sonido metálico.
– Hola, Kip.
– Tiel. ¿Estás bien? No puedes imaginarte lo tenso que está Gully.
– Ya ves que estoy bien. No perdamos tiempo. Te presento a Ronnie Davison.
Era evidente que Kip esperaba encontrarse con un tipo duro, no con el pulcro y típico chico americano que Ronnie personificaba.
– Hola.
– Hola.
– ¿Dónde está la chica? -preguntó Kip.
– Está allí acostada.
Miró en dirección a Sabra y levantó la barbilla a modo de saludo.