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El griego no tenía arma, pero tampoco Rusch. Drescher estaba rodeado por un lago de sangre, pero aún parecía vivo; su pecho subía y bajaba con dificultad. Jake probó a disparar otra vez, pero falló de nuevo.

Rusch comenzó a correr hacia la Glock antes incluso de levantarse. Theo, comprendiendo que nunca lograría alcanzarlo, decidió marcharse en el otro sentido.

—¡Tiene una bomba! —gritó al pasar junto a Jake—. ¡Ayuda a Moot!

Jake asintió. Rusch ya había recuperado su pistola, se había dado la vuelta y corría, con el cañón levantado, hacia Jake, Moot y Theo, en retirada.

El griego corría lo más rápido que podía, y sus pisadas resonaban con fuerza en el túnel. Más adelante estaba la maleta de aluminio que contenía la bomba. Se arriesgó a mirar por encima del hombro. Jake, que aún empuñaba la pistola de Moot, estaba de rodillas junto al policía. El alemán pasó junto a ambos, sin dejar de apuntar a Jake para no darle la ocasión de disparar de nuevo. Se giró y corrió hacia atrás, sin perder de vista a Horowitz hasta que se encontró lejos de su tembloroso alcance. Entonces se volvió de nuevo y siguió persiguiendo a Theo.

Éste alcanzó la bomba, la aferró con una mano y saltó al deslizador de Rusch, golpeando el pedal de activación con el pie. Miró hacia atrás a medida que el vehículo comenzaba a acelerar en el sentido de las agujas del reloj.

Rusch volvió sobre sus pasos. Jake, al parecer asumiendo que el alemán se había marchado, había dejado la pistola de Moot y se estaba quitando la camisa, con los botones aún apretados; era evidente que quería usarla como vendaje para frenar la hemorragia. Rusch no tuvo problemas para subirse al deslizador que había traído a Jake y a Moot, partiendo detrás de Theo.

Éste volaba por el anillo con una buena ventaja, pero no se trataba de un sencillo vuelo en línea recta: no sólo había que negociar la curvatura del túnel, sino también las gigantescas piezas de equipo que sobresalían en toda su longitud.

Theo observó la pantalla de la bomba: cuarenta y un minutos y dieciocho segundos. Esperaba que Rusch dijera la verdad cuando le explicó que los explosivos no eran frágiles. Junto a la pantalla había varios botones sin marcar, por lo que no había modo de saber cuáles inicializaban el contador hasta su valor más alto y cuáles podían hacer explotar la bomba de inmediato. Pero si lograba llegar a la estación de acceso y alcanzaba la superficie, habría tiempo de sobra para arrojar la bomba en medio de algún descampado.

El vehículo de Theo se bamboleaba, pues sin duda estaba forzando los estabilizadores más de lo admisible. Volvió a mirar atrás. Al principio lanzó un suspiro de alivio (no veía a Rusch por ninguna parte), pero un segundo después divisó el segundo deslizador por la curvatura del túnel.

Delante sólo había oscuridad; Theo sólo había activado las luces de un pequeño arco del túnel. Esperaba que Jake hubiera conseguido estabilizar a Moot. Mierda, no debería haber cogido el deslizador; desde luego, la necesidad de Moot por llegar a la superficie era más importante que proteger el equipo del túnel. Ojalá Jake se diera cuenta de que el monorraíl tenía que estar cerca.

¡Mierda! Su coche tocó el muro exterior del anillo y comenzó a girar, cortando gajos de oscuridad con los faros delanteros. Luchó contra la palanca de control, tratando de no estrellarse contra nada más. Logró recuperar la dirección adecuada, pero ahora el vehículo de Rusch estaba a la mitad de la distancia visible del túnel, no en el otro extremo.

El deslizador no llevaba velocidad suficiente para crear siquiera una brisa, pero en aquellos momentos parecía supersónico. Rusch aún empuñaba la Glock, por supuesto, pero aquel vehículo no era como un coche antiguo; no podías dispararle a las ruedas con la esperanza de detenerlo. El único modo seguro era disparar al conductor, ya que Theo necesitaba mantener la presión sobre el pedal del acelerador para seguir moviéndose.

Theo no dejaba de zigzaguear a izquierda y derecha, subiendo y bajando cuanto podía en el túnel atestado; si Rusch intentaba dispararlo por la espalda, quería presentar un blanco lo más difícil posible.

Comprobó los marcadores de la suave curvatura del muro; el túnel estaba dividido en ocho octantes de unos tres kilómetros y medio cada uno, subdivididos a su vez en unas treinta secciones de cien metros. Según la señalización, estaba en el tercer octante, sección veintidós. La plataforma de acceso se encontraba en el cuarto octante, sección treinta y tres. Podía conseguirlo…

¡Impacto!

Una lluvia de chispas.

El sonido del metal rasgándose.

Maldita sea, no había prestado la suficiente atención; el deslizador había tropezado con una de las unidades criogénicas. Casi había volcado, lo que hubiera hecho que Theo y la bomba cayeran al suelo. Peleó con los controles, tratando desesperado de estabilizar el vehículo, y una mirada furtiva confirmó sus miedos: la colisión lo había frenado lo bastante como para que Rusch se encontrara ahora a solo cincuenta metros. Tenía que ser un magnífico tirador para alcanzar a Theo a esa distancia en la oscuridad, pero si se acercaba mucho más…

Frente a él, más equipo constreñía el túnel; tuvo que descender hasta los pocos centímetros, pero su control del deslizador a aquella velocidad era malo, y el aparato saltaba sobre el suelo como una piedra plana arrojada a un lago.

Otra mirada al reloj de la bomba, a los dígitos que brillaban azules en la luz mortecina. Treinta y siete minutos.

¡Blam!

La bala silbó junto a Theo, que se agachó de forma instintiva. Alcanzó algún elemento metálico más adelante, iluminando el túnel con chispas.

Theo esperaba que Jake y Moot hubieran bajado por el ascensor de la estación de acceso. Si la cabina estaba arriba, no había modo de esperarla y tendría que intentarlo por las interminables escaleras para que Rusch no tuviera un disparo claro.

Giró de nuevo, esta vez para evitar la abrazadera de sujeción de una tubería. Miró hacia atrás. Por desgracia, el deslizador de Rusch debía de tener la batería más cargada, ya que se encontraba muy cerca.

Las paredes del túnel no dejaban de pasar, y ¡sí! ¡Allí estaba! La plataforma de acceso. Pero…

Pero Rusch ya estaba demasiado cerca, demasiado. Si Theo detenía allí su máquina, Rusch podría volarle la cabeza. Mierda, mierda, mierda.

Theo sintió parársele el corazón al pasar de largo la plataforma. Se giró en su silla y la vio alejarse de la vista. El alemán, que evidentemente había decidido que no tenía intención de perseguir a Theo por todo el túnel, disparó de nuevo. La bala acertó al deslizador, cuyo cuerpo metálico vibró como respuesta.

Theo animó al vehículo a ir más rápido y recordó los viejos coches de golf que el CERN había usado para los desplazamientos cortos por el túnel. Los echó de menos; al menos no corrían el peligro constante de volcar a altas velocidades. Siguieron adelante, cada vez más lejos, zigzagueando por el túnel, y entonces…

Llegó a su espalda el sonido de una colisión. Theo miró atrás y vio que el deslizador de Rusch se había estrellado contra el muro exterior. Se había detenido. Theo dejó escapar un grito de alegría.

Suponía que habían recorrido unos diecisiete kilómetros, por lo que la plataforma del monorraíl del campus no tardaría en aparecer. Podía llegar allí y tomar el ascensor que subía directamente al centro del control del LHC. Esperaba ver aparcado el convoy, lo que significaría que Jake y Moot estaban a salvo…