A partir de ese día, nunca más lo molestaron.
LA ESENCIA DEL PERDÓN
Uno de los soldados de Napoleón cometió un crimen -la historia no cuenta cuál-y fue condenado a muerte.
En la víspera del fusilamiento, la madre del soldado fue a implorar para que la vida de su hijo fuese preservada.
– Señora mía, lo que su hijo ha hecho no merece clemencia.
– Lo sé -dijo la madre. -Si la mereciera, no sería realmente un perdón. Perdonar es la capacidad de ir más allá de la venganza o de la justicia.
Al escuchar estas palabras, Napoleón conmutó la pena de muerte por el exilio.
EL PRESENTE DE INSULTOS
Cerca de Tokyo vivía un gran samurai, muy anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de sus años, circulaba la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero -conocido por su total falta de escrúpulos-apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento, y, dotado de una inteligencia privilegiada para aprovecharse de los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.