– ¿Qué pasó con la familia que vivía aquí hace diez años? -preguntó.
– Siguen siendo los dueños del lugar -fue la respuesta.
Sorprendido, entró corriendo a la casa, y el dueño lo reconoció. Preguntó cómo estaba el filósofo, pero el joven estaba por demás ansioso por saber cómo habían conseguido mejorar la finca, y arreglárselas tan bien en la vida:
– Bueno, nosotros teníamos una vaca, pero cayó a un precipicio y murió -dijo el señor. -Entonces, para poder alimentar a mi familia, tuve que plantar hierbas y legumbres. Las plantas demoraban en crecer, así que comencé a cortar madera para vender. Al hacerlo, tuve que replantar los árboles, y me ví en la necesidad de comprar plantas. Al comprar plantas, pensé en la ropa de mis hijos, y se me ocurrió que tal vez pudiera cultivar algodón. Pasé un año difícil, pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, ya estaba exportando legumbres, algodón, hierbas aromáticas. Nunca me había dado cuenta del potencial que tenía aquí: ¡resultó bueno que la vaquita muriera!
EL GUSTO Y LA LENGUA
Un maestro zen descansaba con su discípulo. En un determinado momento, sacó un melón de sus alforjas, lo dividió en dos, y ambos comenzaron a comerlo.
En medio de la comida, el discípulo dijo:
– Mi sabio maestro, sé que todo lo que usted hace tiene un sentido. Compartir este melón conmigo tal vez sea una señal de que tiene algo para enseñarme.