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– Lo siento. Trato, pero es difícil. No estoy acostumbrada a…

Zoltán sonrió y tomando un lápiz de dibujo, trazó unas líneas en el lienzo que estaba frente a él.

– Háblame acerca de ti, Arabella.

– Ya sabes casi todo sobre mí -contestó ella, con una risa nerviosa.

– Estoy seguro de que hay algo más -replicó él-. ¿Qué estarías haciendo ahora, si no estuvieras aquí?

– Los martes tengo mucho trabajo en la tienda -dijo Ella.

– ¿Trabajas en una tienda? Pensé que…

– Sólo dos días a la semana. La tienda es parte de una organización caritativa y siempre necesitan gente que les ayudé… -Ella se detuvo al ver la expresión en el rostro del pintor-. ¿Dije algo malo?

– Mi dulce y bella Arabella -contestó él-. Creo que te debo una disculpa.

– Me gusta lo de “dulce y bella Arabella”, pero, ¿por qué me debes una disculpa?

– ¿No recuerdas que te acusé de llevar una vida superficial y ociosa?

– Vagamente -respondió ella.

– De cualquier manera, acepta mis disculpas.

– No es necesario, pero está bien. Es un bello gesto de tu parte -agregó ella, sintiéndose en las nubes.

La joven se sorprendió de lo agradable y fácil que era charlar con él en esa ocasión. Y casi sin darse cuenta, Ella se encontró abriendo su corazón ante él, diciéndole lo que le agradaba y cómo se divertía; que le gustaba la ópera, el ballet, el teatro e ir de día de campo en el verano. No le había dicho todavía lo mucho que disfrutaba montar a caballo y todas esas otras cosas que le proporcionaban placer, cuando Ella se percató de que Zoltán había estado trabajando en el cuadro por bastante tiempo. Entonces ella se dio cuenta de lo relajada que se sentía en ese momento.

La concentración de Zoltán en su trabajo era total. El pintor notaba hasta el más mínimo movimiento involuntario de su rostro, así como de cada músculo y la textura de su piel.

– ¡No te muevas! -exclamó él, cuando ella se movió un centímetro, debido al cansancio de estar en una sola posición por tanto tiempo. Más casi en seguida, Zoltán dijo con suave voz-: ¿Te gustaría descansar?

– No gracias -contestó ella, consciente de que a pesar de su fatiga, era importante seguir las instrucciones de tan afamado artista. De hecho, en ese momento decidió que a diferencia de otras modelos, quienes con seguridad habrían querido reposar en varias ocasiones y mirar el progreso del cuadro una y otra vez, ella sería diferente.

– Creo que será suficiente por ahora -dijo Zoltán de improviso, mirando el reloj.

– ¿Qué hora es? -preguntó ella.

– Casi la una -contestó él, acercándosele-. ¡Debiste exigir un descanso!

– ¿Un descanso? -balbuceó ella, sorprendida.

– Cuando comenzaste a sentir que todos tus músculos te dolían, debiste habérmelo dicho, para tomar un reposo.

Antes de que ella se diera cuenta, Zoltán estaba dándole un suave masaje en la espalda.

– Especialmente aquí -dijo él con voz suave-. Aquí en la espalda, es donde se siente la tensión más fuerte, después de un rato.

– ¿Haces esto con todas tus modelos? -inquirió ella, tratando de conservar la calma.

– Sólo con algunas chicas que tienen suerte -respondió él, mientras los celos se apoderaban de Ella.

En ese momento, Zoltán presionó un músculo especialmente tenso en la espalda de ella.

– ¡Oh! -exclamó la joven olvidando los celos que la invadieron, momentos antes.

– Lo siento -se disculpó él.

– ¡No te detengas! -le imploró ella, no sólo con alivio, sino con placer.

– ¿Te gusta? -preguntó Zoltán, frotando con suavidad el lugar donde la tensión se concentraba.

– ¡Estupendo! -suspiró la chica, cerrando los ojos.

Cuando los abrió de nuevo, fue para encontrarse con la mirada de él. La joven intentó abrir los labios para decir algo, pero Zoltán se encontraba muy cerca de ella y en ese instante perdió el habla. De lo único que estaba consciente, era de su cercanía y del contacto de su piel con la de él, mientras el pintor pasaba su mano sobre su cuello.

– ¡Zoltán! -dijo la chica con la respiración agitada, cuando el retiró sus labios de su boca. Mas cuando la joven se dio cuenta de que él empezaba a retirarse, una parte de ella, la hizo acercarse más hacia él, ofreciéndole de nuevo sus labios.

Una vez más, Zoltán la besó larga y profundamente. Mientras ella correspondía con todo el amor y la pasión que sentía por él.

– Mi dulce Arabella -murmuró él, al mismo tiempo que sus labios dibujaban el contorno de su cuello y sus oídos, hasta sus senos.

– Zoltán -suspiró ella. En ese momento, él hizo a un lado la tela de terciopelo de sus hombros para posar sus labios en la suavidad de su piel. Ella respiró profundo al sentir el calor de aquella masculina boca, sobre su cuerpo.

El vestido se resistía, pero ella no tuvo objeción alguna cuando él bajo el cierre de la parte posterior y comenzó a despojarla de la prenda.

Cuando Zoltán le quitó el sostén, Ella quiso gritar de emoción, de amor y de pasión, pero él ya se encontraba acariciándole la espalda, con sus sensibles manos de artista, pasando sus dedos por el contorno de su cuerpo hasta llegar a sus desnudos senos, los cuales se erguían una y otra vez, al compás del acelerado ritmo de su respiración.

– ¡Zoltán! -murmuró ella, cuando él aprisionó los rígidos pezones de sus senos entre sus labios, para después besar el tibio valle entre estos. Luego, el hombre levantó la cabeza y la besó de nuevo.

En ese momento, Ella supo que era suya, que lo amaba y que si él la amaba a su vez, como era evidente, entonces no había nada que pudiera interponerse entre los dos. Estaba dispuesta a entregarse por completo a él.

Zoltán se incorporó por un momento, admirando la belleza de su cuerpo y sin querer, su timidez natural, hizo que la joven se cubriera los senos con las manos.

– ¡Ah! -él suspiró con suavidad. Y se inclinó sobre ella, tomándola con ternura por las muñecas, besándole las mejillas. Después, asiéndola suavemente, apartó sus manos de los senos y sin dejar de mirarla a los ojos, exclamó:

– ¡Eres tan hermosa!

Y con esas palabras vibrando en el aire, él besó aquellos senos que amenazaban con explotar de pasión.

– No tengas miedo de mí, pequeña -murmuró él a su oído, mientras ella quería gritar que no sentía temor. Entonces Zoltán tomó el sostén y con ternura lo colocó sobre sus senos-. Tal vez no fue buena idea, darte el masaje -comentó él.

Ella sintió que la respiración le faltaba.

“No puedes dejarme así”, quiso protestar ella. “Tú provocaste mi pasión, despertaste el fuego de mi cuerpo y ahora…”

Pero no sólo el fuego del deseo y el amor había despertado en ella, sino también su orgullo.

– ¡Supongo que sólo quieres conocerme mejor para el cuadro! -murmuró Ella, tratando de controlarse.

– Todo lo que sé, es que eres virgen -contestó él con una sonrisa.

– ¿Qué? -exclamó, sorprendida-. ¿Entonces quieres que vuelva al rato?

Zoltán se puso de pie y se dirigió a la puerta.

– Creo que trabajaré solo, esta tarde -dijo y salió de la habitación.

Poco tiempo después en su dormitorio, Ella se sentó en una silla, tratando de recuperar la respiración. Zoltán la había besado con pasión y estuvo a punto de hacerle el amor de la manera más dulce y tierna, de hacerla suya y ella se lo habría permitido.

Ella pensó entonces cómo había llegado a conocer a aquel hombre a quien le había entregado su corazón. También se dijo que él jamás había pensado seducirla, que todo fue espontáneo y que el pintor no conocía sus sentimientos hacia él.

El reloj marcaba en ese momento las dos de la tarde, mas ella no tenía ningún deseo de comer. Pero, puesto que de seguro, Frida ya habría preparado la comida, Ella se apresuró a ponerse unos pantalones y una blusa ligera para bajar al comedor.