El maestro siguió comiendo en silencio.
– Por su silencio, entiendo la pregunta oculta -insistió el discípulo. -Y debe ser la siguiente: ¿el gusto que estoy experimentando al comer esta deliciosa fruta está en qué lugar: en el melón o en mi lengua?
El maestro nada dijo. El discípulo, entusiasmado, prosiguió:
– Y como todo en la vida tiene un sentido, pienso que estoy cerca de la respuesta a esta pregunta: el gusto es un acto de amor y de interdependencia entre los dos, porque sin el melón no habría un objeto de placer, y sin la lengua…
– ¡Basta! -dijo el maestro. -Los más tontos son aquellos que se juzgan más inteligentes y que buscan una interpretación para todo! El melón está sabroso, ésto es más que suficiente, ¡y déjame comerlo en paz!
EL HOMBRE QUE PERDONABA
Hace muchos años, vivía un hombre que era capaz de amar y perdonar a todos los que encontraba en su camino. Por esta razón, Dios envió un ángel para que hablara con él.
– Dios me pidió que viniera a visitarte y que te dijera que Él quiere recompensarte por tu bondad -dijo el ángel… Cualquier gracia que desees, te será concedida. ¿Te gustaría tener el don de curar?