Cuando era un joven, Beethoven decidió escribir algunas improvisaciones sobre la música de Pergolesi. Se dedicó durante meses al trabajo, y finalmente tuvo el valor de divulgarlo.
Un crítico publicó una página entera en un diario alemán, atacando con ferocidad la música del compositor.
Beethoven, sin embargo, no se alteró con los comentarios. Cuando sus amigos le insistieron para que le respondiese al crítico, él simplemente comentó:
– Lo que tengo que hacer es seguir trabajando. Si la música que compongo es todo lo buena que creo, va a sobrevivir al periodista. Si logra la profundidad que espero que tenga, va a sobrevivir al diario mismo. Entonces, si este ataque feroz de ahora es recordado en el futuro, sólo será para utilizarlo como ejemplo de la imbecilidad de los críticos.
Beethoven tuvo toda la razón. Más de cien años después, la tal crítica fue recordada en un programa de radio de San Pablo.
EL SACERDOTE Y EL HIJO
Durante muchos años, un sacerdote bramán cuidó de una capilla. Cuando necesitó viajar, pidió a su hijo que se encargara de las tareas diarias hasta su retorno. Entre esas tareas, el niño debía colocar las ofrendas de alimento frente la Divinidad, y observar si Ella comía.
El niño se dirigió, entusiasmado, hasta el templo donde el padre trabajaba. Dejó el alimento, y se quedó aguardando las reacciones de la imagen.