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– Pero sí viene al caso. Usted no me deja concluir una idea. Confucio dijo: "siempre que sea posible, se debe ser claro." Vamos a seguir este consejo y a dejar las cosas claras: ¿a usted le gusta lo que escribo?

– No, no me gusta. Sólo leí dos libros, y los detesté.

– OK, entonces podemos continuar.

Los tantos ahora estaban definidos. El público se tranquilizó, el ambiente se cargó de electricidad, la entrevista se volvió un verdadero debate, y todos -Felton incluido-quedaron satisfechos con el resultado.

LA HERMANA MAYOR PREGUNTA

Cuando su hermano nació, Sa-chi Gabriel le insistía a los padres que la dejaran sola con el bebé. Temiendo que, como muchas criaturas de cuatro años, estuviera celosa y quisiera hacerle algún daño, ellos no la dejaron.

Pero Sa-chi no daba muestras de celos. Y como siempre trataba al bebé con cariño, los padres decidieron hacer una prueba. Dejaron a Sa-chi con el recién nacido, y se quedaron observando su comportamiento por la puerta entreabierta.

Encantada al ver su deseo satisfecho, la pequeña Sa-chi se aproximó a la cuna en puntas de pie, se inclinó sobre el bebé y le dijo:

– ¡Díme cómo es Dios! ¡Yo ya me estoy olvidando!

LA VENTANA Y EL ESPEJO

Un joven muy rico fue a ver a un rabino y le pidió consejo para orientar su vida. Este lo condujo hacia la ventana y le preguntó:

– ¿Qué ves a través de los vidrios?

– Veo hombres que van y vienen, y un ciego que pide limosna en la calle.

Entonces el rabino le mostró un gran espejo y nuevamente lo interrogó:

– Mira este espejo y dime ahora qué ves.

– Me veo a mí mismo.

– ¡Y ya no ves a los otros! Repara en que la ventana y el espejo están hechos ambos de la misma materia prima, el vidrio: pero en el espejo, porque tiene una fina lámina de plata pegada al vidrio, no ves más que tu persona. Debes compararte a estas dos especies de vidrio. Pobre, veías a los otros y sentías compasión por ellos. Cubierto de plata -rico-, apenas te ves a tí mismo. Sólo valdrás algo cuando tengas el coraje de arrancar el revestimiento de plata que te cubre los ojos y puedas nuevamente ver y amar a los demás.

LENÍN DESCIENDE A LOS INFIERNOS

Después de hacer la Revolución Rusa, de terminar con las diferencias de clases sociales, y dedicar su vida entera al comunismo, Lenín finalmente murió. Por ateo y por haber perseguido a los religiosos, termina siendo condenado al infierno.

Al llegar allí, descubre que la situación es peor que en la Tierra: los condenados son sometidos a sufrimientos increíbles, no hay alimentos para todos, los demonios están desorganizados, Satanás se comporta como un rey absoluto -sin ningún respeto por sus empleados o por las almas castigadas que sufren el suplicio eterno.

Lenin, indignado, se rebela contra la situación: organiza marchas, hace protestas, crea sindicatos para los diablos descontentos, promueve rebeliones. En poco tiempo, el infierno está patas para arriba: nadie respeta más la autoridad de Satanás, los demonios piden aumento de salarios, las sesiones de suplicio no se llevan a cabo, los encargados de mantener encendidas las hogueras hacen huelga.

Satanás ya no sabe qué hacer: ¿cómo va a seguir funcionando su reino, si ese rebelde está subvirtiendo todas las leyes? Intenta encontrarse con él, pero Lenin, alegando que él no habla con opresores, le envía un recado a través de un comité popular, diciendo que no reconoce la autoridad del Jefe Supremo.

Desesperado, Satanás va al cielo a conversar con San Pedro.

– ¿Se acuerdan ustedes de ese sujeto que hizo la revolución rusa? -dijo Satanás.

– Lo recordamos muy bien -respondió San Pedro. -Comunista. Odiaba la religión.

– Es un buen hombre -insiste Satanás. -Aunque tenga sus pecados, no merece el infierno; ¡al final, trató de luchar por un mundo más justo! En mi opinión, él tendría que estar en el cielo.

San Pedro reflexionó unos momentos.

– Me parece que tiene usted razón -dijo finalmente. -Todos tenemos nuestros pecados, y yo mismo llegué a negar a Cristo tres veces. Mándelo para acá.

Loco de contento, Satanás vuelve a su casa, y envía a Lenin directamente al cielo. En seguida, con mano de hierro y alguna violencia, termina con los sindicatos de demonios, disuelve el comité de almas descontentas, prohíbe las asambleas y las manifestaciones de condenados.

El infierno vuelve a ser el famoso lugar de tormentos que siempre atemorizó a los hombres. Loco de alegría, Satanás se pone a imaginar lo que debe estar ocurriendo en el cielo.

"¡En cualquier momento aparece San Pedro golpeando la puerta, pidiendo que Lenin regrese!" -rió para sus adentros. "¡Ese comunista debe haber transformado el paraíso en un lugar insoportable!"

Pasa el primer mes, pasa un año entero, y ninguna noticia del cielo. Muerto de curiosidad, Satanás decide ir hasta allá para ver qué está sucediendo.

Encuentra a San Pedro en la puerta del paraíso.

– ¿Y cómo van las cosas por aquí? -pregunta.

– Muy bien -responde San Pedro.

– ¿Pero está todo en orden?

– ¡Claro! ¿Por qué no habría de estarlo?

"Este tipo debe estar fingiendo", piensa Satanás. "Va a querer mandarme a Lenin de vuelta".

– Escucha, San Pedro, ¿ese comunista que te mandé, se ha portado bien?

– ¡Muy bien!

– ¿No hubo anarquía?

– Por el contrario. Los ángeles son más libres que nunca, las almas hacen lo que les viene en gana, los santos pueden entrar y salir sin marcar horario.

– Y Dios, ¿no protesta por este exceso de libertad?

San Pedro mira, con un poco de lástima, al pobre diablo que tiene delante.

– ¿Dios? Camarada, ¡Dios no existe!

CÓMO TEMPLAR EL ACERO

Lynell Waterman cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero -a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida.

Muy por el contrario: sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.

Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba -y que sentía compasión por su situación difícil-le comentó:

– Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fé, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado.

El herrero no respondió enseguida: él ya había pensado en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida.

Sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar -y terminó por encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:

– En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú como se hace ésto?

Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone roja. En seguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada.

Luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido del vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura.

Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta: una sola vez no es suficiente."

El herrero hizo una larga pausa, encendió un cigarrillo y siguió:

– A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada.

Y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería."