– Entonces ella es tan dura como parece. Vamos a dejar esto de lado. -dijo y le tendió la mano.
Cuanto entró a la casa, vió a Summerset lustrando el ya brillante poste mientras el gato estaba sentado como un gordo Buda en el escalón inferior. Ambos le dedicaron una larga y taladrante mirada.
– Su maleta está empacada para el viaje. Roarke indicó que provisión de ropa para un solo día sería suficiente.
– Te lo dije, yo me encargo de empacar. No quiero que estés hurgando con tus dedos huesudos en mis cosas. -ella pasó sobre el gato, quien la ignoró estudiadamente, helado. Luego su mano se disparó rápido y atrapó la punta del trapo que Summerset usaba para pulir. -Esta es mi camiseta.
– Lamento diferir. -El contaba con que ella la identificaría. -Tal vez haya sido, hace mucho tiempo atrás, una mascarada de una prenda de vestir, pero ahora es un trapo. Uno que de alguna manera fue encontrado en su armario y fue removido y destinado a su único posible uso.
– Dame mi maldita camiseta, tú, cucaracha culo huesudo y seco.
Ella tiró. El tiró del otro lado.
– Usted tiene una cantidad de camisetas perfectamente respetables.
– Quiero esta camiseta.
– Esto es un trapo. -Ambos tiraron de direcciones opuestas, y la tela se abrió fácilmente por el medio. -Ahora, -dijo él con satisfacción. -son dos trapos.
Eve gruño, y encerrando lo que había sido una vieja camiseta de NYPSD en su puño, subió furiosamente las escaleras. -Mantente fuera de mis cajones, pervertido, o te voy a morder los dedos hasta los nudillos.
– Ahora, -Summerset se dirigió al gato. -No es agradable saber que la teniente tendrá su dificultoso viaje fuera de la mente por un buen rato?
Ella entró tormentosamente en el dormitorio, levantando el puño con la tela rasgada justo cuando Roarke salía del elevador. Y lo golpeó en la barbilla.
– Bueno, es adorable verte, también.
– Mira lo que ese hijo de puta hizo con mi camiseta.
– Mmmm. -Roarke examinó el andrajoso trozo de material. -De esto se trataba? -Distraído, hurgó con un dedo a través de un viejo agujero. -Penoso. Los escuché a ti y a Summerset intercambiando las usuales palabras de afecto. A todo pulmón.
– Porque demonios le dijiste que empacara por mi?
– Le dije porque tienes suficiente para hacer, lo que es verdad. Pero seamos francos, querida Eve, eres una empacadora miserable y nunca pones lo que terminas necesitando si lo haces tu misma.
– Apuesto a que olfatea mi ropa interior.
Los labios de Roarke temblaron. -Ahora esa imagen me va llenar el cerebro. -El cruzó hacia ella, tomándole el rostro con las manos. -Hiciste las paces con Sam. Te vi desde la ventana.
– El estaba tan ocupado golpeándose a si mismo que era difícil dispararle.
– Eres blanda.
– Obsérvame, amigo.
El la besó en la boca fruncida. -Va a ser nuestro pequeño secreto. Créeme, ninguno que te haya observado en la entrevista con Nadine sospecharía que tienes un centro blando. Te veías formidable, Teniente. Brillante como un diamante y así de dura. Pero ella no va a venir detrás de ti.
– No se que quieres decir.
– Claro que lo sabes.
Ella se encogió de hombros, trató de retroceder, pero él simplemente la mantuvo aferrada. -Es una invitación a tirar.
– No puedes pararte frente de mi, o de algún otro.
– No me digas como hacer mi trabajo.
– Bastante justo. No me digas como hacer el mío. Tengo una pregunta que hacerte, luego vamos a dejarlo por un rato. Quiero la verdad, Eve, y puedo ver la verdad en tus ojos cualesquiera sean las palabras.
El puede, pensó ella. Era mejor descubriendo mentiras que una Prueba de la Verdad. -Porque no me haces la maldita pregunta en vez de ponerme a la defensiva e irritarme?
– Vamos mañana a Dallas para sacarme del camino de Julianna?
– No. Esa no es la razón, pero es un beneficio adicional y me compra algo de tiempo. Esa no es la razón. Puedes retroceder un poco, eh?
El dejó que sus manos le recorrieran las mejillas, los hombros, los brazos. Luego la soltó.
– Le iba a pedir a Feeney que fuera. El podía manejar la entrevista con Parker. Casi se lo pedí. Cualquiera de nosotros podía hacer el viaje, y empecé a justificarme de pedirle a él que fuera y diciéndome a mi misma que podía sacarle más a Parker. De hombre a hombre, ese tipo de cosas. Lo cual es una mierda, porque cuando se trata de policía y testigo mejor no meter al género en el medio. Tú tienes la placa, y es todo. Estaba a punto de pedirselo porque quería salvarme a mi misma.
– No te avergüences de eso, Eve, si no estás lista.
– Cuando voy a estar lista? -Brotó de ella, amargo y vivo. -Mañana, dentro de un año? Nunca? Si dejo que esto interfiera con un procedimiento investigativo normal, que me permitiré hacer la próxima vez que me ataque en algo que me asuste en un nivel personal? No soy cobarde. Entonces voy a hacer mi trabajo. Eso es número uno. Número dos, te saco fuera del camino por un día o dos, en los que puedo pensar tranquila. El resto… Voy a tratar con ello cuando lo tenga enfrente.
Ella se enterró en trabajo. Peabody había llegado con una lista razonablemente manejable de doctores despedidos que encajaban enn los criterios básicos, y mantenían residencia en New York.
– Que estás buscando aquí para relacionar uno de estos ciento veinte desgraciados médicos con Julianna?
– Una posible conexión con su fuente original. -le dijo Eve a Roarke. -Personalidad tipo. Estoy buscando algún doctor que haya provisto al loco Munch con suficiente curare y cianuro para liquidar a la Iglesia del Futuro entera, alguien que no dudaría en proveer a una sicópata asesina con lo que ella necesite. O alguien que podría conocer a alguien.
Ella estudió los datos mientras Roarke parado detrás de su silla, le masajeaba los hombros en esa forma perfecta y ausente que se centraba en el punto exacto que necesitaba atención.
– Si él no es su fuente, podría conocerla. Si no le atino a la conexión, pero identifico al Doctor Destino, se lo paso a los federales y hago mi buena acción por toda la década.
– Porque no lo atraparon a él?
– No apretaron el botón correcto con Mook en el momento correcto y él era el único que quedó. Yo siempre supe que él tenía un poco más en su estómago, pero pensaron que había soltado todo, y yo no tenía ningún indicio firme. Ellos lo maltrataron un poco en vez de tratar de privarlo del dolor, y cuando él dijo que les había dicho todo, se figuraron que lo había hecho.
– Ese caso fue diez años atrás, no? -preguntó Roarke.
– Sí, yo estaba todavía en uniforme. Porque?
– Nació una policía. -declaró él y le besó la cabeza.
– De acuerdo con Mook, el doctor no quiso ayudarse con ninguna limonada esa noche. Eso me dice que el ángulo religioso no tocaba su comodidad. Tal vez era la auto-terminación, aunque no fue la suya la que lo llevó ahí. Tengo tres tipos aquí que perdieron sus licencias para practicar porque ayudaban a pacientes a llegar con Jesús, sin su consentimiento.
– Jugar a ser Dios es un negocio serio.
– Oscar Lovett, David P. Robinson y Eli Young, en orden alfabético. Son mis tres mejores apuestas. Voy a poner a Feeney con ellos. Ellos no juegan afuera, podemos empezar siguiendo nuestro camino hacia atrás.
Su enlace pitó y mientras ella continuaba frunciendo el ceño a la pantalla, Roarke respondió.
– Hola Roarke. -Louise Dimatto sonrió sedosa. -Espero no interrumpir nada.
– Siempre es un placer escucharte. Como estás, Louise?
– Si estuviera mejor, sería ilegal, en el frente personal al menos. Profesionalmente, estoy sobrecargada de trabajo, lo cual es justo la forma en que me gusta. Espero que tú y Dallas puedan venir al refugio pronto. Terminamos y abrimos tres habitaciones más, y el área de recreación completa. Dochas ya está haciendo impacto en algunas vidas.
– Vamos a pasar por ahí cuando tú estés trabajando.
– Sería grandioso. Está Dallas disponible. Tengo una información para ella.
– Aquí mismo. Sobrecargada. Te veo pronto, Louise. Saludos a Charles.
– Seguro que se los daré. Dallas. -continuó, animada ahora, cuando Eve apareció en pantalla. -Creo que tengo algo útil para ti con respecto a mi pequeño trabajo. Recuerdo haber escuchado pedazos de una escandalosa discusión en mi familia cuando era una chica. Cosas que no se suponía que yo escuchara, por supuesto. Referida a un doctor que hacía el internado con mi tío. Aparentemente su comportamiento privado era impresentable, y se lo cubrió con el blanco muro de los años. El disfrutaba de las mujeres jóvenes, muy jóvenes. Algunas de las cuales eran también pacientes. El blanco muro no se mantuvo para él cuando se descubrió que había empezado a terminar pacientes sin autorización específica.