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– ¡Oh, Zoltán! -gimió ella-. Zoltán -repitió una vez más-. Pensé que nunca te volvería a ver.

Mas todo el éxtasis se disipó de improviso cuando él la apartó de sí.

– ¡Vete a la casa de inmediato! -dijo él con voz ronca.

Ella lo miró a los ojos y se dio cuenta de que una gran emoción se había apoderado también de él. Su rostro era una máscara labrada que no expresaba nada. Sin embargo, ella podía sentir las emociones tan poderosas que se agitaban en el interior de Zoltán.

– Lo siento -balbuceó la joven, intentando disculparse por su torpeza.

– ¡Ve a darte una ducha!

– Zoltán, yo…

– ¡Después bajarás a cenar!

– Zoltán, escúchame…

– ¡Te espero en la estancia en media hora! -exclamó él-. ¡Estoy harto! ¡Ya es demasiado! -y dando la media vuelta, se alejó furioso de ella. La chica lo siguió bajo la torrencial lluvia, mas cuando llegó a la puerta de la casa de campo, Zoltán había desaparecido.

Quince minutos después, Ella salía de la regadera y se envolvía en una deliciosa y cálida bata. En unos minutos debería bajar y enfrentarse a él. Zoltán le había dicho que estaba harto. Eso sólo podía significar: “¡harto de ti!”

Ahora no tendría otra opción. Ella debía partir a Inglaterra, pues con seguridad, el pintor la echaría. Después de todo, había expuesto su vida por ella y tenía derecho de hacerlo.

Capítulo 9

Un sonido proveniente de la parte baja de la casa, le recordó a Ella que alguien la esperaba en otro lugar. Su pulso se aceleró pues no deseaba bajar sólo para que le dijeran que hiciera su equipaje y se marchara. Pero ya había pasado más de media hora desde que Zoltán le había ordenado estar ahí en treinta minutos. Y nada de lo que ella hiciera o sintiera, cambiaría las cosas. Zoltán estaba enfurecido y cuanto más lo hiciera esperar, sería peor.

Ella se dispuso a bajar, sin dejar de pensar en que lo peor que podría pasarle, era ser corrida por el hombre a quien amaba. Llevaba puesto un vestido de color azul, que hacía resaltar sus ojos. En ese momento, la chica comprendió que lo único que le quedaba era su orgullo. Y no era tanto.

Cuando estuvo frente a la puerta, sintió que los nervios la traicionaban. Pero entendía que había muchas cosas que era necesario discutir, así que se armó de valor y abrió la puerta.

Zoltán se encontraba esperándola, tan alto como una torre. Ella sintió que perdía el control y desviando su mirada hacia otro lado, se disculpó:

– Siento haberte hecho esperar -agregó titubeando y observando que él también se había cambiado de ropa. Sin embargo, la expresión de su rostro parecía la misma- y… también lamento mucho lo dé la embarcación -ella se atrevió a tartamudear-, quiero decir…

– ¡Pensé que eras mucho más inteligente! -la interrumpió él, haciéndola enmudecer-. ¿Acaso no te diste cuenta del clima que prevalecía en el lago? -demandó furioso, completando la frase con algunas palabras húngaras que ella comprendió, tenían que ser majaderías-. Es que acaso no…

En ese momento, el inconsciente de ella trató de defenderse.

– ¡No, no me di cuenta de la situación! -gritó-, muchas veces antes había observado el lago y nunca, nunca…

– ¡Entonces permítame informarle, señorita Thorneloe! -exclamó él, sin dejarla terminar-. ¡Qué el lago Balaton tiene una reputación de poseer las peores tormentas, acompañadas de olas hasta de tres metros de altura!

“Cielos”, pensó Ella, dándose cuenta del peligro en el que había estado. La joven se preguntaba cómo había sido posible para Zoltán, rescatarla de la tormenta. Pero su espíritu flaqueaba, cada vez que lo miraba. Además de estar agradecida con él por haberla salvado, se percataba de que no podía exteriorizarlo demasiado… o él se daría cuenta de lo mucho que significaba para ella.

– Yo… -balbuceó Ella, en un desesperado intento por aparentar estar calmada-. ¡Debiste decirlo antes! ¡Debiste advertírmelo…!

La mirada de Zoltán pareció oscurecerse al decir:

– ¡Nunca me imaginé que se te ocurriría hacer algo tan tonto! -explotó él, completando lo que afirmó con algunas palabras en su propia lengua.

– Bueno… yo… tienes razón… Lo siento -repitió ella su disculpa, recordando en ese momento la aterradora experiencia por la que había pasado y el riesgo tan grande que Zoltán afrontó, para salvarla. Ella sabía que por lo menos, le debía una explicación-. Yo… yo no deseaba usar el velero -dijo con sinceridad-. En ese momento mis pensamientos estaban a kilómetros de distancia…

– ¿Y no era tu intención llevarte la embarcación? -inquirió él, con ironía.

– ¡Es lo que ocurrió!-exclamó ella con más energía pues le parecía que él la había llamado mentirosa.

– ¡Así que te subiste en el bote y las ataduras se soltaron con el viento!

– ¡No! -exclamó ella-. ¡Yo lo hice! Estaba jugando con las cuerdas, cuando de pronto… yo -Ella sentía que era ridículo lo que estaba tratando de decir, pero decidió terminar-, bueno, de repente, el bote se empezó a mover.

– ¿Y pensaste que sería una buena idea ir de paseo?

– ¡No! -negó ella otra vez-, ¡ya te lo dije, en ese momento mi mente estaba en otro lugar! ¡Yo…!

– ¡Ya me lo imagino! -él interrumpió, cortante-. ¿Dónde? -preguntó mirándola con frialdad.

– ¿Dónde qué? -inquirió confundida pues se preguntaba si acaso se había dado cuenta del interés tan grande que él despertaba en ella.

– Dices que tu mente se encontraba en otro lugar, ¿dónde? -él le preguntó, mirándola con fijeza. Ella sintió que se ruborizaba por completo.

La joven necesitaba una buena coartada, que no despertara duda alguna pues no podía permitir que Zoltán se percatara de lo mucho que lo amaba y que se había distraído sólo por estar pensando en una buena excusa para permanecer a lado de él y no tener que irse, Sí, necesitaba pensar en un muy buen pretexto porque no podía confesarle que la verdadera razón por la que se acercó a la embarcación era por los celos que la amistad con su amiga Szénia Halász habían despertado en ella. ¡Sí, ese fue, el motivo por el que desató las cuerdas que sujetaban a la embarcación. Cuando ésta se empezó a mover, ya era demasiado tarde, pera poder hacer cualquier otra cosa.

De repente, como si hubiera caído del cielo, Ella creyó tener el argumento perfecto y empezó a decir:

– Si en realidad deseas saberlo, estaba aturdida, pensando en mi retrato.

– ¿Tu retrato? -repitió él con lentitud y permaneció pensativo por algunos minutos. Zoltán parecía recordar que ese fue el primer día que la dejaba sola en su estudio.

– Así es -murmuró ella, recobrando la seguridad en sí misma y preparándose para responder, en caso de que su pintor le reclamara el hecho de que se haya atrevido a entrar en su estudio mientras él no se encontraba allí, aun cuando se tratara de su propio cuadro…

– ¿Cómo hubiera podido evitar no pensar en eso? -continuó ella triunfante, al ver que Zoltán se había quedado sin habla y la miraba con fijeza-, he estado posando por semanas enteras para ver mí retrato, sólo para descubrir, cuando fuiste a tomar tu llamada, que no has ni siquiera empezado.

La chica prefirió callarse, al darse cuenta de que casi había tartamudeado durante los últimos cinco minutos.

La joven se atrevió a, mirar a Zoltán de soslayo. Estaba prevenida en caso de que él quisiera comentar algo acerca de su vanidad, pero en lugar de eso, dio unos pasos y se volvió, mirándola con frialdad. Ahora era su turno para distraer su atención, con un comentario tonto.

– ¡Debes estar exhausta después de luchar bajo la tormenta! -exclamó muy molesto, señalándole un sillón. Entonces agregó-: Siéntate.