Выбрать главу

»Pasaron tres días hasta que se descubrió el furgón. Habían encerrado en él a cuarenta y cinco personas, hombres, mujeres y niños. El calor en el interior del furgón debió de alcanzar los noventa grados o más. Huerta está buscado por cuarenta y cinco casos de asesinato y otros crímenes diversos. Ha estado escondido en algún rincón de México durante casi un año. Las autoridades de allí cooperan y quieren hacerse con él tanto como nosotros, pero es un astuto cabrón. Sólo existe una cosa capaz de hacer que se arriesgue. El dinero. Mucho dinero. De modo que si ha vuelto a aparecer por aquí, es porque me imagino que en algún lugar cercano hay un cargamento de gente a la espera de ser vendido.

Davison parecía estar a punto de devolver su última comida.

– ¿Quién es el hombre que va con él?

– Uno de sus guardaespaldas, estoy seguro. Son hombres peligrosos, despiadados, y comercian con seres humanos. Lo que me sorprende es por qué no están armados. O, si lo están, por qué no han salido de ahí dando tiros hasta ahora.

El pecho de Dendy subía y bajaba, emitiendo un sonido gorjeante que parecía un sollozo.

– Escuche, Calloway, he estado pensando.

Aunque Calloway seguía con el auricular pegado al oído, prestó a Russell Dendy toda su atención. Sospechaba que Dendy estaba tenso. Llevaba toda la tarde bebiendo de su petaca. Parecía tremendamente contrariado, a punto de perder el control de sus emociones. Había dejado de ser un pesado beligerante.

– Le escucho, señor Dendy.

– Limítese a sacarlos de allí sanos y salvos. Eso es lo que ahora importa. Dígale a Sabra que puede quedarse con el bebé, que no interferiré en eso. Esa cinta de mi hija… -Se pasó la mano por unos ojos llorosos-. Me ha calado muy hondo. Ya no me importa nada, sólo quiero ver a mi hija sana y salva y fuera de ahí.

– Ése también es mi objetivo, señor Dendy -le garantizó Calloway.

– Acceda a lo que pida el chico. -Negociaré para él el mejor trato que pueda. Pero primero tengo que conseguir que hable conmigo. El teléfono seguía sonando.

– ¿Ronnie?

El joven no se dio cuenta de que Doc estaba en posesión de la pistola. Era evidente que con toda la confusión Ronnie se había olvidado del arma que le habían quitado a Cain. Doc levantó la mano y, al ver el arma, el joven se encogió. Donna soltó un grito de miedo antes de llevarse las dos manos a la boca.

Pero Doc cogió la pistola por el cañón recortado y se la tendió a Ronnie por la parte de la empuñadura.

– Ésta es la fe que tengo en ti de que tomes la decisión correcta.

Ronnie, con un aspecto terriblemente joven, inseguro y vulnerable, cogió el arma y la guardó en la cintura de sus vaqueros.

– Ya conoce mi decisión, Doc.

– ¿El suicidio? Eso no es una decisión. Es escaquearse por cagarse de miedo.

El chico pestañeó, sorprendido ante un lenguaje tan grosero que, de todos modos, sirvió para hacer tambalear su postura, lo que Tiel supuso que era la intención de Doc.

– No quiero hablar del tema. Sabra y yo nos hemos hecho a la idea.

– Responde al teléfono -le animó Doc, con un tono de voz tranquilo y persuasivo-. Explícales lo que ha sucedido. Han oído disparos. No saben qué demonios sucede, pero seguramente piensan lo peor. Disipa sus temores, Ronnie. De lo contrario, en cualquier momento irrumpirá por aquí un equipo de las fuerzas especiales y alguien acabará ensangrentado, posiblemente muerto.

– ¿Qué equipo de las fuerzas especiales? Está mintiendo.

– ¿Mentiría después de entregarte una pistola cargada? Creo que no. Mientras estabas distraído atando a esos mexicanos he visto a hombres tomando posiciones. El equipo de las fuerzas especiales está ahí fuera, esperando una señal de Calloway. No le des motivos para ponerlos en acción.

Ronnie miró nervioso a través de la luna del escaparate, pero no vio nada excepto el número creciente de vehículos que se habían reunido en la zona de aparcamiento y que creaban un atasco en la carretera.

– Déjame responder el teléfono, Ronnie -sugirió Tiel, adelantándose con el objetivo de aprovecharse de su indecisión-. Veamos qué dicen del vídeo. Su reacción podría ser muy positiva. A lo mejor están llamando porque acceden a todas tus condiciones.

– Está bien -murmuró el chico, indicándole que cogiera el teléfono.

Para ella fue una bendición responder a aquel sonido infernal.

– Tiel al habla -dijo en cuanto descolgó el auricular.

– ¿Quién ha hecho esos disparos, señorita McCoy? ¿Qué sucede ahí?

La brusquedad de Calloway transmitía la preocupación que el hombre sentía. No queriendo mantenerlo en suspense, le explicó lo más sucintamente posible cómo había acabado disparándose la pistola de Cain.

– Ha sido espantoso durante un par de minutos, pero la situación vuelve a estar controlada. Los dos hombres que han provocado la gresca están contenidos -dijo, utilizando la terminología eufemística de Doc.

– ¿Se refiere a los dos mexicanos?

– Correcto.

– ¿Están seguros?

– De nuevo correcto.

– ¿Y dónde está ahora la pistola del agente Cain?

– Doc se la ha dado a Ronnie.

– ¿Perdón?

– Como señal de confianza, señor Calloway -dijo ella, irritada, en defensa de Doc.

El agente del FBI suspiró largamente.

– Eso es mucha confianza, señorita McCoy.

– Era lo que se tenía que hacer. Tendría que estar aquí para entenderlo.

– Al parecer, sí -dijo secamente.

Mientras hablaba con Calloway, escuchaba por el otro oído a Doc, que seguía intentando convencer a Ronnie de que se rindiese. Le oía decir: «Ahora eres padre. Eres responsable de tu familia. El estado de Sabra es crítico y ya no puedo hacer más por ella».

Calloway preguntó:

– ¿No cree que el chico supone un peligro?

– En absoluto.

– ¿Corre peligro alguno de los rehenes?

– En este momento no. Pero no puedo predecir lo que pasará si esos tipos con chaleco antibalas asaltan esto.

– No pretendo dar la orden.

– ¿Entonces por qué están aquí? -Calloway permanecía sin hablar y Tiel tuvo la incómoda e inconfundible sensación de que le ocultaba algo, algo importante. Señor Calloway, ¿hay algo que debería saber…?

– Hemos tenido un cambio de actitud.

– ¿Lo dejan y se van? -En aquel momento era su más profundo deseo.

Calloway ignoró su impertinencia.

– El vídeo ha sido efectivo. Se alegrará de saber que ha conseguido exactamente lo que usted esperaba. El señor Dendy ha acabado conmoviéndose con las palabras de su hija y está dispuesto a hacer concesiones. Quiere que todo esto acabe pacíficamente y sin daños. Igual que todos. ¿Cuál es el estado de ánimo actual de Ronnie?

– Doc está trabajando con él;

– ¿Qué tal responde?

– Favorablemente, creo.

– Bien. Eso es bueno.

Parecía aliviado y, una vez más, Tiel tuvo la impresión de que el agente federal le ocultaba algo que ella no sabía.

– ¿Cree que aceptará una rendición total?

– Ya ha especificado las condiciones bajo las que se rendiría, señor Calloway.

– Dendy aceptará que esto ha sido una huida y no un secuestro. Naturalmente, el resto de cargos seguiría ahí.

– Y se les debe permitir quedarse con la niña.

– Dendy lo ha dicho hace unos minutos. Si Davison está de acuerdo con estos términos, tendrá mi garantía personal de que no se utilizará ningún tipo de fuerza.

– Voy a transmitir el mensaje y le digo algo.

– Estaré esperando.

Colgó. Ronnie y Doc se volvieron hacia ella. De hecho, todo el mundo escuchaba con atención. Era como si el papel de mediadora hubiera recaído en ella. Y a ella no le gustaba especialmente. ¿Y si resultaba que, pese a las buenas intenciones de todos, algo acababa saliendo terriblemente mal? Si aquella situación terminaba en desastre se sentiría responsable del trágico resultado durante el resto de su vida.