Yo sé ahora que nuestras costumbres son diferentes a las de ustedes. La visión de sus ciudades hiere los ojos del piel roja. Tal vez sea porque el indio es un salvaje y no comprende. No encuentra un lugar tranquilo en la ciudad del hombre blanco. Ningún lugar donde puedan abrirse y florecer las hojas de la primavera o el batir de las alas de un insecto. El ruido parece que únicamente insulta a los oídos. ¿Y qué queda de la vida si un hombre no puede oír el coro solitario de un ave o la discusión de los sapos alrededor de una laguna, por la noche? Si todos los animales se fueran el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Pues lo que ocurre con los animales, también acontece con el hombre. Todo está relacionado.
Todo lo que acontece en la tierra, le acontecerá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen el suelo, están escupiéndose a sí mismos. Sabemos ésto: la tierra no le pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. El hombre no tramó el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que le haga el tejido, se lo hará a sí mismo.
Tampoco el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él de amigo a amigo, puede huir de esta realidad. De una cosa estamos seguros: nuestro Dios es el mismo Dios de él. La tierra Le es preciosa, y herirla es despreciar al Creador. Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia.
KATHY LEE ENTRA EN ESCENA
Una vez terminada la conferencia en Brisbane, Australia, salgo del auditorio para firmar los ejemplares del libro. Como es un bello atardecer, los organizadores colocaron la mesa de autógrafos en la parte de afuera de donde se encuentra ubicada la biblioteca.
Las personas se aproximan, conversan, y -aún estando tan lejos de casa-no me siento un extranjero: mis libros llegaron antes que yo, mostraron mis emociones y sentimientos.
De repente, una joven de veintidós años se aproxima, se adelanta en la fila de autógrafos y me encara:
– Llegué tarde a la conferencia -dice. -Pero me gustaría decirle algunas cosas importantes.
– Va a ser imposible -le respondo. -Debo quedarme firmando libros más de una hora, y después tengo una comida.
– No va a ser imposible -me responde. Mi nombre es Kerry Lee Olditch. Lo que tengo que decirle puedo hacerlo aquí y ahora, mientras usted firma.
Y antes que pueda yo reaccionar, saca de su mochila un violín, y comienza a tocar.
Yo continúo firmando durante más de una hora, al son de la música de Kerry Lee. Las personas no se van -se quedan para asistir a ese concierto inesperado, a contemplar la puesta del sol, entendiendo lo que ella quiere decirme, y que estaba siendo dicho.
Cuando termino, ella deja de tocar. No hay aplausos, nada -apenas un silencio casi palpable.
– Muchas gracias -digo yo.
– Todo en esta vida es cuestión de dividir almas -responde Kerry Lee.
Y así como llegó, se fue.
CÓMO MANTENER EL INFIERNO LLENO
Cuenta una leyenda tradicional que cuando el Hijo de Dios expiró en la cruz, fue directamente al infierno para salvar a los pecadores.
El diablo se puso muy triste.
– Ya no tengo nada que hacer en este universo -dijo Satanás. -¡A partir de ahora, todos los marginados, los que transgreden los preceptos, los que cometen adulterio, los que no respetan las leyes religiosas, todos éstos serán enviados directamente al Paraíso!
Jesús lo miró y sonrió:
– No te preocupes -le dijo al pobre diablo. -Vendrán para acá todos aquellos que por creerse llenos de virtudes viven condenando a quienes no siguen mi palabra. ¡Espera unos cientos de años y verás que el infierno estará más lleno que antes!
EL DESEO DEBE SER FUERTE
El yogui Ramakrishna ilustra, con una parábola, la intensidad del deseo que necesitamos tener:
El maestro llevó al discípulo cerca de un lago.
– Hoy te voy a enseñar lo que significa la verdadera devoción -dijo.
Le pidió al discípulo que se metiera con él en el lago, y tomando la cabeza del joven, la hundió debajo del agua.
Pasó el primer minuto. A mitad del segundo minuto, el joven ya se debatía con todas sus fuerzas para librarse de la mano del maestro y poder salir a la superficie.
Al final del segundo minuto el maestro lo soltó. El joven, con el corazón descontrolado, se levantó, jadeando.
– ¡Usted quiere matarme! -gritaba.
El maestro esperó a que se calmara, y le dijo:
– No deseaba matarte -porque si lo hubiera deseado, ya no estarías aquí. Quería nada más saber lo que sentiste mientras estuviste debajo del agua.
– ¡Sentí que me moría! ¡Todo lo que deseaba en la vida era respirar un poco de aire!
– Es exactamente eso. La verdadera devoción sólo aparece cuando no tenemos más que un deseo, y si no podemos realizarlo, morimos.
KRISHNA Y EL NIÑO
El cuento
La viuda de una aldea pobre de Bengala no tenía dinero para pagar el ómnibus de su hijo, de modo que el niño, cuando fue anotado en el colegio, iba a tener que cruzar, solo, una selva. Para tranquilizarlo, ella le dijo:
– No tengas miedo de la selva, hijo mío. Piensa que tu Dios Krishna te acompaña. Él escuchará tu oración.
El jovencito hizo lo que la madre decía, Krishna se hizo presente, y todos los días lo llevaba a la escuela.
Cuando llegó el día del cumpleaños del profesor, el niño le pidió a su madre algo de dinero para llevarle un regalo.
– No tenemos dinero, hijo. Pídele a tu hermano Krishna que te consiga un regalo.
Al día siguiente, el niño le contó su problema a Krishna. Éste le dio una jarra llena de leche.
Contento, el niño le entregó la jarra al profesor. Pero, como los otros presentes eran más bonitos, el maestro no le prestó la menor atención.
– Lleva esta jarra a la cocina -le dijo el profesor a un ayudante.
El ayudante hizo lo que se le mandó. Al tratar de vaciar la jarra, sin embargo, se dio cuenta que volvía a llenarse sola. Inmediatamente, fue a informar de este hecho al profesor que, confundido, le preguntó al niño:
– ¿Dónde conseguiste esta jarra, y cuál es el truco que la mantiene llena?
– Quien me la dio fue Krishna, el Dios de la selva.
El maestro, los alumnos, el ayudante, todos se rieron.
– No hay dioses en la selva, ¡eso es una superstición! -dijo el maestro. -¡Si él existe, salgamos a verlo!
El grupo completo salió. El niño comenzó a llamar a Krishna, pero éste no aparecía. Desesperado, hizo un último intento:
– Hermano Krishna, mi maestro desea verlo. ¡Por favor, aparezca!
En ese momento, de la selva salió una voz, cuyo eco se oyó por todas partes:
¿Cómo es que desea verme, hijo mío? ¡Si ni siquiera cree que existo!
CÓMO NIVELAR EL MUNDO
Confucio se encontraba viajando con sus discípulos cuando se enteró que en una aldea vivía un niño muy inteligente. Confucio fue hasta allí para hablar con él, y bromeando, le preguntó:
– ¿Qué tal si me ayudaras a terminar con las desigualdades? -¿Por qué acabar con las desigualdades? -dijo el niño. -Si achatáramos las montaÑas, los pájaros no tendrían más abrigo. Si acabáramos con la profundidad de los ríos y de los mares, todos los peces morirían. Si el jefe de la aldea tuviera la misma autoridad que el loco, no habría entendimiento posible. El mundo es muy vasto, déjalo con sus diferencias.
Los discípulos salieron de allí impresionados con la sabiduría del niño. Cuando ya se encaminaban hacia otra ciudad, uno de ellos comentó que todos los pequeños deberían ser como él.
– Conocí muchos niños que, en lugar de jugar y hacer las cosas de su edad, trataban de entender el mundo -dijo Confucio. -Y ninguno de estos niños precoces llegó a hacer algo importante más tarde, porque nunca pudieron experimentar la inocencia y la saludable irresponsabilidad de la infancia.