No obstante…
No obstante, siempre le había gustado mucho. Era inteligente, sí, eso fue lo primero que pensó de ella; una mente maravillosa con un ingenio agudo. Pero no podía negar que también era bonita. Puede que incluso más que eso; graciosa y elegante, siempre perfectamente vestida con el estilo más actual.
Pero…
Pero habían pasado veintiún años. Después de tanto tiempo, tenía que haber algún otro, ¿no?
No. No lo había. Había oído rumores. Por supuesto, él era más joven, pero eso no importaba mucho, ¿no? ¿Cuántos tendría ella ahora? ¿Cincuenta y seis?
No podía marcharse de repente a Tokio.
¿O sí?
Una vida que vivir…
¿Qué tenía que perder?
Absolutamente nada, decidió. Absolutamente nada.
Volvió al edificio, tomando las escaleras en vez del ascensor, subiendo los escalones de dos en dos, los zapatos resonando altos y nítidos.
Por supuesto, la llamaría primero. ¿Qué hora era en Tokio? Se lo preguntó al aire.
—¿Qué hora es en Tokio?
—Veinte horas, dieciocho minutos —respondió uno de los incontables dispositivos computerizados repartidos por su despacho.
—Llamada a Michiko Komura en Tokio.
Unos timbrazos electrónicos llegaron desde el altavoz. Su corazón comenzó a saltar. Un monitor surgió de su escritorio, mostrando el logotipo de la Nippon Telecom.
Y entonces…
Allí estaba. Michiko.
Seguía encantadora, y había envejecido estupendamente; podía haber pasado por una mujer diez años más joven. Y, por supuesto, vestía con toda elegancia; Theo aún no había visto aquel estilo en Europa, pero estaba convencido de que sería la última moda japonesa. Vestía un blazer corto con patrones irisados recorriéndolo.
—Vaya, Theo, ¿eres tú? —dijo en inglés.
Las tarjetas electrónicas sólo tenían texto y gráficos; habían pasado años desde la última vez que Theo oyera aquella hermosa voz alta, como el agua salpicando. Sintió sus facciones estirarse en una sonrisa.
—Hola, Michiko.
—A medida que se acercaba la fecha de las visiones estuve pensando en ti —respondió ella—, pero tenía miedo de llamar, de que pensaras que lo que quería era despedirme.
Le hubiera encantado oír antes aquella voz. Sonrió.
—Bueno, el hombre que me mató en las visiones está ahora detenido. Trató de volar el LHC.
Michiko asintió.
—Lo he leído en la Red.
—Supongo que no se cumplió la visión de nadie.
Michiko se encogió de hombros.
—Bueno, no con precisión. Pero mi preciosa hijita es tal y como la vi. Y, ¿sabes?, he conocido a la mujer de Lloyd, y él dice que es idéntica a como la vio. Y el mundo moderno se parece muchísimo al mostrado en el Proyecto Mosaico.
—Supongo. Yo me alegro de que mi parte no se hiciera realidad.
Michiko sonrió.
—Y yo también.
Se produjo un breve silencio; una de las ventajas de los videófonos era que los silencios eran aceptables. Podías quedarte mirando al otro, y él a ti, sin decir nada.
Era hermosa…
—Michiko —dijo en voz baja.
—¿Hmm?
—Yo… he… he estado pensando mucho en ti.
Ella sonrió.
Theo tragó saliva, tratando de reunir valor.
—Y me preguntaba, bueno, ¿qué piensas de que vaya una temporada a Japón? —Levantó la mano, como si necesitara dar a ambos una salida si ella prefería malinterpretarlo de forma deliberada, rechazándolo con amabilidad—. Hay un CTT en la Universidad de Tokio, y me han pedido que vaya a dar unas charlas sobre el desarrollo de la tecnología.
Pero ella no necesitaba una salida.
—Me encantaría volver a verte, Theo.
Por supuesto, no había modo de saber si sucedería algo entre ellos. Michiko podía sentir simple nostalgia del pasado, de los tiempos pasados en el CERN, hacía tantos años.
Pero podía ser, cabía la posibilidad de que los dos estuvieran en la misma longitud de onda. Puede que las cosas no funcionaran entre ellos. Puede que, después de tantos años, fuera a suceder.
Ciertamente, él así lo esperaba.
Pero sólo el tiempo lo diría.
Nota sobre el autor
Robert J. Sawyer (1960) nació en Ottawa, Canadá, un 29 de abril. En la actualidad reside en Thornhill, Ontario (al norte de Toronto), con su esposa Carolyn Clink.
Realizó su primera venta profesional en 1979, mientras estudiaba en Ryerson, al Strasenburgh Planetarium de Rochester, New York. El trabajo en cuestión fue una historia corta, “Motive”, que formaba parte de una trilogía titulada “Futurescapes”. A pesar de que esta historia nunca fue publicada, se considera el embrión de muchos de los temas que posteriormente ha tratado en su obra, combinando misterio, crímenes y ficción especulativa.
Su primer relato publicado fue “The Contest”, en el anuario literario de Ryerson (White Wall Review 1980). Por azares del destino, el editor de este anuario era Ed Greenwood, una institución en el universo AD D de TSR que facilitó que “The Contest” fuera publicado posteriormente en la antología 100 Great Fantasy Short Short Stories,cuyos editores fueron Isaac Asimov, Terry Carr y Martin H. Greenberg.
Gracias a esta publicación y a algunos trabajos de encargo más, vive profesionalmente como escritor desde 1983, después de graduarse en la Ryerson Polytechnic University de Toronto en Radio y Televisión en 1982. Los primeros seis años de profesión, sin embargo, los dedicó a colaborar con revistas y periódicos de Estados Unidos y Canadá, mediante artículos de los temas más diversos que tuvieran que ver con los ordenadores, su gran pasión. En esa época trabajó en la televisión por cable canadiense (Visión TV) y, alternando con un programa radiofónico, consiguió entrevistar a Isaac Asimov, Samuel R. Delany, Gregory Benford, Robert Silverberg, Harry Turtledove, Kim Stanley Robinson, Thomas M. Disch y Ursula K. Leguin, entre otros.
Siempre ha sido un asociacionista activo, y ha llegado a presidir la Science fiction and Fantasy Writers of America, la Crime Writers of Canada y la Writers’ Union of Canada (que agrupa a todos los escritores canadienses), y pertenece a la Writers Guild of Canada (que agrupa a los guionistas canadienses).
Sus aficiones incluyen la paleontología (que toca Cambio de esquemas y a la que va a dedicar uno de sus próximos libros), el Trivial en familia, e Internet, donde su página personal ha obtenido el prestigioso Eyesite Web Award patrocinado por The Microsoft Network y que podréis encontrar en:
www.ourworld.compuserve.com/homepages/sawyer/
Su primera novela publicada fue Golden Fleece (Warner, 1990), que recibió el premio Aurora de la cf canadiense como mejor libro del año. Trata de la sugerente posibilidad de que una inteligencia artificial se convierta en un asesino durante una misión en una nave estelar. Esto, que parece el argumento de varias películas (sin ir más lejos 2001 o Alien) es tratado por Sawyer desde un punto de vista original, totalmente diferente a la que se había hecho hasta ese momento. De hecho, Orson Scott Card (El juego de Ender, Alvin Maker) consideró que Golden Fleece se merecía el distintivo de mejor novela de cf de 1990. En Japón debieron pensar algo similar, porque fue finalista del premio Seiun a la mejor novela extranjera en 1992.