– Apreciamos que que se tome tiempo para recibirnos, Director Miller. -empezó Eve.
– Supervisor. -Emitió una risita campechana. -Hace mucho que no usamos términos anticuados como director. El Centro de Rehabilitación Dockport es una instalación completamente moderna. Fue construído hace justo veinticinco años y empezó a aceptar residentes en el 34. Aquí en el Centro de Mujeres del CRD, albergamos un máximo de mil quinientos, y mantenemos un equipo de seiscientos treinta a tiempo completo, cincuenta y ocho a tiempo parcial y veinte consultores externos. Estamos totalmente auto-equipados con instalaciones de salud, bancos, tiendas y comedores. Esperamos que nos acompañen a almorzar en el comedor del personal. Tenemos alojamiento para pasar la noche para visitantes y consultores, terapia física y ejercicios, centros de salud mental y emocional, instalaciones para entrenamiento que ofrecen clases de una variedad de cuidadosas elecciones y recursos dirigidos hacia la resocialización están totalmente disponibles en los locales. El Centro para Hombres está equipado en forma similar.
Pasaron a través de un área de oficinas donde la gente estaba ocupada en sus asuntos, corriendo a lo largo de los corredores, ocupando escritorios, respondiendo enlaces. Un número de ellos vestía el brillante mono naranja.
– Los prisioneros están permitidos en esta área? -preguntó Eve.
– Residentes. -corrigió Miller con suavidad. -están permitidos fomentando su aplicación en trabajos rentables después de que hayan completado la mitad de su entrenamiento de rehabilitación. Esto los ayuda a ajustarse al mundo exterior cuando salgan de aquí, por lo que pueden reinsertarse en la sociedad con propia significativa propuesta.
Uh-uh.Bueno, una de sus antiguas residentes se ha reinsertado en la sociedad con una significativa propuesta. Le gusta asesinar hombres. Necesitamos hablar sobre Julianna Dunna, Supervisor Miller.
– Si. -El juntó las manos como un predicador antes de llamar a la congregación a la oración. -Estoy muy angustiado de saber que usted cree que ella está involucrada en un homicidio.
– Yo no creo que está involucrada. Sé que ella es una asesina. Justo lo que era cuando llegó aquí.
El se detuvo. -Con su perdón, teniente, pero por su tono tengo la impresión de que no cree en los principios de la rehabilitación.
– Creo en crimen y castigo, y que algo se aprende de él. Aprender lo suficiente para cambiar el modo en que viven en el mundo real. También creo que hay algunos que no pueden cambiar o no quieren hacerlo.
A través de la puerta de vidrio a la espalda de Miller, observó a dos reclusas haciendo un rápido intercambio de envoltorios. Créditos por ilegales, supuso Eve.
– A ellos les gusta lo que son. -agregó- y no pueden esperar la oportunidad de regresar a ello. Julianna ama lo que ella es.
– Ella era una residente modelo, -dijo él molesto.
– Apuesto a que si. Y apuesto a que se aplicó en una posición de trabajo donde pasaba la mitad de su tiempo. Donde trabajaba ella?
El resopló. La mayor parte de su cálida actitud se enfrió bajo el insulto y la desaprobación. -Estaba empleada en Centro de coordinación de visitantes.
– Con acceso a computadoras? -preguntó Feeney-
– Por supuesto. Nuestras unidades están aseguradas y tienen códigos de seguridad. Los residentes no tienen permitido transmisiones sin supervisión. Su inmediata superior, Georgia Foster, le dio a Julianna las más altas evaluaciones.
Eve y Feeney cambiaron miradas. -Si quisiera apuntarme en la dirección del centro, -dijo Feeney- quisiera hablar con la Sra. Foster.
– Y yo quisiera entrevistar a las reclusas de esta lista. -Eve sacó un papel de su bolsillo. -Lo siento, residentes. -corrigió, pero no sin un desdén en su voz.
– Por supuesto. Voy a arreglarlo. -La nariz de Miller se había levantado en el aire y Eve dudó que la invitación a almorzar estuviera todavía sobre la mesa.
– Viste ese pase? -murmuró Feeney cuando Miller les dio la espalda para hablar por su comunicador interno.
– Sip.
– Vas a decirle a ese imbécil?
– Nop. Las iniciativas de negocios de las residentes y las actividades recreacionales son su problema. Y si tengo que escuchar su conferencia otra vez, tal vez me de un toque con un poco de Zoner yo misma.
Eve tomó las entrevistas una a la vez en un área de conferencia equipada con seis sillas, un sofá alegremente estampado, una pequeña pantalla de entretinimiento, y una robusta mesa hecha unproducto de papel reciclado.
Había unas pinturas insulsas de arreglos florales en los muros y una señal en la parte interior de la puerta que les recordaba a las residentes y sus visitantes que debían comportarse de manera cortés.
Eve supuso que ella era la porción invitada de esa declaración.
No había espejos de dos vías, pero divisó las cuatro cámaras escondidas en las esquinas. La puerta que conducía adentro era de vidrio con pantalla de privacidad opcional. Ella no la puso.
La guardia, una mujer de hombros anchos y cara de torta y que parecía tener bastante experiencia y sentido para no pensar que las reclusas eran residentes, trajo a María Sánchez primero.
Sanchez era una fuerte y pequeña latina mezclada con abundante pelo negro rizado atado en una cola. Había un pequeño tatuaje de un rayo en la accidentada cicatriz al costado derecho de su boca.
Entró sin apuro, meneando desenfadadamente sus caderas, luego se dejó caer en una silla y tamborileó sus dedos en la mesa. Eve notó las pulseras con sensores en ambas muñecas y tobillos.
Miller podía haber sido un cretino, pero sin embargo no era tan estúpido como parecía, para darle oportunidades a un caso difícil como Sanchez. Al asentimiento de Eve, la guardia se retiró al otro lado de la puerta.
– Fumas? -preguntó Sanchez en una voz rasposa y musical.
– No.
– Mierda. Me sacaste de mi tiempo recreacional matutino y no fumas?
– Estoy realmente apenada por arruinar su partido diario de tenis, Sanchez.
– Mierda. Yo juego round ball. -Se hizo hacia atrás, estirando el cuello para ver bajo la mesa. -Tienes un montón de piernas pero igual podría azotarte el culo en la cancha.
– Vamos a encontrar tiempo para hacer un partido uno de estos días, pero ahora estoy aquí por Julianna Dunne. Estuviste en la jaula junto a ella los tres últimos años.
– No las llamamos jaulas por aquí. -dijo con una mueca. -Las llamamos áreas personales. Jodidas áreas personales. Miller es un imbécil.
Eve no estaba segura de lo que quería decir que ella y Sanchez tuvieran ese básico punto de acuerdo. – De que hablaban tú y Dunne cuando estaban en su respectiva área personal?
– No voy a darles nada a los policías. Oh, espera, voy a darle algo a la policía. -Ella levantó su dedo medio.
– Apuesto que tienen un salón de belleza en este club de campo. Te hiciste una manicura. Tú y Dunne tenían conversaciones de chicas?
– Yo no le decía nada a ella, ella no me decía nada a mí. La puta se creía que era mejor que todas.
– No te gusta ella, y tampoco a mí. Podemos empezar desde ahí.
– Me gusta más ella que los policías. Se rumorea que liquidó a un rico viejo bastardo en New York. Porque debería importarme eso?
– Ella está afuera y tú no. No es suficiente?
Sanchez examinó sus uñas como si efectivamente contemplara esa manicura. -No me pela el culo donde está ella, pero apuesto que el tuyo está ardiendo.
– Supongo que crees que Julianna es bastante lista.
Sanchez resoplo por la nariz. -Ella se cree que lo es.
– Demasiado lista para un policía? Soy una de los policías que la puso aquí.
Una sonrisita se insinuó en la esquina derecha de la boca de Sanches. -No pudiste mantenerla aquí.
– Ese no es mi trabajo. -Eve se echó hacia atrás. -Vas a estar adentro otros diez o quince años por tu afición a clavar implementos afilados en areas sensitivas de la anatomía de otra gente.
– No hice nada que esos hijos de puta no trataran de hacerme a mí. Las mujeres tienen que defenderse por su cuenta en este malo, malo mundo.
– Tal vez, pero tú no vas a respirar el aire de este malo, malo mundo por un tiempo, más considerando que tu registro aquí no te va a ganar la corona de Miss Simpatía o enviarte hacia una liberación anticipada por buena conducta.
– Que mierda me importa? En un lugar como este, puedes hacer un centavo parándote de cabeza y rascándote el culo.
– Puedes traer cónyuges aquí, Sanchez?
Sus ojos centellearon. -Seguro. Parte del jueguito de rehabilitación. Debes mantener la máquina en forma, cierto?
– Pero tú tienes tendencias violentas. Y a esas sólo les traen droides para jugar. Puedo regatear para ti un acompañante autorizado. Un auténtico cuerpo cálido para una noche de romance. Un intercambio.