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EL MIRLO TOMA LA DECISIÓN

Un viejo mirlo encontró una miga de pan, y se la llevó volando. Al ver aquello, los pájaros más jóvenes se prepararon para atacarlo.

Ante el combate inminente, el mirlo dejó caer la miga de pan en la boca de una serpiente, mientras pensaba para sí:

– Cuando se está viejo, la gente vé la vida de otra manera: perdí mi alimento, es cierto, pero puedo encontrar otra miga de pan mañana.

"Sin embargo, si hubiera insistido en cargarla conmigo, hubiera desencadenado una guerra en el cielo: el vencedor pasaría a ser envidiado, y los demás se armarían para combatirlo, el odio llenaría el corazón de los pájaros, y una situación así podría durar mucho tiempo.

Tal es la sabiduría de la vejez: saber trocar las victorias inmediatas por conquistas duraderas".

EL MOMENTO DE LA AURORA

Un rabino reunió a sus alumnos y preguntó:

– ¿Cómo es que sabemos el momento exacto en que termina la noche y comienza el día?

– Cuando, de lejos, somos capaces de distinguir una oveja de un cachorro -dijo un niño.

El rabino no quedó satisfecho con la respuesta.

– La verdad -dijo otro alumno -sabemos que ya es de día cuando podemos distinguir, a la distancia, un olivo de una higuera.

– No es una buena definición.

– ¿Cuál es la respuesta, entonces? -preguntaron los pequeños.

Y el rabino dijo:

– Cuando un extraño se aproxima, y nosotros lo confundimos con nuestro hermano, ése es el momento cuando la noche acaba y comienza el día.

EL MONJE Y LA PROSTITUTA

Vivía un monje en las cercanías del templo de Shiva. En la casa de enfrente, vivía una prostituta. Al observar la cantidad de hombres que la visitaban, el monje decidió llamarla:

– Eres una gran pecadora -la reprendió. -Le faltas el respeto a Dios todos los días, y todas las noches. ¿Será posible que no puedas detenerte, y reflexionar sobre tu vida después de la muerte?

La pobre mujer quedó muy conmovida con las palabras del monje; con sincero arrepentimiento le oró a Dios, implorando su perdón. También pidió que el Todopoderoso la ayudara a encontrar una nueva manera de ganarse el sustento.

Pero no encontró ningún trabajo diferente. Y después de una semana de pasar hambre, volvió a la prostitución.

Pero, cada vez que le entregaba su cuerpo a un extraño, le rezaba al Señor y le pedía perdón.

El monje, irritado porque su consejo no había producido ningún efecto, pensó para sí:

"A partir de ahora voy a contar cuántos hombres entran en esa casa -hasta el día de la muerte de esta pecadora."

Y desde ese día, no hizo otra cosa que no fuera vigilar la rutina de la prostituta: por cada hombre que entraba, colocaba una piedra en una pila.

Pasado algún tiempo, el monje volvió a llamar a la prostituta y le dijo: -¿Ves esta pila? Cada piedra representa uno de los pecados mortales que has cometido, aún después de mis advertencias. Y ahora te lo vuelvo a decir: ¡cuidado con las malas acciones!

La mujer comenzó a temblar, al darse cuenta cómo se iban acumulando sus pecados. Al volver a su casa, derramó lágrimas de sincero arrepentimiento, orando:

– ¡Oh, Señor!, ¿cuándo tu misericordia me va a librar de esta miserable vida que llevo?

Su plegaria fue escuchada. Ese mismo día, el ángel de la muerte pasó por su casa, y la llevó. Por la voluntad de Dios, el ángel cruzó la calle y también cargó al monje consigo.

El alma de la prostituta subió inmediatamente a los Cielos, mientras que los demonios se llevaron al monje al Infierno. Cuando se cruzaron a mitad de camino, el monje vió lo que estaba ocurriendo, y clamó:

– ¡Oh, Señor! ¿Es ésta tu justicia? ¡Yo, que pasé mi vida en devoción y pobreza, ahora soy llevado al infierno, mientras que esta prostituta, que vivió en constante pecado, está subiendo al cielo!

Al escuchar esto, uno de los ángeles respondió:

– Son siempre justos los designios de Dios. Tú creías que el amor de Dios se limitaba a juzgar el comportamiento del prójimo. Mientras que llenabas tu corazón con la impureza del pecado ajeno, esta mujer oraba fervorosamente día y noche. El alma de ella quedó tan liviana después de llorar, que podemos llevarla hasta el Paraíso. Tu alma quedó cargada de piedras, y no podemos hacerla subir hasta lo alto.

SIN TITULO

Ciertas religiones orientales piden a sus miembros que pasen el día entero cantando el mismo versículo sagrado. Quien haya visto algún grupo de Hare Krishna en la calle, sabe que ellos repiten -sin parar-un corto fragmento de alabanza a Dios.

La "plegaria de la respiración" consiste en repetir mentalmente, durante la mayor parte del tiempo, una frase de la Biblia. De esta manera, logramos vaciar la mente de toda tensión, y traemos hacia lo cotidiano la presencia de Dios.

Estoy haciendo esto, por ejemplo, cuando escribo estas líneas. Y en vez de distraerme o confundirme, ella está abriendo mi corazón para el Espíritu Santo. Aquel que se queja de que "no tiene tiempo para rezar", debe experimentar los efectos sorprendentes de esta plegaria.

EL MONASTERIO PUEDE ACABAR

El monasterio atravesaba tiempos difíciles: por culpa de una moda nueva, que afirmaba que Dios no era más que una superstición, los jóvenes ya no querían ser novicios. Unos fueron a estudiar sociología, otros se dedicaron a leer tratados de materialismo histórico, pero -poco a poco-la pequeña comunidad que quedó se fue dando cuenta que iba a ser necesario cerrar el convento.

Los antiguos monjes fueron muriendo. Cuando el último de ellos estaba a punto de entregar su alma al Señor, llamó a su lecho de muerte a uno de los pocos novicios que quedaban:

– Tuve una revelación -dijo-. Este monasterio fue elegido para algo muy importante.

– Qué lástima -respondió el novicio. -Porque sólo quedan cinco jóvenes, y no podemos con todas las tareas, mucho menos si se trata de algo importante.

– De veras es una pena. Porque aquí, en mi lecho de muerte, se apareció un ángel, y yo entendí que uno de ustedes cinco estaba destinado a volverse un santo.

Diciendo esto, expiró.

Durante el entierro, los jóvenes se miraban entre ellos, espantados. ¿Quién era el elegido: aquel que más ayudaba a los habitantes de la aldea? ¿O el que acostumbraba rezar con especial devoción? ¿O el que predicaba con tal entusiasmo que los otros quedaban al borde de las lágrimas?

Compenetrados por la presencia de un santo entre ellos, los novicios resolvieron posponer un poco el cierre del convento, y comenzaron a trabajar duro, a predicar con entusiasmo, a restaurar los muros caídos, a practicar la caridad y el amor.

Cierto día, un muchacho apareció en la puerta del convento: estaba impresionado con el trabajo de los cinco jóvenes y quería ayudarlos. No pasó una semana, y otro muchacho hizo lo mismo. A los pocos días, el ejemplo de los novicios recorrió la región.

– Los ojos de ellos brillan -decía un hijo a su padre, pidiendo que lo dejara ir al monasterio.

– Ellos hacen las cosas con amor -le comentaba un padre a su hijo. -¿Ves cómo el monasterio está más bello que nunca?

Diez años después, ya había más de ochenta novicios. Nunca se supo si el comentario del viejo monje fue verdadero o si había encontrado una fórmula para hacer que el entusiasmo le devolviese al monasterio su dignidad perdida.

ELÍAS Y LA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Carlos Castaneda cuenta cómo el maestro de su maestro, Julián Osorio, Se transformó en un nagual -una especie de hechicero, según ciertas tradiciones mexicanas.

Julián trabajaba como actor en un teatro itinerante en el interior de México. Sin embargo, la vida de artista no era más que un pretexto para escapar de las convenciones impuestas por su tribu: la verdad, lo que más le gustaba a Julián era beber y seducir a las mujeres -cualquier tipo de mujer-que encontraba durante sus presentaciones teatrales. Exageró tanto, le exigió tanto a su salud, que terminó contrayendo tuberculosis.