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Entretanto, el gobierno israelí reunía los nombres de los salvadores, para recompensarlos por sus esfuerzos. Una de las formas en las que el estado judío trataba de reconocer su deuda para con aquellos héroes consistía en plantar árboles en su homenaje. Cuando se reveló la valentía de Sugihara, las autoridades israelíes planearon, como de costumbre, plantar un bosque de cerezos -el árbol tradicional de Japón-en su memoria.

De pronto, en una decisión fuera de lo común, la orden quedó sin efecto. Ellos decidieron que, en relación con la bravura de Sugihara, los cerezos eran un símbolo insuficiente. Optaron entonces por un bosque de cedros, después de haber llegado a la conclusión que el cedro era más vigoroso y tenía más connotaciones sagradas, por haber sido usado en el Primer Templo.

Después de que los árboles fueron plantados, las autoridades descubrieron que "Sugihara" en japonés significa… bosque de cedros.

INVOCANDO A BUDA

Cierta mujer invocaba centenares de veces por día el nombre de Buda, sin que jamás hubiera entendido la esencia de sus enseñanzas. Después de diez años, todo lo que consiguió fue aumentar su amargura y desesperación, creyendo que no era escuchada.

Un monje budista se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, y una tarde fue hasta su casa:

– ¡Señora Cheng, abra la puerta!