– Espero que entiendas con sabiduría lo que aconteció hoy. Todo lo que yo te enseñé fueron las sagradas escrituras, y la manera correcta de comportarse. Sin embargo, eso no hubiera sido suficiente si no hubieras agregado lo que estaba faltando: la fé en que tales enseñanzas podrían mejorar tu vida.
"Yo te enseñé, porque mis maestros me enseñaron. Pero, mientras yo pensaba y estudiaba, tú practicabas lo que ibas aprendiendo. Gracias por hacerme entender que, muchas veces, el hombre no cree en lo que desea que otros crean".
LA MANERA DE AGRADAR AL SEÑOR
Cierto novicio se acercó al abad Macario y le pidió consejo sobre la mejor manera de agradar al Señor.
– Vé hasta el cementerio e insulta a los muertos -le dijo Macario.
El hermano hizo lo que se le ordenó. Al día siguiente, volvió a visitar a Macario.
– ¿Y ellos te respondieron? -preguntó el abad.
El novicio le contestó que no.
– Entonces vuelve allí, y elógialos.
El novicio obedeció. Esa misma tarde, volvió con el abad, que nuevamente quiso saber si los muertos le habían respondido.
– No -dijo el novicio.
– Para agradar al Señor, compórtate de la misma manera -le indicó Macario. -No hagas caso del desprecio de los hombres, ni de sus elogios; de esta manera, podrás construir tu propio camino.
MI AMIGO ESCRIBE UNA HISTORIA
Un amigo mío, Bruno Saint-Cast, trabaja en la implementación de alta tecnología en Europa. Cierta noche, se despertó de madrugada y ya no pudo seguir durmiendo; se sentía impulsado a escribir un cuento sobre un viejo amigo de la adolescencia, que había encontrado en Tahiti.
Aún cuando sabía que tenía que pasar el día siguiente trabajando, Bruno comenzó a escribir una historia extraña, donde dicho amigo, John Salmon, hacía un largo viaje desde la Patagonia hasta Australia. Mientras escribía sintió una sensación de libertad muy grande, como si la inspiración brotara sin interferencia alguna.
Cuando terminó de escribir la historia, recibió un telefonema de su madre: ella acababa de enterarse que John Salmon había muerto.
CONVENCIENDO A LOS OTROS
Un profeta llegó cierta vez a una ciudad para convertir a sus habitantes.
Al principio, las personas parecían entusiasmadas con lo que oían. Pero -poco a poco-la rutina de la vida espiritual se hizo tan difícil, que los hombres y las mujeres se apartaron, hasta que no quedó ni un alma que lo escuchara.
Un viajante, al ver al profeta que predicaba solo, preguntó:
– ¿Por qué continúas exaltando las virtudes y condenando los vicios? ¿No ves que aquí nadie te escucha?
– Al principio, yo esperaba cambiar a las personas -dijo el profeta. -Si todavía hoy sigo predicando, es sólo para impedir que las personas me cambien a mí.
LA MANERA DE REZAR
Un labrador que tenía a su esposa enferma le encomendó una serie de plegarias a un sacerdote budista. El sacerdote comenzó a rezar, pidiendo que Dios curase a todos los enfermos.
– Un momento -interrumpió el labrador. -Yo le pedí que rezara por mi esposa, y usted está pidiendo por todos los enfermos.
– Estoy rezando por ella.
– Pero pide por todos. Puede terminar por beneficiar a mi vecino, que también está enfermo. ¡Y él no me gusta!
– Usted no entiende nada de curaciones -dijo el monje, apartándose. -Al rezar por todos estoy uniendo mis plegarias a las de millones de personas que en este momento están pidiendo por sus enfermos. Todas juntas, estas voces llegan a Dios y benefician a todos. Separadas, pierden su fuerza y no llegan a ningún lado.
LA MUJER PERFECTA
Nasrudin conversaba con un amigo.
– Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
– Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
– ¿Y por qué no te casaste con ella?
– ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.
MOGO QUIERE MEJORAR SIEMPRE
Hace muchos años, vivía en China un joven llamado Mogo, que se ganaba el sustento picando piedras. Aunque era sano y fuerte, el joven no estaba contento con su destino, y se quejaba noche y día. Tanto blasfemó contra Dios, que su ángel de la guarda terminó por aparacérsele:
– Tienes salud, y una vida por delante -dijo el ángel. -Todos los jóvenes comienzan haciendo algo como lo que haces tú. ¿Por qué vives quejándote?
– Dios fue injusto conmigo, y no me dio oportunidad de crecer -respondió Mogo.
Preocupado, el ángel fue ante la presencia del Señor, pidiendo ayuda para que su protegido no terminara por perder el alma.
– Hágase tu voluntad -dijo el Señor. -Todo lo que Mogo quiera le será concedido.
Al día siguiente, Mogo picaba piedras cuando vio pasar una carroza en la que iba un noble, cubierto de joyas. Pasándose las manos por el rostro sudoroso y sucio, Mogo dijo con amargura:
– ¿Por qué no puedo yo también ser un noble? ¡Ése debería ser mi destino!"
– ¡Sélo, pues! -murmuró su ángel, con inmensa alegría.
Y Mogo se transformó en el dueño de un palacio suntuoso, de muchas tierras, donde vivía rodeado de servidores y caballos. Acostumbraba salir todos los días con su impresionante cortejo, y le gustaba ver que sus antiguos compañeros, alineados a la vera del camino, lo miraban con respeto.
Una de esas tardes, el calor era insoportable; aún debajo de su parasol dorado, Mogo transpiraba como en la época en que quebraba piedras. Entonces se dio cuenta de que no era tan importante: por encima de él había príncipes, emperadores, y todavía más arriba de éstos, estaba el sol, que no obedecía a nadie -pues era el verdadero rey.
– ¡Ah, ángel mío! ¿Por qué no puedo ser el sol? ¡Ése debería ser mi destino! -se quejó Mogo.
– ¡Sélo, pues! -exclamó el ángel, ocultando su tristeza ante tanta ambición.
Y Mogo fue sol, de acuerdo con sus deseos.
Mientras brillaba en el cielo, admirado con su gigantesco poder de hacer madurar las cosechas, o quemarlas a su placer, un punto negro comenzó a avanzar a su encuentro. La mancha oscura fue creciendo -y Mogo se dio cuenta de que era una nube, que a su vez se fue extendiendo y no le permitió más ver la Tierra.
– ¡Ángel! -gritó Mogo. -¡La nube es más fuerte que el sol! ¡Mi destino es ser nube!
– ¡Sélo, pues! -respondió el ángel.
Mogo fue transformado en nube, y vió que su sueño se había realizado.
– ¡Soy poderoso! -gritaba, oscureciendo al sol.
– ¡Soy invencible! -tronaba, persiguiendo a las olas.
Pero, en la costa desierta del océano se erguía una inmensa roca de granito, tan vieja como el mundo. Mogo vió que la roca lo desafiaba, y desencadenó una tempestad como nunca antes viera el mundo. Las olas, enormes y furiosas, golpeaban contra la roca, tratando de arrancarla del suelo y arrojarla al fondo del mar.
Pero, firme e impasible, la roca continuaba en su sitio.
– ¡Ángel! -sollozaba Mogo -¡la roca es más fuerte que la nube! ¡Mi destino es ser una roca!
Y Mogo se transformó en roca.
– ¿Quién podrá vencerme ahora? -se preguntaba a sí mismo. -¡Soy lo más poderoso del mundo!
Y así pasaron varios años, hasta que, una mañana, Mogo sintió una puntada aguda en sus entrañas de piedra, seguida de un dolor profundo, como si una parte de su cuerpo de granito estuviera siendo lascerado. Luego vinieron unos golpes sordos, insistentes, y nuevamente un dolor gigantesco.