Decidieron entonces rehacer el dibujo a mayor escala. Cuando estuvo listo, el mapa resultó del tamaño del primer piso de un edificio; con todo, algunos consejeros del rey argumentaron:
– No se alcanzan a ver los caminos de los bosques.
Y los sabios geógrafos continuaron dibujando mapas cada vez más grandes, con más y más detalles del país.
Cuando finalmente lograron el mapa perfecto, llamaron al rey y lo llevaron a un inmenso desierto. Cuando llegaron, le mostraron una extraña tienda de campaña que se extendía hasta el horizonte.
– ¿Qué es ésto?
– El mapa del país -respondieron los geógrafos. -Como tratamos de hacerlo lo más parecido posible a la realidad, resultó tan grande que ocupó todo el desierto.
– El temor a cometer un error, la mayoría de las veces, termina llevándonos a cometerlo -dijo el rey. -El mapa es tan detallado, que no sirve para nada.
Y mandó ahorcar a los geógrafos.
EL DISCÍPULO IMPACIENTE
Después de una exhaustiva sesión matinal de oraciones en el monasterio de Piedra, el novicio le preguntó al abate:
– ¿Todas estas oraciones que usted nos enseña, hacen que Dios se acerque a nosotros?
– Te voy a responder con otra pregunta -dijo el abad. -¿Todas estas oraciones que rezas harán que el sol salga mañana?
– ¡Claro que no! ¡El sol sale porque obedece a una ley universal!