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Y lo estuvo hasta el día siguiente. Y cuando quise comprobarlo permaneció en litigio todo el tiempo que la estuve buscando.

Y durante ocho meses antes que eso, en una alegación de Tesoro Nacional que había presentado la Sociedad de Conservación Cinematográfica. La noche que vi Siete novias, llevaba fuera de litigio exactamente dos horas. Y volvió a estarlo una hora después.

Alis sólo llevaba trabajando seis meses en Ha Nacido Una Estrella. Siete novias estuvo en litigio todo el tiempo. Hasta después de que yo la encontrara. Hasta después de que yo le dijera que la había visto en la película. Y cuando se lo dije, ella comentó:

¿Siete novias para siete hermanos? ¿Estás seguro?

Y yo pensé que estaba sorprendida porque las piruetas eran muy difíciles, sorprendida porque no había intentado superponer su imagen en la pantalla.

Siete novias no había salido de litigio hasta el día siguiente.

Y una semana y media después, Alis vino a mí. Vino directamente de los deslizadores, directamente de practicar con el arnés y la armadura que había pensado podría funcionar, «después de lo que dijiste la otra noche». Y había funcionado. «Supongo —había dicho—. Quiero decir…»

Había venido directamente desde el ensayo, con el trajecito rosa de Virginia Gibson, sus pantalones, el disfraz para el baile del granero que acababa de hacer. La escena del granero que yo había visto seis semanas antes de que la hiciera. Mi teoría de que había retrocedido en el tiempo era cierta después de todo, aunque sólo fuera su imagen, sólo píxels en una pantalla. Ella tampoco había estado intentando descubrir el viaje en el tiempo. Sólo había intentado aprender pasos de baile, pero la pantalla ante la que ensayó no era taclass="underline" era una región de materia negativa, llena de electrones aleatorios y superposiciones potenciales. Llena de posibilidades.

Nada es imposible, Vincent, pienso, mientras veo a Alis haciendo rápidos giros con su body de lentejuelas. No si sabes lo que quieres.

Heada contacta conmigo.

—Estaba equivocada. El Ford trimotor está al principio de la segunda película, Indiana Jones y el Templo maldito. Empieza con el fotograma…

—Ya lo he encontrado —digo, frunciendo el ceño hacia la pantalla donde Alis, con su peluca rubio platino, hace un paso de barrido.

—¿Qué ocurre? —pregunta Heada—. ¿No va a funcionar?

—No estoy seguro. ¿Cuándo va a zanjarse el litigio de Fred Astaire?

—Dentro de un mes —responde rápidamente—. Pero enseguida empezará otro. Sofracima-Rizzoli reclama infringimiento de copyright.

—¿Quién demonios es Sofracima-Rizzoli?

—El estudio que posee los derechos de una película que Fred Astaire hizo en los setenta. El taxi púrpura. Supongo que llegarán a un acuerdo. ¿Por qué? —dice, recelosa.

—El avión de Volando a Río de Janeiro. He decidido que eso es lo que quiero.

—¿Un biplano? No tienes que esperar para eso. Hay montones de películas con biplanos. Las águilas azules, Alas, La gran ruta hacia China… —se interrumpe, parece triste.

—¿Tienen deslizadores en China?

—¿Qué dices? Tienen suerte de disponer de bicicletas. Y suficiente para comer. ¿Por qué? —dice ella, súbitamente interesada—. ¿Has descubierto dónde está Alis?

—No.

Heada vacila, tratando de decidir si debe contarme algo.

—El ayudante del director de plato ha vuelto de China. Por lo visto, corren rumores acerca de la tercera revolución cultural. Quemas de libros, reeducación, han clausurado al menos un estudio y detenido a todo el equipo de rodaje.

Debería estar preocupado, pero no lo estoy, y Heada, que lo sabe todo, reacciona inmediatamente.

—¿Ha vuelto? —pregunta—. ¿Has tenido noticias suyas?

—No —digo, porque finalmente he aprendido a mentirle a Heada, y porque es verdad. No sé dónde está ella, ni he tenido noticias suyas. Pero he recibido un mensaje.

Fred Astaire ha salido dos veces de litigio desde que Alis se marchó, una vez entre demandas de copyright durante exactamente ocho segundos, y la otra hace un mes, cuando la AFI presentó una demanda alegando que era un hito histórico.

Esa vez yo estaba preparado. Tenía en opdisk, backup y cinta el número del Beguine, y estaba preparado para comprobarlo antes de que la alarma dejara de sonar.

Fue en plena noche, como de costumbre, y al principio pensé que todavía estaba durmiendo o que experimentaba un último destello.

—Amplía superior derecha —ordené, y volvía a verlo otra vez. Y otra. Y a la mañana siguiente.

Fue siempre igual, y el mensaje alto y claro: Alis se encuentra bien, a pesar de insurreciones y revoluciones, y ha hallado un lugar para practicar y alguien que le enseñe los pasos de Eleanor Powell. Y va a regresar, porque China no tiene deslizadores, y cuando lo haga, va a bailar el Beguine con Fred Astaire.

O tal vez ya lo ha hecho. La vi en el número de la construcción del granero de Siete novias seis semanas antes de que lo hiciera, y han pasado cuatro desde que la descubriera en Melodías. Tal vez ya ha vuelto. Tal vez ya lo ha hecho.

No lo creo. Le prometí al actual James Dean de Ha Nacido Una Estrella el suministro de chooch de toda una vida si me avisaba cuando alguien tocara el Digimatte, y Fred sigue en litigio. Y no sé hasta dónde retrocede en el tiempo la superposición. Seis semanas antes de que lo hiciera cuando la vi en Siete novias. No hay forma de saber cuánto tiempo llevaba su imagen allí. Menos de dos años, porque no estaba en La calle 42 cuando la vi por primera vez, cuando empezaba con la lista de Mayer, y sí, sé que estaba colocado y que puede que se me pasara por alto. Pero yo creo que no. Reconocería su cara en cualquier parte.

Así que menos de dos años. Y Heada, que lo sabe todo, dice que Fred saldrá del litigio dentro de tres meses.

Mientras tanto, estoy ocupado haciendo remakes y tratando de que sean buenos, naciendo que Mayer hable con ILMGM para que registre a Ruby Keeler y Eleanor Powell, trabajando para la Resistencia. Incluso he dado con un final feliz para Casablanca.

Es después de la guerra, y Rick ha vuelto a Casablanca después de luchar junto a la Resistencia, después de quién sabe qué penalidades. El café Américain se ha quemado, y todo ha desaparecido, incluso el loro, incluso Sam, y Bogie se queda de pie contemplando las ruinas durante un rato, y entonces empieza a caminar entre los escombros, intentando ver qué puede salvar.

Encuentra el piano, pero cuando le da la vuelta, la mitad de las teclas se caen. Da con una botella de escocés intacta entre las ruinas y la coloca sobre el piano y empieza a buscar un vaso alrededor. Y allí está ella, de pie en lo que queda de la puerta.

Parece distinta, lleva el pelo recogido hacia atrás, y parece más delgada, cansada. A verla enseguida se adivina que Paul Henreid ha muerto y que ella ha sufrido mucho, pero esa cara se reconocería en cualquier parte.

Ella se queda en la puerta, y Bogie, todavía intentando encontrar un vaso, alza la cabeza y la descubre.

No hay diálogo. No hay música. No hay abrazos, a pesar de las bienintencionadas ideas de Heada. Sólo ellos dos, que pensaron que nunca volverían a verse, observándose.

Cuando acabe con mi remake, pondré mi final de Casablanca en el comp de Felices Para Siempre Jamás para los turatas.

Mientras tanto, tengo que separar a mis enamorados y enviarlos a sufrir penalidades diversas para que expíen sus pecados. Para lo cual necesito un avión.

Pongo el disco de «Anything Goes» en disco y backup, por si Kate Capshaw entra en litigio, o luego avanzo hasta el Ford trimotor y lo salvo también, por si el biplano no funciona.