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Después de mucho esperar, suplicó:

– ¡Oh Señor, ven y come! Ya es muy tarde, ya no puedo esperar más.

Nada ocurrió. Entonces comenzó a gritar.

– Señor, mi padre me pidió que estuviese aquí cuando Tú descendieses, para aceptar la ofrenda. ¿Por qué no lo haces? ¿Sólo comes las ofrendas de manos de mi padre? ¿O qué es lo que hice mal?

Y lloró copiosamente por largo rato. Cuando levantó los ojos y limpió las lágrimas, se llevó un susto: allí estaba la Divinidad, alimentándose con lo que se le había ofrecido.

Alegre, el niño volvió corriendo a la casa. Cuál no fue su sorpresa cuando, al llegar, uno de sus parientes le dijo:

– El servicio terminó. ¿Dónde está la comida?

– Pero el Señor se la ha comido -respondió, sorprendido, el pequeño.

Todos se mostraron asombrados.

– ¿Qué es lo que estás diciendo? Repítelo, pues no te oímos bien.

El niño respondió, con toda naturalidad e inocencia:

– El Señor se comió todo lo que le ofrecí.

– ¡No es posible! -dijo un tío. -Tu padre te lo dijo sólo para que observaras si Ella comía. Todos nosotros sabemos que este es un acto meramente simbólico. Debes haberte robado la comida.

Sin embargo, el pequeño no cambió su historia, aún cuando lo amenazaron con una paliza.

Desconfiados, los familiares fueron hasta el templo, y encontraron a la Divinidad sentada, sonriendo.

– Un pescador lanzó al río sus redes y obtuvo una buena pesca -dijo la Divinidad. -Algunos peces estaban inmóviles, sin hacer ningún esfuerzo por escapar. Otros luchaban desesperadamente, y saltaban, aunque no pudieran escapar. Sólo unos pocos resultaron afortunados en su lucha y lograron escapar.

"Así como los peces, tres tipos de hombres vienen aquí a traerme ofrendas: unos no quisieron conversar conmigo, pensando que no les iba a responder. Otros trataron pero enseguida desistieron -por miedo a decepcionarse. Sin embargo, este niño fue hasta el fin, y Yo, que juego con la paciencia y la perseverancia de los hombres, terminé manifestándome.

GANDHI FRENTE A LA IGLESIA

En su autobiografía, Mohandas Gandhi cuenta que, durante su período de estudiante en Sudáfrica, se interesó por los Evangelios, y llegó a considerar seriamente la posibilidad de convertirse al catolicismo.

Para obtener mayores conocimientos, decidió ir hasta la iglesia del barrio donde vivía. Cuando llegó, un hombre le preguntó:

– ¿Qué desea?

– Asistir a una misa -respondió Gandhi. -Y pedirle alguna ayuda a Dios.

Gentilmente, el hombre le dijo:

– Por favor, vaya a la iglesia que se encuentra a dos cuadras de aquí. Ésta es sólo para blancos.

Nunca más Gandhi fue a ninguna iglesia.

BREVÍSIMA HISTORIA DE LA MEDICINA

500 D.C. Ven aquí, y cómete esta raíz.

1000 D.C. Esta raíz es cosa de ateos, reza esta oración a Dios que está en el cielo.

1792 D.C. Dios no está en el cielo, la que reina es la razón. Ven aquí y bebe esta poción.

1917 D.C. Esta poción es para engañar a los oprimidos, te sugiero que tomes este comprimido.

1960 D.C. Este comprimido es antiguo y extraño. Llegó el momento de tomar un antibiótico.

1998 D.C. Los antibióticos te dejan débil y deprimido. Éste es un tratamiento nuevo: cómete esta raíz.

EL ALUMNO LADRÓN

Un discípulo del maestro zen Bankei fue atrapado robando durante la clase. Todos los demás pidieron que se le expulsara, pero Bankei decidió no hacer nada.

A los pocos días el alumno volvió a robar, y el maestro continuó callado, Desconformes, los otros discípulos exigieron que el ladrón fuera castigado, porque ese mal ejemplo no podía continuar.

– ¡Cuán sabios son ustedes! -dijo Bankei. -Aprendieron a distinguir lo correcto de lo incorrecto, y pueden estudiar en cualquier otro lugar. Pero este pobre hermano no sabe qué es lo que está bien o lo que está mal, y sólo me tiene a mí para que se lo enseñe.

Los discípulos nunca más dudaron de la sabiduría y generosidad de Bankei, y el ladrón nunca más volvió a robar.

GANDHI SALE DE COMPRAS

Mahatma Gandhi, después de haber conseguido la independencia de la India, fue de visita a Inglaterra. Paseaba con algunas personas por las calles de Londres, cuando se sintió atraído por la vidriera de una famosa joyería.

Y allí se quedó Gandhi, mirando las piedras preciosas y las joyas ricamente trabajadas. El dueño de la joyería lo reconoció de inmediato, y salió a la calle, a saludarlo:

– Me honra mucho que el Mahatma esté aquí, contemplando nuestro trabajo. Tenemos muchas cosas de inmenso valor, belleza, arte, y nos gustaría obsequiarle algo.

– Sí, estoy admirado con tantas maravillas -respondió Gandhi. -Y todavía estoy más sorprendido de mí mismo, pues a pesar de saber que puedo recibir un presente tan valioso, aún puedo vivir y ser respetado sin necesidad de usar joyas.

CAZANDO DOS ZORRAS

El estudiante de artes marciales se acercó a su profesor:

– Me gustaría mucho ser un gran luchador de aikidó -le dijo. -Pero creo que también debería dedicarme al judo, para así conocer muchos estilos de combate; sólo así podré ser el mejor de todos.

– Si un hombre va por el campo, y empieza a correr detrás de dos zorras al mismo tiempo, va a llegar un momento en que cada una correrá para un lado distinto, y el hombre no sabrá a cuál deberá seguir persiguiendo. Cuando lo haya pensado, ya las zorras estarán muy lejos, y él habrá perdido su tiempo y su energía.

Quien desee ser un maestro, tiene que elegir una sola cosa en que perfeccionarse. Lo demás es filosofía barata.

EL BOSQUE DE CEDROS

En 1939, el diplomático japonés Chiune Sugihara, que desempeñaba una función en Lituania durante una de las épocas más terribles de la humanidad, salvó a miles de judíos polacos de la amenaza nazi, concediéndoles visas de salida.

Su acto de heroísmo, desafiando a su propio gobierno a lo largo de muchos años, fue una obscura nota de pie de página en la historia de la guerra. Hasta que los sobrevivientes salvados por Sugihara comenzaron a despertar del silencio y decidieron contar su historia. Luego se empezó a celebrar su coraje y su grandeza, llamando la atención de los medios de comunicación, e inspirando a algunos autores a escribir libros que lo describían como "el Schindler japonés".

Entretanto, el gobierno israelí reunía los nombres de los salvadores, para recompensarlos por sus esfuerzos. Una de las formas en las que el estado judío trataba de reconocer su deuda para con aquellos héroes consistía en plantar árboles en su homenaje. Cuando se reveló la valentía de Sugihara, las autoridades israelíes planearon, como de costumbre, plantar un bosque de cerezos -el árbol tradicional de Japón-en su memoria.

De pronto, en una decisión fuera de lo común, la orden quedó sin efecto. Ellos decidieron que, en relación con la bravura de Sugihara, los cerezos eran un símbolo insuficiente. Optaron entonces por un bosque de cedros, después de haber llegado a la conclusión que el cedro era más vigoroso y tenía más connotaciones sagradas, por haber sido usado en el Primer Templo.

Después de que los árboles fueron plantados, las autoridades descubrieron que "Sugihara" en japonés significa… bosque de cedros.

INVOCANDO A BUDA

Cierta mujer invocaba centenares de veces por día el nombre de Buda, sin que jamás hubiera entendido la esencia de sus enseñanzas. Después de diez años, todo lo que consiguió fue aumentar su amargura y desesperación, creyendo que no era escuchada.