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– ¿Dónde está ahora? -preguntó Marcus.

– Con Daniel en su residencia de la universidad, escondido como un polizón. No le gustó que me fuera, y pensé que estando con los chicos se sentiría mejor. Los chicos están cuidando de él, pero tengo que volver.

– Ya lo veo. Estás llevando toda esa responsabilidad tú sola…

– Son mi familia -respondió Rose, a quien no le había gustado el tono que había usado él-. ¿Tú qué harías?

Se miraron en silencio y ella pensó que, de haber estado en su lugar, Marcus habría salido corriendo.

Pero él miró por encima de su hombro y sonrió, y cuando Rose se dio la vuelta, vio a Ruby en la calle, que los saludaba con la mano.

– Te diré lo que vamos a hacer -dijo Marcus, devolviéndole el saludo a Ruby-. Te voy a dejar en manos de Ruby para que te convierta en una bonita novia. Yo tengo que atar algunos cabos sueltos, pero después me casaré contigo y te llevaré a Australia. Con dos condiciones.

– ¿Cuáles?

– Que no me hagas ordeñar una vaca y que no me dejes a cargo de un chico de doce años.

Ruby tenía la idea de un verdadero vestido de novia y nada podía hacerle cambiar de opinión. Además, ¡la boda era en cuatro horas!

– Puedo casarme con lo que llevo puesto -dijo Rose, que ya se sentía condenada.

– La mitad de las mujeres de todo el mundo están deseando casarse con Marcus Benson… ¿y tú vas a llevar ropa de diario? Rose, te está haciendo un favor. Lo mínimo que puedes hacer es aceptar la forma en que lo hace.

Parecía razonable. Pero para aceptarlo, Rose tenía que hacer algo: tragarse su orgullo.

– Estoy arruinada -admitió finalmente.

– Sí -contestó Ruby, tras dudar ligeramente-. Pero Marcus me ha dado un generoso cheque y con él te vamos a preparar para la boda.

Rose dejó escapar un suspiro.

– Le dije…

– Sí, se lo dijiste. Ayer me contó que te había ofendido. Dijo que había intentado comprarte ropa formal y que tú se la arrojaste a la cara. La verdad es que yo también lo habría hecho, pero rechazar un vestido de novia es diferente.

– Él no… No creo que…

– Te vas a casar con él -dijo Ruby con suavidad-. Y no tienes que sentirte culpable por ello, porque Marcus no se casará con nadie más.

– Pero no puedo aceptar su dinero.

– Sí que puedes. Y le estarías haciendo un favor, porque por primera vez se está implicando en algo.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Rose, sorprendida.

– ¿No sabes nada de él?

– Nada, aparte de lo de su madre. Pero el que ella arruinara su vida no quiere decir que Marcus tenga que estar solo para siempre.

– Luchó en la Guerra del Golfo -dijo Ruby-. ¿Y sabías que procede de una familia muy humilde?

– Sí, me lo contó -pero, ¿qué tenía eso que ver con ella?

– ¿También te contó que invirtió el primer centavo que ganó? Es extraordinariamente bueno haciendo dinero. Uno de sus padrastros lo introdujo en el mundo de la informática y desde entonces no ha parado. Invirtió en Internet, incluso antes de que la mayoría de la gente supiera qué era. Pero nunca pudo escapar de su pasado. Su madre desapareció cuando tenía doce años, y desde entonces ha estado solo, luchando con uñas y dientes. Cuando su última familia de acogida lo echó a la calle, se unió al ejército. Dios sabe por qué, pero imagino que porque nunca ha tenido un hogar. Tal vez viera en el ejército algo parecido a una familia, o tal vez no le interesara seguir viviendo.

– Ruby, eso es horrible.

– Lo mismo le ocurrió en las Fuerzas Armadas-continuó Ruby-. Se supone que yo no sé esto, pero un sargento de su regimiento vino a verlo un día que Marcus estaba fuera de la ciudad. Darrell también lo ha pasado muy mal y, siguiendo un impulso, lo invité a comer. Así me enteré de toda la historia. Al principio Marcus era un chico abierto y bromista, pero cuanta más muerte veían, más callado se volvía. Entonces su batallón cayó en una emboscada y murieron casi todos. Para Marcus fue el final. Lo interiorizó todo, nunca habla de ello. Al volver se concentró en construir un imperio y ya está, en su vida no hay nada más. Pero entonces apareciste tú.

– ¿Yo? ¿Qué tengo yo que ver en esto?

– Le importa lo que te ocurra. Por primera vez, se está preocupando por alguien. Está pensando en tu bienestar y se ha ofrecido a casarse contigo. Aunque el matrimonio dure sólo dos semanas, tú serás la única novia que tenga en toda su vida. Piénsalo bien, Rose. ¿No crees que podrías formar parte de esta historia?

– Pero… ¿cómo? ¿Por qué?

Ruby sonrió y tomó las manos de Rose en las suyas.

– Lo único que sé es que va a dejar de hacer dinero por dos semanas porque se está preocupando por ti. Tal vez, si tú le correspondieras haciéndolo divertido…

– ¿Divertido?

– Sospecho-dijo Ruby lentamente- que los dos tenéis problemas en comprender esa palabra; Mira, Marcus me ha dado un cheque por una cantidad obscena de dinero para organizar una boda -dudó un momento y la expresión de su cara cambió-. Una vez tuve una hija. Si Amy siguiera viva, ahora tendría tu edad. Yo podría comprarle un vestido de novia.

Rose la miró atónita. Parecía que no era ella sola la que tenía ciertas carencias.

– Así que, ¿no somos solamente Marcus y yo los que necesitemos divertirnos? -se aventuró a decir.

– Exacto. Y hoy… tal vez hoy y durante las siguientes dos semanas podamos conseguirlo -Ruby sonrió y Rose pudo ver en sus ojos un atisbo de ruego-. Si me dejas, me gustaría convertirte en la novia más hermosa del mundo. Me gustaría demostrarles a todos lo que se puede conseguir en unas pocas horas. Y después escribiré una bonita invitación y se la mandaré a Charles Higgins por correo urgente.

– ¿A ti tampoco te gusta Charles?

– No lo soporto -Ruby se levantó, aún sonriendo-. Bueno, ¿qué me dices? ¿Estás preparada para dejar de lado tus escrúpulos y pasártelo bien? Marcus puede permitírselo, y será maravilloso. Y organizar una boda en cuatro horas puede ser divertido, ¿no?

Rose la miró, sintiendo que cada vez entendía menos lo que estaba ocurriendo y que perdía el control de la situación. Pero si ya había perdido el control, ¿por qué no dejarse llevar durante el resto del día? ¿Por qué no… divertirse?

– Una novia vestida de blanco -murmuró.

– Sí. Y todo lo demás. Conozco el lugar apropiado -afirmó Ruby.

– Es una locura.

– Hagámoslo, Rose. Sé dónde vive ese sargento; está sólo a media hora de aquí. ¿Te parece bien si yo soy la dama de honor y Darrell el padrino? Y seguro que Charles vendrá. Esperará encontrarse con una farsa, pero se encontrará una boda de verdad. Hagámoslo. ¿Por qué no?

– Se me ocurren mil razones -respondió Rose.

– ¿Y alguna de ellas es más importante que disfrutar? -Ruby te echó una mirada a la funeraria que había al otro lado de la calle e hizo una mueca-. La vida es para, vivida. Vamos, te desafío a que lo hagas.

Capítulo 5

MArcus llegaba tarde. Cuando había entrado en su despacho vio que había mil cosas por hacer. Irse a Australia con tan poco tiempo parecía imposible. Pero Ruby se había encargado de organizado todo y allí estaba él, en la limusina con Robert, con diez minutos de retraso.

– Espero que su novia no se haya marchado -dijo Robert, y Marcus lo miró a través del espejo retrovisor.

– ¿Cuánta gente sabe que me voy a casar esta tarde?

– Supongo que todo el mundo. El teléfono de la oficina no ha parado de sonar. Parece que no ha sido muy discreto con sus planes de boda.

No, no lo había sido. ¿Qué ocurriría si había fotógrafos?, pensó de repente. ¿Y si se había enterado la prensa? Deseó que Ruby hubiera sido capaz de convencer a Rose para que se comprara un vestido. Algo bonito.