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– Y porque estabas buscando premeditación?

– Las cartas. Si decimos que todas las declaraciones de amigos, conocidos, gente con la que ella trabajaba, incluso de su esposo y su reemplazante, son válidas, tenemos que aceptar el ángulo de que ella nunca tuvo un amante. Entonces alguien tuvo que plantar las cartas. Alguien tuvo que escribirlas, y ponerlas en su cajón. Después del crimen.

– Porque después?

– Porque una mujer sabe lo que tiene en el cajón de la ropa interior. Si ella hubiera ido por un par de medias, hubiera encontrado las cartas. -Peabody hizo una pausa. -Esto es como un examen?

– Sigue. Armalo para mi.

– Ok, alguien con acceso al departamento de ella, alguien que estuvo ahí la noche que ella murió, puso las cartas en su cajón. Y me parece que la elección del cajón es cosa de una mujer. No es probable que un tipo esté picando en el departamento de lencería para esconder algo. No sabemos cuando fueron escritas las cartas porque no sellos de envío, o estampillas. Podrían haber sido escritas la noche en que fue asesinada. Y si fue así, eso descarta la premeditación y se traslada a cubrir un impulso. Un crimen de pasión.

– Entonces la teoría es que una persona o personas desconocidas asesinaron a Marsha Stibbs en un impulso, luego la pusieron en la bañera esperando cubrir el asesinato con un accidente. Preocupada porque no fuera suficiente, esta persona escribió luego cartas de un amante inexistente, las plantó en el cajón de la víctima para que luego pudiera aparentar que ella fue asesinada por un amante inexistente en una discusión.

– Ok, eso suena un poco fuera de lugar.

– Entonces mételo en su lugar.

– Estoy nerviosa, porque ésto realmente se siente como una prueba. -Peabody aclaró su garganta cuando Eve simplemente le envió una mirada pétrea. -Algo del resto de la teoría es sólo instinto. Mira en la forma en que los dos reaccionaron con nosotras. Boyd parecía triste, un poco tembloroso inicialmente, pero se alegró de que fuéramos. Podría haber sido una actuación, pero no tuvo tiempo para prepararse, y parecía real su insistencia en que Marsha no tenía un amante.

Hizo una pausa, esperando la afirmación o la refutación de Eve, pero no obtuvo más que silencio. -Ok, sigo. La coartada de él es sólida, y aún si hubiera arreglado el asesinato, me parece que debería haber estado nervioso o molesto cuando nos metimos en su agradable nueva vida y abriendo la posibilidad de exponerlo. Por el otro lado, cuando ella llegó, se asustó, se enojó, y quiso que nos fuéramos. Fuera de su agradable nueva vida con el esposo de su amiga muerta. Tal vez es una reacción normal, pero podría tomarse fácilmente como ser culpable y con miedo a quedar expuesta.

– Culpable porque ella estaba… como era eso? Enroscándose con el esposo de su amiga muerta antes de que la amiga estuviera muerta?

– Tal vez, pero que si no lo estaba? -Ansiosa y un poco excitada, Peabody se giró en el asiento para enfrentar el perfil de Eve. -Que si ella sólo lo deseaba? Que si ella estaba enamorada de él, y él está ahí, justo cruzando el hall, día tras día, felizmente casado, viéndola como a una amiga de su esposa? Ella lo quiere para sí, pero él nunca se va a fijar en ella mientras esté Marsha en el cuadro. Es culpa de Marsha que él no pueda amarla. Es culpa de Marsha que ella no esté viviendo en ese agradable hogar soñado, con su grandioso esposo, tal vez un par de bonitos niños por el camino. Eso la jode, la hace infeliz. Ella siempre estuvo actuando como la amiga y vecina y no puede sacarse de la cabeza la fantasía de cómo podría ser.

– Que crees que hizo ella?

– Ella tuvo un enfrentamiento con Marsha. Boyd está fuera de la ciudad, ahora es el momento. Atacó a Marsha por salir a trabajar cada día en vez de quedarse en casa y cuidar de su hombre. Ella no se merece a Boyd. Si ella fuera su esposa, se quedaría ahí para hacer las comidas, comprar los alimentos. Le daría un hijo. Le daría una familia. Pelearon por eso.

Ella quería verlo así, y sabía que Eve podía ver más cosas. Pero las imágenes era indistintas. -Probablemente Marsha le dijo que se fuera al infierno. Que se mantuviera fuera del camino de su esposo. Apuesto que le dijo que le iba a decir todo a Boyd. Que ninguno de ellos querría tener nada que ver con ella otra vez. Eso fue demasiado para Maureen. Empujó a Marsha y cuando cayó, se partió la cabeza. El archivo dice que había caído contra la esquina de una mesa de vidrio reforzado y eso la mató. Ella entró en pánico, trató de cubrirlo. Desnudó a Marsha, la puso en la bañera. Tal vez creerían que se había resbalado, golpeado la cabeza en la bañera y se había ahogado.

– Pero luego empezó a pensar de nuevo, y pensó que tal vez no creerían que era un accidente. Más aún, era una oportunidad. Como un regalo. Ella no había querido matarla, pero había pasado. No podía remediarlo. Si Boyd y la policía creían que Marsha tenía un amante, podía resolver todo. Lo iban a ver como un sospechoso. Porque iban a fijarse en ella? Así que escribió las cartas, las plantó, y luego se fue a casa y esperó para hacer su juego. Apuesto a que después de un tiempo, empezó a creer que había sucedido en la forma que ella había hecho ver. Era la única manera que podía vivir con eso, la única manera en que podía dormir junto a él nocha tras noche y no enloquecer.

Ella suspiró, tragando duro porque su garganta estaba seca. -Esa es la teoría que estoy trabajando. Vas decirme que la jodí?

– Como llegaste a eso?

– Estuve revisando los reportes, los datos, las fotografías. Leí las declaraciones hasta que me dolieron los ojos. Luego estuve tendida en la cama anoche con todo eso dando vueltas por mi cabeza. Entonces lo puse todo en esta esquina de mi cerebro, y usé el resto de él para tratar de pensar como tú. O como creo que tú piensas. Tú sabes, como caminas por la escena del crimen y empiezas a visualizar, como si estuvieras viendo todo lo que sucedió. Y esa fue la forma en observé lo que sucedió. Un poco turbia, pero es como yo lo vi.

Empezó a soltar otro profundo suspiso, y parpadeó. -Estás sonriendo.

– Vas a ir a verla cuando él no esté alrededor. Vas a interrogarla cuando esté sola. Con él y la niña, ella va tener las defensas levantadas. Puede decirse a sí misma que los está protegiendo. Llévala a Entrevista. Hazlo formal. Ella no va a querer, pero el uniforme puede intimidarla ahí adentro. No es probable que chille pidiendo un abogado enseguida, porque le va a preocupar que la haga aparecer culpable. Déjame saber cuando estés lista para meterla ahí y voy a tratar de observar.

Peabody sintió que su corazón latía otra vez. -Piensas que estoy en lo cierto? Piensas que ella lo hizo?

– Oh sí, lo hizo.

– Lo sabías. En el minuto en que ella entró en el apartamento, lo supiste.

– No es la cuestión lo que yo sabía o lo que se. Es tu caso, así que la cuestión es que tú lo sepas y la lleves a ella para que te lo diga.

– Si tú haces la entrevista…

– Yo no voy a hacer la entrevista, tú la harás. Es tu caso. Trabaja con tu enfoque, tu tono, y luego traéla y quiébrala.

Eve se metió en una entrada, y Peabody miró alrededor confundida. De alguna manera habían llegado a los suburbios de la ciudad.

– Ahora pongamoslo de esta forma. -ordenó Eve. -Pettibone está al frente y al centro ahora.

Ella se tomó un momento, estudiando la casa de ladrillos rosados. Era bastante modesta, casi sencilla hasta que agregabas los jardines. Inundaciones, ríos, piscinas de flores fluyendo desde la base de la casa, bordeando todo el camino hacia la entrada. No había césped propiamente dicho, había altas terrazas de una especie de hierba ornamental creativamente trabajada en el mar de color.

El camino de entrada en piedra esta ribeteado de esa manera desde la base de un porche cubierto donde florecían vides, con sus flores de púrpura profundo, siguiendo su camino hacia arriba por los postes.

Había sillones con almohadones blancos en el porche, mesas con tapas de vidrio, y todavía más flores en macetas artísticamente desteñidas en verdín. Obviamente a Shelly Pettibone le gustaba sentarse y contemplar sus flores.

Mientras Eve pensabe eso, la mujer salió por la puerta del frente cargando una bandeja.

Estaba profundamente bronceada, lo que se notaba en sus brazos largos y delgados contra las mangas cortas de una camiseta suelta color azul. Vestía jeans recortados a la mitad de la pantorrilla.

Ella depositó la bandeja, observando a Eve salir del auto. La brisa reolvió su cabello castaño desteñido por el sol, que llevaba corto y despeinado alrededor del rostro atemperado y atractivo de una mujer que vivía una gran parte de su vida al aire libre.

Cuando Eve se acercó, vió que los ojos de la mujer eran castaños y brillaban con los estragos del llanto.