Decidí beberme el café mientras reflexionaba sobre ello. ¿Una píldora mortal era soluble en líquido? No lo sabía. Así que me saqué la cápsula de la boca y, pensando que tal vez podía ser aquella la píldora utilizada para poner en práctica mi patético plan, la metí dentro del relleno de fruta con el índice.
Podría habérmelo comido yo mismo, con píldora y todo, de tanta hambre que tenía. El reloj me dijo que habían pasado más de quince horas desde mi desayuno vienés y el café tenía buen sabor. Decidí que solo podía haber sido Arthur Nebe quien había mandado al letón que me trajera la cena.
Pasó otra hora. Faltaban ocho para que vinieran a buscarme para llevarme arriba. Esperaría hasta que no hubiera ninguna esperanza, ninguna posibilidad de indulto antes que quitarme la vida. Traté de dormir, pero sin mucho éxito. Estaba empezando a comprender cómo debía de sentirse Becker al enfrentarse a la horca. Por lo menos, yo estabamejor que él, tenía mi píldora mortal.
Era casi medianoche cuando oí la llave en la cerradura otra vez. Rápidamente, pasé la píldora del dobladillo del pantalón a la boca por si decidían registrarme la ropa. Pero no era Rainis quien venía a buscar la bandeja, sino Arhur Nebe. Llevaba una automática en la mano.
– No me obligues a usarla, Bernie -dijo-. Sabes que no vacilaré en disparar contra ti, si tengo que hacerlo. Será mejor que vuelvas a ponerte contra aquella pared.
– ¿Qué es esto? ¿Una visita social? -Me arrastré apartándome de la puerta.
Nebe me lanzó un paquete de cigarrillos y algunos fósforos.
– Algo así.
– Espero que no hayas venido para hablar de los viejos tiempos, Arthur. La verdad es que hoy no me siento muy sentimental. -Miré los cigarrillos. Winston-. ¿Sabe Müller que fumas cigarrillos norteamericanos, Arthur? Ten cuidado. Podrías meterte en líos; tiene algunas ideas extrañas sobre los estadounidenses. -Encendí uno y aspiré el humo con lenta satisfacción-. De cualquier modo, gracias por esto.
Nebe entró una silla y se sentó.
– Müller tiene sus propias ideas sobre la dirección que sigue la Org -dijo-, pero no hay ninguna duda sobre su patriotismo o su determinación. Es absolutamente inflexible.
– Pues mira, no me había dado cuenta.
– Sin embargo, tiene una desgraciada tendencia a juzgar a los demás según sus propios e insensibles estándares. Lo cual significa que está verdaderamente convencido de que tú eres capaz de mantener la boca cerrada y dejar morir a la chica. -Sonrió-. Yo, claro, te conozco mejor que eso. «Gunther es un sentimental. Incluso un poco estúpido. Sería muy propio de él arriesgar el cuello por alguien a quien apenas conoce. Incluso por una chocolatera. Pasó lo mismo en Minsk -le dije-. Estaba totalmente dispuesto a ir al frente para no matar a gente inocente. Gente a la que no debía nada.»
– Eso no me convierte en un héroe, Arthur. Solo en un ser humano.
– Te convierte en alguien con quien Müller está acostumbrado a tratar: alguien con principios. Müller sabe lo quelos hombres soportarán sin hablar. Ha visto a muchas personas sacrificar a sus amigos y luego sacrificarse ellas mismas a fin de guardar silencio. Es un fanático. El fanatismo es lo único que comprende. Como resultado, piensa que tú eres un fanático. Está convencido de que hay una posibilidad de que le ocultes algo. Como ya le he dicho, yo te conozco bastante mejor. Si hubieras sabido por qué mataron a Linden, creo que lo habrías dicho.
– Bueno, es agradable saber que alguien me cree. Eso hará que verme convertido en la cosecha de este año sea más soportable. Oye, Arthur, ¿por qué me estás diciendo todo esto? ¿Para que pueda decirte que eres mejor juez del carácter que Müller?
– Estaba pensando que si le dijeras a Müller exactamente lo que quiere saber, eso podría ahorrarte mucho dolor. Odio ver sufrir a un viejo amigo. Y créeme, te hará sufrir.
– No lo dudo. No es este café lo que me ha ayudado a mantenerme despierto, te lo aseguro. Venga, ¿de qué se trata, de la vieja historia del policía bueno y el policía malo? Como ya he dicho, no sé por qué se cargaron a Linden.
– No, pero yo podría decírtelo.
Hice una mueca cuando el humo se me metió en los ojos.
– A ver si lo entiendo bien -dije vacilante-. Tú me vas a decir lo que le pasó a Linden a fin de que yo se lo pueda soltar a Müller y así salvarme de un destino peor que la muerte, ¿es así?
– Más o menos.
Me encogí de hombros, con dificultad.
– No creo que tenga nada que perder. -Sonreí-. Claro que también podrías dejarme escapar, Arthur, por los viejos tiempos.
– No vamos a hablar de los viejos tiempos, tú mismo lo has dicho. En cualquier caso, sabes demasiado. Has visto a Müller. Me has visto a mí. Y yo estoy muerto, ¿recuerdas?
– No es nada personal, Arthur, pero me gustaría que lo estuvieras. -Cogí otro cigarrillo y lo encendí con la colilla del anterior-. De acuerdo, suéltalo. ¿Por qué mataron a Linden?
– Linden tenía una formación norteamericano-alemana. Incluso había estudiado alemán en la Universidad de Cornell. Durante la guerra desempeñó algún pequeño empleo en Inteligencia, y más tarde trabajó como oficial dedesnazificación. Era listo y pronto se había montado un tinglado propio, vendiendo certificados Persil, certificados para viejos camaradas, ese tipo de cosas. Luego se incorporó al CIC como investigador de oficina y oficial de enlace del Crowcass en el Centro de Documentación de Berlín. Naturalmente, conservó sus antiguos contactos en el mercado negro, y para entonces en la Org ya lo conocíamos como alguien favorable a nuestra causa. Nos pusimos en contacto con él en Berlín y le ofrecimos una suma de dinero para realizar algún pequeño servicio de vez en cuando.
» ¿Recuerdas que te dije que algunos de nosotros falsificamos nuestra muerte, que nos dimos una nueva identidad? Bueno, fue idea de Albers, el Max Abs por quien te interesabas. Pero, claro, la debilidad fundamental de cualquier nueva identidad, especialmente cuando tiene que hacerse con rapidez, es que uno carece de pasado. Piénsalo, Bernie: la guerra mundial, todo alemán no discapacitado entre los doce y los sesenta y cinco años en las fuerzas armadas y yo, Alfred Nolde, sin disponer de un historial de servicios. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo? Pensamos que éramos muy listos eliminando nuestra verdadera identidad, dejando que los ficheros cayeran en manos de los estadounidenses, pero lo que hicimos fue crear nuevas preguntas. No teníamos ni idea de que el Centro de Documentación fuera tan completo. Su efecto ha sido hacer que resultara posible comprobar cualquier respuesta de cualquiera al cuestionario de desnazificación.
»A esas alturas, muchos de nosotros ya estábamos trabajando para los norteamericanos. Naturalmente, les conviene hacer la vista gorda al pasado de los miembros de nuestra Org. Ahora somos amigos en la lucha contra el comunismo, pero ¿será igual dentro de cinco o diez años?
»Así pues, Albers apareció con un nuevo plan. Creó una documentación antigua para nuestro personal de más alto rango, incluido él mismo. A todos nos dieron unos cometidos menores, menos culpables, en las SS y la Abwehr de los que habíamos tenido en realidad. En tanto que Alfred Nolde había sido sargento en la sección de Personal de las SS. Mi ficha contiene todos mis detalles personales, incluso el informe dental. Llevé una vida tranquila, bastante inocente.Es cierto que era nazi, pero nunca un criminal de guerra. Eso lo eran otros. El hecho de que dé la casualidad de que me parezca a alguien llamado Arthur Nebe carece de importancia.