"Borrar la historia personal, y sus tres técnicas compañeras, son los medios que usa el brujo para cambiar la fachada de los elementos de la isla. Por ejemplo, al borrar tu historia personal, le quitaste el uso al tener lástima por ti mismo; para que la compasión por ti mismo funcionara tenías que sentirte importante, irresponsable, inmortal. Cuando esos sentimientos se alteraron en alguna forma, ya no te fue posible tenerte lástima.
"Lo mismo vale para todos los otros elementos que has cambiado en tu isla. Sin usar esas cuatro técnicas, jamás habrías logrado cambiarlos. Pero cambiar fachadas significa sólo que uno ha asignado un sitio secundario a un elemento antes importante. Tu compasión por ti mismo sigue siendo un detalle de tu isla; seguirá allí, relegada al segundo plano, igual que la idea de tu muerte, o tu humildad, o la responsabilidad de tus actos, estaban allí, sin usarse nunca."
Don Juan dijo que, una vez presentadas todas esas técnicas, el aprendiz llegaba a una encrucijada. Según su sensibilidad, hacía una de dos cosas. Tomaba en lo que valían las recomendaciones y los consejos de su maestro, actuando sin esperar recompensa, o bien tomaba todo como un chiste o una aberración.
Observé que, en mi propio caso, la palabra "técnicas" me había confundido. Siempre esperaba yo una serie de direcciones precisas, pero él sólo me daba vagas sugerencias, y yo había sido incapaz de tomarlas en serio o de actuar en concordancia con sus estipulaciones.
– Ése fue tu error dijo-. Entonces tuve que decidir si usar o no las plantas de poder. Podrías haber empleado esas cuatro técnicas para limpiar y reordenar tu isla del tonal. Te habrían llevado con el nagual. Pero no todos somos capaces de reaccionar a simples recomendaciones. Tú, y yo si a ésas vamos, necesitábamos otra cosa que nos sacudiera; necesitábamos esas plantas de poder.
En verdad, yo había tardado años en advertir la importancia de aquellas primeras sugerencias hechas por don Juan. El extraordinario efecto que las plantas psicotrópicas tuvieron sobre mí fue lo que me dio la idea de que su uso era el elemento clave en las enseñanzas. Me aferré a dicha convicción, y sólo en los años posteriores de mi aprendizaje caí en la cuenta de que las transformaciones y los descubrimientos significativos de los brujos siempre se realizaban en estados de sobriedad consciente.
– ¿Qué habría pasado si yo hubiera tomado en serio sus recomendaciones? -pregunté.
– Habrías llegado al nagual -repuso.
– Pero ¿habría llegado al nagual sin tener benefactor?
– El poder da de acuerdo a tu impecabilidad -dijo-. Si hubieras empleado seriamente esas cuatro técnicas, habrías juntado suficiente poder personal para hallar un benefactor. Habrías sido impecable y el poder habría abierto las vías necesarias. Ésa es la regla.
– ¿Por qué no me dio usted más tiempo? -pregunté.
– Tuviste todo el tiempo que necesitabas -dijo-. El poder me mostró el camino. Una noche te di un acertijo que resolver; tenías que hallar tu sitio frente a la puerta de mi casa. Esa noche tú actuaste de maravilla, pero a la mala, y en la mañana te dormiste sobre una piedra muy especial que yo había puesto allí. El poder me mostró que había que empujarte sin misericordia para que hicieras algo.
– ¿Me ayudaron las plantas de poder? -pregunté.
– Claro -dijo-. Te abrieron al detener tu visión del mundo. En este aspecto, las plantas de poder tienen el mismo efecto sobre el tonal que la forma correcta de andar. Ambas cosas lo inundan de información y fuerzan el diálogo interno a detenerse. Las plantas son excelentes para eso, pero muy costosas. Causan al cuerpo un daño incalculable. Ésa es su desventaja, sobre todo con la yerba del diablo.
– Si sabia usted que eran tan peligrosas, ¿por qué me dio tantas, y tantas veces? -pregunté.
Me aseguró que los detalles del procedimiento eran decididos por el poder mismo. Dijo que, si bien se suponía que las enseñanzas cubrieran los mismos asuntos en el caso de todo aprendiz, el orden era diferente para cada uno, y que él había recibido repetidas indicaciones de que yo necesitaba una gran cantidad de coerción para que me molestara en hacer cualquier cosa.
– Estaba yo tratando con un ser inmortal lleno de arrogancia que no tenía respeto por su vida ni por su muerte -dijo, riendo.
Mencioné el hecho de que él había descrito y discutido aquellas plantas en términos de cualidades antropomórficas. Sus referencias a ellas sugerían invariablemente que las plantas poseían personalidad. Replicó que ése era un medio prescrito para desviar la atención del aprendiz del verdadero propósito, que era detener el diálogo interno.
– Si sólo se usan para detener el diálogo interno, ¿cuál es su conexión con el aliado? -pregunté.
– Eso es un punto difícil de explicar -dijo-. Esas plantas llevan al aprendiz directamente al nagual, y el aliado es un aspecto del nagual. Funcionamos exclusivamente en el centro de la razón, sin importar quiénes somos ni de dónde venimos. La razón puede naturalmente responder en una u otra forma por todo lo que ocurre dentro de su visión del mundo. El aliado es algo que se halla fuera de esa visión, fuera del terreno de la razón. El aliado se puede atestiguar solamente en el centro de la voluntad en momentos en que nuestra visión ordinaria se ha parado, por ello, el aliado es propiamente el nagual. Los brujos, sin embargo, pueden aprender a percibir el aliado en una forma de lo más intrincada, y al hacerlo así, se meten demasiado adentro en una nueva visión. Así que, para protegerte de ese destino, yo no recalqué el aliado como los brujos lo hacen. Tras generaciones de usar plantas de poder, los brujos han aprendido a dar cuenta en sus visiones de todo lo que se pueden dar cuenta acerca de ellas. Yo diría que los brujos, al usar su voluntad, han logrado ampliar sus visiones del mundo. Mi maestro y mi benefactor eran claros ejemplos de esto. Eran hombres de gran poder, pero no eran hombres de conocimiento. Jamás rompieron las barreras de sus enormes visiones y por eso jamás llegaron a la totalidad de sí mismos, aunque sabían que existía. No era que viviesen vidas aberradas, tratando de agarrar cosas más allá de su alcance; sabían que habían perdido la ocasión y que sólo a la hora de su muerte se les revelaría el misterio total. La brujería les había permitido echar sólo un vistazo, pero nunca les dio el verdadero medio de llegar a esa esquiva totalidad de uno mismo.
"Yo te di lo suficiente de la visión de los brujos sin permitir que te enganchara. Te dije que si uno hace encarar a dos visiones, la una contra la otra, puede escurrirse entre ambas para llegar al mundo real. Me refería a que sólo puede llegarse a la totalidad de uno mismo cuando uno tiene bien entendido que el mundo es simplemente una visión, sin importar que esa visión pertenezca a un hombre común o a un brujo.
"Aquí es donde me he apartado de la tradición. Tras una lucha de toda la vida, sé que lo importante no es aprender una nueva descripción sino llegar a la totalidad de uno mismo. Hay que llegar al nagual sin maltratar al tonal, y sobre todo, sin dañar el cuerpo. Tú tornaste esas plantas siguiendo los pasos exactos que yo mismo seguí. La única diferencia fue que, en vez de sumergirte en ellas, te detuve cuando creí que ya habías juntado suficientes visiones del nagual. Ésa es la razón por la que nunca quise discutir tus encuentros con plantas de poder, ni dejarte hablar como loco de ellas; no venía al caso tratar de hablar de lo que no se puede hablar. Ésas fueron verdaderas excursiones al nagual, a lo desconocido."
Mencioné que mi necesidad de hablar sobre mis percepciones bajo la influencia de plantas psicotrópicas, se debía al interés por aclarar una hipótesis mía. Me hallaba convencido de que, con ayuda de dichas plantas, don Juan me había dado memorias de inconcebibles formas de percibir. Esas memorias, que en el momento de experimentarlas pudieron parecerme idiosincrásicas y desconectadas de todo lo significante, se ensamblaban después en unidades de significado. Supe que don Juan me había guiado certeramente en cada ocasión, y que cualquier ensamblaje de significado se realizaba bajo su guía.