– Sólo esta viendo si usted tiene algo más interesante para comer que el pasto. -Chuck acarició la nariz del caballo. -Este siempre está buscando un bocado.
– Dígale que estoy vacía. -Eve dio un paso a un costado, poniendo a Chuck firmemente entre ella y el caballo. Cuando éste relinchó, sonó como una risa. -Hábleme de Julianna, Chuck.
– Diablos. Yo tenía dieciséis. -Echó su sombrero hacia atrás, u sacó una bandana para secar el sudor de su frente. -Un chico de dieciséis, no piensa con su cerebro. Si usted sabe lo quiero decir.
– Tuvo sexo con ella.
– Ella fue a los establos. Limpiarlos era parte de mi trabajo. Ella olía a gloria y tenía puesta una especie de camiseta y unos shorts diminutos. Dios todopoderoso, era para mirarla. Empezamos a tontear como hacen los chicos. Luego empezamos a tontear sobre algo más. -El miró fijamente sus botas. -Nos vimos mucho a escondidas fuera de la casa ese verano, hacíamos el amor en uno de los boxes. Yo siempre ponía heno fresco ahí. Luego empezó a venir a mi casa, trepaba por mi ventana. Era excitante el principio, pero, Jesús, si mi madre nos hubiera encontrado, me hubiera desollado vivo. Y, maldita sea, yo tenía dieciséis, y estaban todas esas otras chicas. Un chico empieza a mirar alrededor. Julianna apenas me dejaba respirar, y eso empezó a picarme-
– Rompió con ella.
– Traté una vez, y ella me atacó como un maldito gato. -El levantó la mirada. -Mordiendo, arañando. Nadie la dejaba a ella de lado, dijo. Me asusté, porque parecía medio loca. Luego empezó a llorar y suplicar, y bueno, una cosa llevó a la otra y terminamos juntos otra vez. Y al día siguiente, Julianna fue derecho a mi casa, entró a la cocina y le dijo a mi madre que yo me había estado metiendo con ella. Y que si no me enviaba a algún lado fuera de aquí, iba a ir con su padrastro y hacer que despidieran a mi padre.
Hizo una pausa, y luego sonrió sorprendiendo a Eve. -Mi madre, ella nunca dejó que nadie le tirara mierda. Hija del jefe o no. Le dijo a Julianna que no entrara a su casa sin invitación nunca más. Y que no iba a tolerar que una pequeña vagabunda como ella se parara en su cocina y amenazara a su familia. Le dijo que si se habían metido con ella, maldito si no lo podría haber detenido. Y que iba a hablar con la madre de Julianna sobre eso.
– Lo hizo?
– Mi madre decía que iba a hacer algo, y lo hacía, por lo que me imagino que sí. Nunca me dijo lo que hablaron entre ellas, pero Julianna no volvió a rondar por los establos ese verano. No la ví rondar para nada. Pero yo estuve arrestado en mi casa por un maldito mes y me dieron una conferencia que me hizo arder las orejas.
– Y después del verano?
– Realmente nunca volví hablar con ella. Ella vino hacia mí una vez cuando yo estaba con una chica, y me dijo cosas insultantes sobre una parte sensible de mi anatomía. Lo dijo con voz tranquila, realmente fría, con una sonrisa en su cara. Y una vez encontré un zorrino muerto en mi cama y me imagino que fue ella. Y…
– Y?
– Nunca se lo dije a nadie. -El se movió, acomodó su mandíbula. -La noche antes de mi boda, eso sería seis años atrás el mes pasado, me llamó. Dijo que quería darme sus mejores deseos. Pero en la forma en que lo dijo, como es ella, disculpe, me decía que me jodiera. Y que sabía que estaría pensando en ella la noche de mi boda, porque ella iba a estar pensando en mi. Que tal vez vendría a verme alguna vez, y hablaríamos de los viejos tiempos. Yo sabía que estaba en prisión. Eso me sacudió un poco, pero no vi el punto de decírselo a nadie. Iba a casarme al día siguiente.
– Se contactó con usted otra vez?
– No, pero el pasado día de San Valentín recibí un paquete. Había una rata muerta adentro. Parecía haber sido envenenada. Tampoco de esto le dije a nadie. Sólo lo dejé pasar. Señora, yo tenía dieciséis años. Sólo nos revolcamos en el heno por un par de meses un verano. Tengo una esposa, un hijo, un bebé en camino. Porque demonios ella quiere arruinarme después de todo este tiempo?
– El la rechazó. -le dijo Eve a Roarke cuando regresaban en el auto. -Ella se metió con un chico de su propia edad, y él cortó la relación antes de que ella lo cortara a él. Luego su madre la levantó en peso. Dos cachetazos. Intolerable.
– Si ella hubiera sido una chica normal, eso debería haberla avergonzado temporariamente. Luego hubiera seguido adelante. En vez de eso, decide seducir a su padrastro. Los hombres mayores, como su padre, son más fáciles de controlar, más inclinados a verla como una inocente.
– Eso fue más que seducirlo. Fue usar el sexo para avergonzarlo, y a su madre. Para castigar y beneficiarse. No había pensado en el asesinato todavía, pero era sólo cuestión de tiempo. Porque lastimar cuando puedes destruir totalmente? Obtuvo lo quería de eso, pero no hubiera olvidado ese rechazo.
No podía recordar como era ser una chica de quince años. Pequeña maravilla, pensó Eve. Ella nunca había sido una adolescente normal. Y tampoco, al parecer, lo había sido Julianna Dunne.
– Lo llamó la noche antes de su boda. -dijo Eve. -Ella cuidó lo que decía en caso de que él lo reportara, pero dijo lo suficiente para preocuparlo, sacudirlo, y que no pudiera parar de pensar en ella la noche de su boda. Plantó la semilla.
– Que vas a hacer con él?
– Está lo bastante preocupado por su familia para cooperar con los locales. Va a ir a hablar con Parker, y mi impresión es que Parker va a poner seguridad extra en el rancho. Voy a hablar con los policías de aquí, para asegurarme de que están haciendo su trabajo. Luego voy a hacer el mío y encontrarla.
– Y luego volvemos a New York?
Ella miró por la ventana. -No. -Cerró los ojos. -No, vamos a ir a Dallas.
CAPITULO 13
Cuando Dallas surgió a la vista en el horizonte, a través de las olas de calor, no gatilló la memoria dentro de ella, pero sin embargo trajo un vago desconcierto. Había edificios torres, el movimiento urbano, los atascos. Pero era diferente a New York.
La edad, se dió cuenta, era parte de eso. Todo era joven comparado con el este. Insolente de alguna manera, pero sin el filo. Dallas era, después de todo, uno de los tantos asentamientos que habían crecido hasta ser pueblos, luego los pueblos se habían desarrollado hasta ser ciudades, mucho después que New York, Boston, Philadelphia estuvieran establecidas.
Y la arquitectura carecía del ujo escandaloso encontrado en los viejos edificios del este que habían sobrevivido a las guerras urbanas o habían sido restaurados después. Aquí las torres eran limpias y brillantes y la mayoría sin adornos.
Anuncios y carteles anunciaban rodeos, paseos conduciendo ganado, liquidaciones de botas de vaquero y sombreros. Y la barbacoa era el rey.
Parecían estar viajando por Venus.
– Aquí hay más cielo. -dijo elle ausente. -Más cielo, casi demasiado.
El sol reverberaba cegador en las torres de acero, paredes de cristal, los deslizadores circulares. Ella se empujó los anteojos de sol sobre la nariz.
– Más calles. -dijo, y pudo oír el temblor en su propia voz. -No hay mucho tráfico aéreo.
– Quieres ir al hotel?
– No, yo… tal vez podrías dar unas vueltas o algo.
El puso una mano sobre las de ella, luego tomó una salida hacia la ciudad.
Parecía acercarse más, con el plato azul del cielo como una tapa sobre los edificios, presionando en las calles atascadas con demasiados vehículos yendo demasiado rápido en demasiadas direcciones.
Sintió una ola de mareo y luchó para superarla.
– No sé lo que estoy buscando. -Pero eso no era la abrupta sensaciòn de pánico. -El nunca me dejó salir de la maldita habitación, y cuando yo… después que salí, estaba en shock. Agrégale que fue hace más de veinte años atrás. Las ciudades cambian.
Su mano tembló levemente bajo la de él, y él se aferró con fuerza al volante. Se detuvo ante una luz roja, y se volvió a estudiarle la cara. Estaba pálida. -Eve, mírame.
– Estoy bien. Está todo bien. -Pero le tomó una gran dosis de coraje volver la cabeza, encontrar sus ojos. -Estoy bien.
– Podemos ir al hotel, y dejar esto por ahora. Por siempre, si es lo quieres. Podemos ir derecho al aeropuerto y volver a New York. O podemos ir donde te encontraron. Tú sabes donde es. Está en tu archivo.
– Leiste mi archivo?
– Sí.
Ella empezó a retirar su mano, pero él la aferro con fuerza. -Hiciste otra cosa? Alguna búsqueda? -preguntó.
– No. No lo hice, no, porque tú no querías. Pero puedo hacerlo de la forma y cuando tú quieras.
– No quiero hacerlo de esa forma. No quiero hacerlo. -Su estómago empezó a rebelarse. -La luz cambió.