– Su interés por esta joven es estimulante -dijo.
– Era a ella a quien buscabas esta mañana -dijo Nebe-, cuando te tropezaste con Rainis, ¿verdad?
– Sí, es verdad, era a ella. Ahora, déjala ir, por amor de Dios. Te doy mi palabra, Arthur, ella no sabe absolutamente nada.
– Sí, eso es verdad -admitió Müller-. O por lo menos, no mucho. En cualquier caso, eso es lo que me dice König, y es una persona muy persuasiva. Pero le halagará saber que, a pesar de todo, consiguió ocultar durante bastante rato el papel que usted tuvo en la desaparición de Heim, ¿no es así Helmut?
– Sí, general.
– Pero al final nos lo contó todo -continuó Müller-. Incluso antes de su increíblemente heroica entrada en escena. Nos contó que usted y ella habían tenido relaciones sexuales y que usted había sido bueno con ella, razón por la cual le había pedido que la ayudara cuando trató de librarse del cuerpo de Heim. Y que es también la razón por la que usted vino a buscarla cuando König se la llevó. Por cierto, tengo que felicitarle. Mató a uno de los hombres de Nebe de una forma muy experta. Es una enorme lástima que un hombre con unas habilidades tan formidables no llegue nunca a trabajar para la organización. Pero hay una serie de cosas que aún son un rompecabezas y espero que usted, Herr Gunther, nos las aclare.
Miró alrededor y vio que el hombre que había colocado a Veronika en la cuba ahora estaba de pie al lado de un pequeño panel de interruptores eléctricos que había en la pared.
– ¿Sabe algo de la elaboración del vino? -preguntó mientras caminaba alrededor de la cuba-. El prensado, como la palabra indica, es el proceso mediante el cual la uva es aplastada, rompiéndole la piel y dejando salir el zumo. Como sin duda sabrá, en otros tiempos se hacía pisando las uvas en enormes toneles. Pero la mayoría de las prensas modernas son máquinas neumáticas o eléctricas. El prensado se repite varias veces y es una indicación de la calidaddel vino; el del primer prensado es el de mejor calidad. Cuando cada gota de zumo ha sido exprimida, el residuo (me parece que Nebe lo llama «la pasta») se envía a una destilería o, como en el caso de esta pequeña propiedad, se convierte en fertilizante. -Müller miró a Nebe-. Dime, Nebe, ¿lo he explicado bien?
Nebe sonrió con indulgencia.
– Perfectamente bien, Herr General.
– Detesto inducir a alguien a error -dijo Müller con buen humor-. Incluso a un hombre que va a morir. -Hizo una pausa y miró al fondo de la cuba-. Claro que, en este preciso momento, la máxima presión no recae sobre su vida, si se me puede permitir este pequeño chiste de mal gusto.
El enorme letón me soltó una carcajada en la oreja y toda mi cabeza se vio envuelta en su aliento, que apestaba a ajo.
– Así que le aconsejo que sus respuestas sean rápidas y precisas, Herr Gunther. La vida de Fräulein Zartl depende de ello.
Hizo un gesto al hombre del panel, quien apretó un botón que inició un ruido mecánico que fue aumentando en intensidad.
– No nos juzgue demasiado duramente -dijo Müller-. Estos son tiempos difíciles. Hay escasez de todo. Si tuviéramos pentotal sódico, se lo daríamos. Incluso pensaríamos en comprarlo en el mercado negro, pero creo que estará de acuerdo en que este método es igual de eficaz que cualquier droga de la verdad.
– Haga sus malditas preguntas.
– Ah, tiene prisa por contestar. Eso es bueno. Dígame, entonces, ¿quién es el policía estadounidense? El que le ayudó a eliminar el cuerpo de Heim.
– Se llama John Belinsky. Trabaja para el Crowcass.
– ¿Cómo lo conoció?
– Él sabía que yo estaba trabajando para demostrar la inocencia de Becker. Me abordó con una oferta para trabajar en equipo. Al principio dijo que quería descubrir por qué habían asesinado al capitán Linden, pero después me contó que lo que de verdad le interesaba era averiguar algo de ustedes. Si estaban relacionados con la muerte de Linden.
– Así que los estadounidenses no están seguros de tener al hombre acertado.
– No. Sí. La policía militar sí, pero la gente del Crowcass no. Siguieron la pista de la pistola utilizada para matar Linden hasta un homicidio en Berlín. Un cadáver que se suponía que era usted, Müller. Y el arma les llevó a los historiales de las SS en el Centro de Documentación de Berlín. El Crowcass no informó a la policía militar por miedo a que lo espantaran a usted haciéndole abandonar Viena.
– ¿Y se le animó a infiltrarse en la Org para ellos?
– Sí.
– ¿Están tan seguros de que yo estoy aquí?
– Sí.
– Pero hasta esta mañana usted no me había visto nunca. Explíqueme cómo lo saben, por favor.
– La información que le proporcioné sobre el MVD estaba pensada para hacerle salir a la luz. Saben que le gusta considerarse un experto en este terreno. La idea era que con una información de tanta calidad, usted mismo se encargaría de la misión. Si le veía en la reunión de esta mañana tenía que hacerle una señal a Belinsky desde la ventana del baño. Tenía que bajar la persiana tres veces. Él estaría vigilando con unos binoculares.
– ¿Y entonces, qué?
– Se suponía que habría traído agentes para rodear la casa. Se suponía que lo iba a arrestar a usted. El trato era que si conseguían arrestarlo dejarían libre a Becker.
Nebe miró a uno de sus hombres y señaló la puerta con la cabeza.
– Coge algunos hombres y registrad el terreno. Solo por si acaso.
Müller se encogió de hombros.
– Lo que está diciendo es que la única razón de que sepan que yo estoy aquí, en Viena, es porque les hizo una señal desde la ventana del lavabo. ¿Es así? -Asentí-. Pero entonces, ¿por qué ese Belinsky no ha hecho que sus hombres entraran y me arrestaran, como habían planeado?
– Créame, no he dejado de hacerme la misma pregunta.
– Vamos, Herr Gunther. Esto no tiene coherencia, ¿verdad? Le pido que sea justo. ¿Cómo se supone que voy a creerme esto?
– ¿Habría ido a buscar a la chica si no hubiera pensado que iban a llegar otros agentes?
– ¿A qué hora se esperaba que hicieras la señal? -preguntó Nebe.
– Se suponía que tenía que excusarme a los veinte minutos de empezar la reunión.
– A las diez y veinte, entonces; pero tú estabas buscando a Fräulein Zartl antes de las siete de la mañana.
– Decidí que quizá no pudiera esperar hasta que los estadounidenses aparecieran.
– Nos está pidiendo que creamos que habría arriesgado toda una operación por una… -Müller arrugó la nariz con repugnancia- una chocolatera. -Negó con la cabeza-. Me resulta muy difícil de creer. -Asintió en dirección al hombre que controlaba la prensa de vino. El hombre apretó un segundo botón y la máquina se puso en marcha-. Venga, Herr Gunther. Si lo que dice es verdad, ¿por qué no vinieron los norteamericanos cuando les hizo la señal?
– No lo sé -grité.
– Entonces especula -dijo Nebe.
– No tuvieron nunca la intención de arrestaros -dije, expresando en palabras mis propias sospechas-. Lo único que querían era saber que Müller estaba vivo y trabajando para la Org. Me utilizaron, y cuando averiguaron lo que querían me dejaron en la estacada.
Traté de librarme del letón cuando la prensa inició su lento descenso. Veronika estaba inconsciente, su pecho se elevaba suavemente mientras continuaba respirando, ignorante de la placa que descendía.
– Mire, de verdad que no sé por qué no han aparecido.
– Veamos -dijo Müller-, aclaremos esto. La única prueba que tienen de que continúo vivo, aparte de esa bastante insignificante prueba de balística que ha mencionado, es su señal.
– Sí, supongo que sí.
– Una pregunta más. ¿Sabe usted, saben los estadounidenses, por qué mataron al capitán Linden?
– No -dije, y luego, pensando que no eran respuestas negativas lo que él quería, añadí-: pensamos que le estarían dando información sobre los criminales de guerra en la Org y que vino a Viena para investigarlos. Al principio pensamos que König le estaba pasando la información. -Meneé la cabeza, tratando de recordar algunas de las teorías que había ideado para explicar la muerte de Linden-. Luego pensamos que quizá habría sido él quien había proporcionado información a la Org para reclutar nuevos miembros. Pare esa máquina, por amor de Dios.