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Esa teoría no era mucho más factible. Solicité de nuevo el menú. Si Alis había conseguido un trabajo en el coro, podría haber logrado otros. Escruté los musicales, tratando de recordar cuáles tenían números de coro. Cantando bajo la lluvia los tenía: la escena de la fiesta de la que yo había quitado el champán.

Solicité el registro de cambios para encontrar el número de fotograma y avancé hasta donde no había champán, cuando Donald O'Connor decía: «Hay que pasar una película en una fiesta. Es una ley de Hollywood», dejé atrás dicha película, hasta el principio del número del coro.

Chicas con falditas rosa y sombreros anchos subían corriendo al escenario al ritmo de «You Are My Lucky Star» y con un mal ángulo de cámara. Iba a tener que hacer una ampliación para ver sus caras con claridad. Pero no hubo necesidad. Encontré a Alis.

Tal vez habría conseguido sobornar a Virginia Gibson. A lo mejor incluso había conseguido esconderla a ella y a la pelirroja de Té para dos detrás de sus respectivos decorados. Pero Debbie Reynolds no tenía ningún problema con las SA, y si Alis la hubiera ocultado detrás de un escenario, alguien se habría dado cuenta.

No era un viaje en el tiempo. Era otra cosa, una ilusión generada por ordenador de algún tipo en la que ella conseguía de algún modo bailar y aparecer en la película. En ese caso, no había desaparecido para siempre en el pasado. Estaba todavía en Hollywood. Y yo iba a encontrarla.

Apaga —le dije al comp, cogí la chaqueta y me largué.

TÓPICO CINEMATOGRÁFICO N.° 419: La huida frustrada. Héroe/heroína en plena evasión, casi escapa de los malos, los elude, está a punto de conseguirlo; el villano aparece de pronto y dice: «¿Vas a alguna parte?»

VER: La gran evasión, El Imperio contraataca, Con la muerte en los talones, Los 39 escalones.

Heada se encontraba ante la puerta, cruzada de brazos, dando golpecitos con el pie. Rosalind Russell como la hermana superiora en Ángeles rebeldes.

—Deberías estar en la cama —dijo.

—Me encuentro bien.

—Eso es porque aún no te has desintoxicado del todo. Unas veces tarda más que otras. ¿Has orinado?

—Sí. Cubos enteros. Ahora, si me disculpa, hermana Ratchet…

—Vayas adonde vayas, puede esperar hasta que estés limpio —replicó ella, bloqueándome el paso—. En serio. La ridigraña no es cosa de broma. —Me condujo de vuelta a la habitación—. Quédate aquí y descansa. ¿Adónde ibas? ¿A ver a Alis? Porque si es así, ella no está. Dejó todas sus clases y abandonó la residencia.

Y está con el jefe de Mayer, quería decir.

—No iba a ver a Alis.

—¿Adónde ibas?

Era inútil mentirle a Heada, pero lo intenté de todas formas.

—Virginia Gibson aparece en Una cara con ángel. Quería conseguir una copia.

—¿Por qué no puedes conseguirla por fibra-op?

—Aparece Fred Astaire. Por eso te pregunté si había salido del litigio. —Dejé que esta información calara durante un par de fotogramas—. Dijiste que podría ser un simple parecido. Quería ver si es Alis o simplemente alguien que se le parece.

—¿Y por eso ibas a salir a buscar una copia pirata? —preguntó Heada, como si casi me creyera—. Tú dijiste que aparecía en seis musicales. Todos no están en litigio, ¿verdad?

—No había ningún primer plano en Atenea —contesté, y esperé que no preguntara por qué no podía conseguir una ampliación—. Y ya sabes lo que ella siente por Fred Astaire. Si aparece en una película, será en Una cara con ángel.

Nada de todo esto tenía sentido, ya que la idea era supuestamente encontrar alguna cita donde estuviera Virginia Gibson, no Alis, pero Heada asintió cuando mencioné a Fred Astaire.

—Puedo conseguirte una.

—Gracias. Ni siquiera tiene que ser digitalizada. Con una cinta me arreglo. —La conduje a la puerta—. Me quedaré aquí y me acostaré y dejaré que la ridigraña haga su trabajo.

Ella volvió a cruzarse de brazos.

—Lo juro —dije—. Te daré mi llave. Puedes encerrarme.

—¿Te acostarás?

—Lo prometo —mentí.

—No lo harás —dijo ella—, y desearás haberlo hecho —suspiró—. Al menos no estarás en los deslizadores. Dame la llave.

Le tendí la tarjeta.

—Las dos.

Le tendí la otra tarjeta.

—Acuéstate —me ordenó Heada; cerró la puerta y me dejó dentro.

TÓPICO CINEMATOGRÁFICO N.° 86: Encerrado.

VER: La culpa ajena, Cumbres borrascosas, El enemigo fantasma, Un marido rico, El hombre del brazo de oro, El coleccionista.

Bueno, de todas formas necesitaba más pruebas antes de enfrentarme a Alis, y empezaba a sentir el dolor de cabeza sobre el que había mentido a Heada. Entré en el cuarto de baño y seguí sus órdenes; luego me acosté y recuperé Cantando bajo la lluvia.

No había ninguna línea mate delatora ni sombras pixeladas, y cuando hice una comprobación de ruidos, no encontré ningún signo de degradación irregular. Cosa que no demostraba nada. Yo podía hacer pastiches indetectables con una quinta parte del whisky de William Powell en La cena de los acusados.

Necesitaba más datos. Preferiblemente algo en plano general y en toma continua, pero Fred seguía en litigio. Volví a pedir la lista de musicales. Alis llevaba un polisón el día que fui a verla, lo que significaba una pieza de época. No Espérame en San Luis. Había dicho que no había bailes. Magnolia, tal vez. O Gigi.

Las repasé ambas, buscando parasoles y cabellos a contraluz, pero tardé una eternidad, y al final acabé mareado.

—Búsqueda global —dije, frotándome los ojos—, coreografías de baile. —Me pasé los siguientes diez minutos explicándole al comp lo que era una coreografía—. Avanza a 40 —indiqué, y empecé con Carrusel.

El programa funcionaba bien, aunque de todas formas tardaría una eternidad. Pensé en eliminar el ballet, decidí que el comp no tendría más idea que Hollywood de lo que era, y añadí una anulación en cambio.

—Instante a siguiente coreografía, pista —dije—. Siguiente, por favor. —Pedí A la luz de la luna.

Era otro despliegue de monerías de Doris Day, tan cargada que el programa anulados tardó demasiado en atravesarla, pero al menos pude decir «siguiente, por favor» cuando vi que no había polisones.

La historia de Irene Castel —dije. No, ésa era de Fred Astaire. ¿Las chicas de Harvey?

Encontré otra nota legal. ¿Todo el mundo estaba en litigio? Pedí el menú, buscando piezas de época.

En el bello verano —dije, y de inmediato me arrepentí. Era una de Judy Garland, y Alis tenía razón, no había bailes en las películas de Judy Garland. Traté de recordar qué más había dicho aquella noche en mi habitación y qué películas había pedido. Un día en Nueva York.

No estaba en litigio. Pero su némesis, Gene Kelly, actuaba en ella, dando saltos con un trajecito blanco de marinero y haciendo que pareciera difícil.

—Siguiente, por favor —solicité, y Ann Miller apareció con un vestido corto, mejillas sonrosadas y figura de Marilyn, bailando entre esqueletos de dinosaurios. Incluso con maquillaje y refuerzo digital, no se la podría haber confundido con Alis, y tuve la sensación de que eso era importante, pero el claqueteo de los zapatos de Ann me martirizó los oídos. Pasé al número de Meadowville que Alis había dicho que le gustaba, Vera-Ellen y el superenérgico Gene Kelly en un zapateado. Vera-Ellen era más de la talla de Alis, incluso llevaba un lazo en el pelo, pero tampoco era ella.