– De acuerdo -respondió el fantasma, confiado.
– Esta tarde, estuve en el mercado, y en determinado momento tomé un puñado de granos de trigo de una bolsa.
– Lo ví -dijo el fantasma.
– La pregunta es la siguiente: ¿cuántos granos de trigo tomé?
El fantasma, en ese mismo momento, cayó en la cuenta que no conseguiría jamás responder a la pregunta. Para evitar ser perseguido por los dioses en la oscuridad eterna, desapareció para siempre.
Dos días después, Hitoshi se acercó a la casa del maestro zen.
– Vine a agradecerle.
– Aprovecha para aprender las lecciones que formaron parte de esta experiencia tuya -le respondió Bashó.
"En primer lugar, ese espíritu regresaba siempre porque tú le tenías miedo. Si quieres ahuyentar una maldición, no le des ninguna importancia.
"Segundo: el fantasma sacaba provecho de tu sentimiento de culpa: cuando nos sentimos culpables, siempre deseamos -inconcientemente-que nos castiguen.
"Y finalmente: nadie que realmente te amase te habría obligado a hacer este tipo de promesa. Si tú quiere entender el amor, aprende de la libertad".
EN MEDIO DE LOS INOCENTES
El sabio rey Weng quiso visitar la prisión de su palacio. Y comenzó a escuchar las quejas de los presos: