– De ningún modo -fue la respuesta. -Él lo hizo, él tendrá que pagar.
Al mismo tiempo, el Abate Sisois levantó los brazos al cielo y comenzó a rezar:
– Jesús mío, no precisamos más de Tí. Ya somos capaces de hacer que los agresores paguen sus ofensas. Ya somos capaces de tomar venganza por nuestra propia mano, y cuidar del Bien y del Mal. Por lo tanto, puedes apartarte de nosotros sin problema.
Avergonzado, el monje agredido perdonó de inmediato a su hermano.
DESPUÉS DE LA MUERTE
El emperador mandó llamar al maestro zen Gudo a su presencia.
– Gudo, oí decir que usted es un hombre que todo lo comprende -dijo el emperador. -Me gustaría saber qué le sucede al hombre iluminado y al pecador, después de la muerte.
– ¿Cómo puedo saberlo? -respondió Gudo.
– Pero, al final de cuentas, ¿no es usted un maestro iluminado?
– Sí, señor. ¡Pero no soy un maestro muerto!
LA REFORMA DE LA CASA
Un conocido mío, a causa de su incapacidad para combinar el sueño con la realización, terminó con serios problemas financieros. Peor aún: involucró a otras personas, perjudicando gente a quien no deseaba herir.
Al no poder pagar las deudas que se iban acumulando, llegó a pensar en el suicidio. Caminaba por una calle, cierta tarde, cuando vio una casa en ruinas. "Esa propiedad es como yo", pensó. En ese momento, sintió un inmenso deseo de reconstruir aquella casa.
Descubrió al dueño, se ofreció para hacer una reforma -y fue atendido, aunque el propietario no entendía qué ganaba mi amigo de todo ello. Juntos consiguieron ladrillos, madera, cemento. Mi conocido trabajó con amor, sin saber porqué o para quién. Pero sentía que su vida personal iba mejorando a medida que la reforma avanzaba.
Luego de un año, la casa quedó lista. Y sus problemas personales resueltos.
LA RESPUESTA
Cierta vez un hombre interrogó al rabino Joshua ben Karechah:
– ¿Por qué Dios escogió una zarza para hablar con Moisés?
El rabino respondió:
– Si él hubiera escogido un olivo o una morera, tú te habrías hecho la misma pregunta. Pero no puedo dejarte sin una respuesta: por eso te digo que Dios escogió una mísera y pequeña zarza para mostrar que no hay ningún lugar de la tierra donde Él no esté presente.
NASRUDIN SIEMPRE ELIJE MAL
El mullah Nasrudin está considerado uno de los grandes maestros del sufismo, precisamente por tener el perfil de un loco, aunque siempre enseña -con su pretendida locura-los verdaderos secretos de la vida. Esta es una de sus historias.
Todos los días nasrudin iba a mendigar al mercado, y a la gente le encantaba verlo hacer el papel de tonto con el siguiente truco: le mostraban dos monedas, una que valía diez veces más que la otra. Nasrudim siempre elegía la de menor valor.
La historia corrió por el condado. Día tras día, grupos de hombres y mujeres le mostraban las dos monedas, y Nasrudim siempre se quedaba con la de menor valor.
Hasta que apareció un señor generoso, cansado de ver cómo ridiculizaban a Nasrudin de esa manera. Lo llamó a un rincón de la plaza y le dijo:
– Cuando le ofrezcan dos monedas, elija la de mayor valor. Así tendrá más dinero, y los demás no lo considerarán un idiota.
– El señor parece tener razón -respondió Nasrudin. -Pero si yo eligiera la moneda más valiosa, las personas dejarían de ofrecerme dinero para demostrar que soy más idiota que ellas. Usted no sabe cuánto dinero tengo reunido, usando este truco.
"No tiene nada de malo pasar por tonto, si en verdad lo que uno hace es inteligente".
ES NECESARIO MANTENER EL DIÁLOGO
La esposa del rabino Jacobo era considerada por todos sus amigos como una mujer muy difíciclass="underline" por cualquier pretexto iniciaba una discusión.
Jacobo, sin embargo, nunca respondía a las provocaciones.
Hasta que en el casamiento de su hijo Ismael, mientras centenares de personas festejaban alegremente, el rabino comenzó a ofender a su mujer de tal forma y manera que todos en la fiesta se dieron cuenta.
– ¿Qué pasó? -preguntó un amigo de Jacobo, cuando los ánimos se serenaron. -¿Por qué abandonó usted la costumbre de no responder nunca a las provocaciones?
– Mire cómo ella está más contenta -susurró el rabino.
De hecho, la mujer parecía divertirse mucho con la fiesta.
– ¡Ustedes se pelearon en público! ¡No entiendo su reacción ni la de ella! -insistió el amigo.
– Hace algunos días entendí que lo que más le molestaba a mi mujer era que yo me quedara mirándola en silencio. Haciendo ésto, yo parecía ignorarla, distanciarme con pensamientos virtuosos y hacerla sentir mezquina e inferior. Como la amo tanto, decidí fingir que perdía la cabeza frente a todo el mundo. Ella vió que yo comprendía sus emociones, que era igual que ella, y que todavía quiero mantener el diálogo.
LA SOSPECHA TRANSFORMA A LOS HOMBRES
El folclore alemán cuenta la historia de un hombre que, al despertar, se dio cuenta que su hacha había desaparecido. Furioso, creyendo que su vecino se la había robado, pasó el resto del día vigilándolo.
Vió que tenía aspecto de ladrón, que caminaba furtivamente como un ladrón, que susurraba como un ladrón que deseaba esconder su robo. Estaba tan convencido de sus sospechas, que resolvió entrar en la casa, cambiarse de ropa e ir a la policía a hacer la denuncia.
Sin embargo, apenas entró encontró el hacha -que su mujer había puesto en otro lugar. El hombre volvió a salir, miró de nuevo al vecino, y vió que éste caminaba, hablaba y se comportaba como cualquier persona honesta.
NHÄ CHICA DE BAEPENDI
¿Qué es un milagro?
Existen definiciones de todo tipo: algo que va contra las leyes de la naturaleza, intercesiones en momentos de crisis profunda, cosas científicamente imposibles, etc.
Yo tengo mi propia definición: milagro es aquello que llena nuestro corazón de paz. A veces se manifiesta bajo la forma de una cura, de un deseo cumplido, no importa -el resultado, es cuando ocurre el milagro, sentimos una reverencia profunda por la gracia que Dios nos concedió.
Hace veintitantos años, cuando yo vivía mi época hippie, mi hermana me propuso que fuera el padrino de su primera hija. Me encantó la invitación, me alegró que no me pidiera que me cortara el pelo (en esa época, me llegaba a la cintura), ni me exigiera un regalo caro para la ahijada (no habría tenido con qué comprarlo).
La hija nació, pasó el primer año, y el bautismo no llegaba nunca. Pensé que mi hermana había cambiado de idea, fui a preguntarle qué sucedía, y ella me respondió: "Tú sigues siendo el padrino. Sucede que le hice una promesa a Nhá Chica, y quiero bautizarla en Baependi, porque ella me concedió una gracia".
No sabía dónde quedaba Baependi, y jamás había oído hablar de Nhá Chica. La época de los hippies pasó, me transformé en ejecutivo de una empresa discográfica, mi hermana tuvo otra hija, y del bautismo, nada. Finalmente, en 1978, la decisión fue tomada, y las dos familias -la de ella y la de su ex-marido-fueron a Baependi. Allí descubrí que la tal Nhá Chica, que no tenía dinero ni para su propio sustento, había pasado treinta años construyendo una iglesia y ayudando a los pobres.
Yo salía de un período muy turbulento de mi vida, y ya no creía en Dios. O mejor dicho, ya no me parecía que buscar el mundo espiritual tuviera mucha importancia: lo que contaba eran las cosas de este mundo, y los resultados que pudiera obtener. Había abandonado mis sueños locos de juventud -entre los cuales estaba el de ser escritor-y no quería volver a tener ilusiones. Me encontraba en esa iglesia nada más que para cumplir un deber social; mientras esperaba el momento del bautismo, empecé a pasear por los alrededores, y terminé por entrar en la humilde casa de Nhá Chica, al lado de la iglesia. Dos cuartos y un pequeño altar, con algunas imágenes de santos, y un vaso con dos rosas rojas y una blanca.