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Todo lo que acontece en la tierra, le acontecerá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen el suelo, están escupiéndose a sí mismos. Sabemos ésto: la tierra no le pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. El hombre no tramó el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que le haga el tejido, se lo hará a sí mismo.

Tampoco el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él de amigo a amigo, puede huir de esta realidad. De una cosa estamos seguros: nuestro Dios es el mismo Dios de él. La tierra Le es preciosa, y herirla es despreciar al Creador. Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia.

KATHY LEE ENTRA EN ESCENA

Una vez terminada la conferencia en Brisbane, Australia, salgo del auditorio para firmar los ejemplares del libro. Como es un bello atardecer, los organizadores colocaron la mesa de autógrafos en la parte de afuera de donde se encuentra ubicada la biblioteca.

Las personas se aproximan, conversan, y -aún estando tan lejos de casa-no me siento un extranjero: mis libros llegaron antes que yo, mostraron mis emociones y sentimientos.

De repente, una joven de veintidós años se aproxima, se adelanta en la fila de autógrafos y me encara: