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27. En discusiones con personas amadas, concentrarse en el presente, y no pensar en las heridas del pasado.

28. Al viajar, visitar un lugar al que nadie más haya ido. Este será su lugar.

29. Uno puede tener cualquier cosa. Pero no puede tenerlo todo.

30. Acuérdese que su carácter es el espejo de su destino.

31. Aprovechar la suerte, cuando ella está de nuestra parte.

32. Si hay que disparar la flecha de la verdad, primero mojarle la punta con miel.

33. Pedir ayuda. Y saber reconocerla.

34. Aprender todas las reglas, y transgredir algunas, cuano sea posible.

35. Elegir a los amigos. Y elegir a los enemigos; no le haga a cualquiera el honor de enfrentarlo.

36. Cuando alguien comience a agredirnos verbalmente, no interrumpa. Verá que la agresión se desvanece por sí sola.

El resto ya lo saben ustedes: "esta cadena dio veinte veces la vuelta al mundo, el coronel fulano de tal no la mandó y perdió su empleo… etc. Haga veinte copias y distribúyalas, y la suerte le llegará en cuatro días."

LA PINTURA DE LOS DOS ÁNGELES

En el año 1476, dos hombres conversan en el interior de una iglesia medieval. Se detienen durante unos minutos delante de un cuadro que muestra dos ángeles, de la mano, descendiendo en dirección a una ciudad.

– Estamos viviendo el terror de la peste bubónica -comenta uno de ellos. -Muchas personas están muriendo; no deseo ver imágenes de ángeles.

– Esta pintura tiene que ver con la Peste -dice el otro. -Es una representación de la Leyenda Áurea. El ángel vestido de rojo es Lucifer, el Maligno. Mira como sostiene, junto al cinturón, una pequeña bolsa: allí dentro lleva la epidemia que está devastando nuestras vidas y las vidas de nuestras familias.

El hombre mira la pintura con cuidado. Realmente, Lucifer cargaba un pequeño saquito; sin embargo, el ángel que lo conducía tenía una apariencia serena, pacífica, iluminada.

– Si Lucifer trae la Peste, quién es esto otro que lo lleva de la mano?

– Este es el ángel del Señor, el mensajero del Bien. Sin su permiso, el Mal jamás podría manifestarse.

– Pero ¿qué esta haciendo, entonces?

– Muestra el lugar donde los hombres deben ser purificados a través de una tragedia.

MIYAMOTO Y LA SOMBRA

Miyamoto Musashi, el célebre samurai que escribió "El libro de los cinco anillos", habla de la estrategia para comprender el espíritu y las cualidades del enemigo.

Según él, cuando no logramos saber lo que nuestro adversario pretende, debemos fingir un ataque. Todas las personas del mundo están siempre preparadas para defenderse, porque viven con el miedo y la paranoia de no gustar a los demás.

De esta manera, también nuestro adversario -por más brillante que sea-es inseguro y reacciona con violencia exagerada a cualquier provocación. Al hacerlo, muestra todas las armas que tiene, y terminamos conociendo su lado fuerte y cuáles son sus puntos flacos.

Musashi llama a esta técnica "mover la sombra". En verdad, el guerrero de la luz no entra en combate sino que provoca un poco, y la sombra de su provocación confunde al adversario.

Entonces, sabiendo exactamente qué tipo de enfrentamiento le espera, el guerrero de la luz ataca o retrocede.

EL PUENTE Y LA PASARELA

Existe gente que, en vez de tratar de mejorar aquello que hace, trata siempre de destruir lo que otros intentan hacer. La historia que sigue está basada en un cuento de Silvio Paulo Albino:

Cierto hombre, después de muchos años de trabajo y meditación para hallar la mejor forma de cruzar el río que se encontraba frente a su casa, construyó una pasarela. Resulta que los habitantes de la aldea raramente se atrevían a cruzarla, a causa de su precariedad.

Un hermoso día pasó por allí un ingeniero. Junto con los habitantes, construyeron un puente, lo cual enfureció al constructor de la pasarela. A partir de entonces comenzó a decir, a todo el que quisiera oírlo, que el ingeniero no respetaba su trabajo.

– ¡Pero la pasarela aún sigue ahí!, respondían los habitantes. -Es un monumento a sus años de esfuerzo y meditación.

– Nadie la usa -el hombre, nervioso, insistía.

– Usted es un ciudadano respetado, y lo apreciamos. Pero si la gente considera que el puente es más bello y más útil que la pasarela, ¿qué podemos hacer?

– ¡El río que atraviesa es mío!

– Pero señor, a pesar del respeto que sentimos por su trabajo, tenemos que decirle que el río no es suyo. Podemos cruzarlo a pie, en barco, nadando, de cualquier manera que deseemos; si las personas prefieren cruzar por el puente, ¿por qué no respetarles su deseo?

"Finalmente, ¿cómo podemos confiar en alguien que, en lugar de tratar de mejorar su pasarela, se pasa todo el tiempo criticando el puente?

NO BASTA CON RENUNCIAR

Conocí a la pintora Miye Tamaki durante un seminario sobre Energía Femenina en Kawaguciko, Japón. Le pregunté cuál era su religión.

– Ya no tengo una religión -me respondió ella.

Al darse cuenta de mi sorpresa, explicó:

– Fui educada como budista. Los monjes me enseñaron que el camino espiritual es una renuncia constante: tenemos que superar nuestra envidia, nuestro odio, nuestras angustias de fé, nuestros deseos.

"Conseguí liberarme de todo esto, hasta que un día mi corazón se quedó vacío:

los pecados se habían ido, y mi naturaleza humana también."

"Al principio me sentí feliz, pero luego me dí cuenta que ya no compartía las alegrías y las pasiones de las otras personas. Fue entonces que dejé la religión:

hoy tengo mis conflictos, mis momentos de rabia y desesperación, pero sé que estoy de nuevo cerca de los hombres -y en consecuencia cerca de Dios".

CUIDADO CON LOS RECUERDOS

Llego a Madrid a las ocho de la mañana. Me voy a quedar apenas algunas horas, no tiene sentido telefonear a los amigos, arreglar algún encuentro. Resuelvo caminar solo por lugares que me gustan, y termino fumando un cigarrillo en un banco del parque Retiro.

– Usted parece que no está aquí -me dijo un anciano, sentándose a mi lado.

– Estoy aquí -respondo. -Sólo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Los dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que bebió más de la cuenta y hace como que baila flamenco.

– Aproveche -dijo el anciano. -Pero no se olvide que el recuerdo es como la saclass="underline" en la cantidad adecuada le da sabor a la comida, pero si se exagera, estropea el alimento. Quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.

LA PUERTA DE LA LEY

Kafka cuenta la historia de un hombre que buscando justicia, camina hasta el Palacio de Justicia. Frente a la puerta del palacio, un soldado monta guardia.

Como el centinela no le dirige la palabra, el hombre decide esperar. Espera todo un día, pero el guardia continúa mudo.

Si mira para este lado, se dará cuenta que quiero entrar, piensa el hombre. Y ahí se queda.

Pasan días, semanas y años enteros. El hombre sigue frente a la puerta y el centinela sigue montando su guardia.

Pasan las décadas, el hombre envejece y ya no consigue moverse. Finalmente, cuando se da cuenta que la muerte se aproxima, reúne sus últimas fuerzas y le pregunta al guardia:

– He venido hasta aquí en busca de justicia. ¿Por qué no me dejó pasar?

– ¿Que yo no lo dejé?, respondió sorprendido el centinela. -¡Usted nunca me dijo qué estaba haciendo ahí! La puerta siempre estuvo abierta, no había más que empujarla. ¿Por qué no entró?

NO PRECISAMOS DE TI

Los novicios del monasterio de Sceta oyeron, cierta tarde, que un monje ofendía a otro. El superior del monasterio, el Abate Sisois, le pidió al monje ofendido que perdonara a su agresor.