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– Te crees que eres muy listo. -Cuerpo y mente empezaban a flotar. -Pero eres muy guapo. Tan guapo. Dame un beso. Amo esa boca. Me gusta morderla.

El en cambio le besó la mano fláccida. -Ella no va a darles más problemas.

– Apuesto a que volé diez pies. Iujuu- Ella giró la cabeza a un costado y cambió de blanco. -Hey Peabody! No estás de uniforme. No tienes zapatos.

– Los abandoné en la carrera. Vas a estar bien, Dallas.

– Jodidamente bien. Pero no voy a ir a ningún pobre hospital. No, señor. Me voy a casa. Donde está Roarke? Vamos a casa ahora, sí?

– Finalmente.

– Está bien. -dijo decididamente, y luego se durmió antes de que la cargaran en la ambulancia.

– Se va a poner realmente loca cuando se despierte. -dijo Peabody mientras paseaba por la sala de espera de emergencias.

– Oh, si. -Roarke tableteaba los dedos contra la taza de café. Todavía tenía que beberla. -Hiciste lo correcto, Peabody, llamándome a mi y a los TM.

– Tal vez no deberías mencionar eso cuando ella venga luego y ma saque los pulmones por la garganta. En primer, no sé como pudo hacer la persecución. Ese tipo, era grande como un gorila, y la planchó. Probablemente se descolocó el hombro cuando lo golpeó en la entrepierna. Ahí estaba yo, hurgando por mi arma de repuesto en ese estúpido bolsito, y ella ya lo había derribado y esposado. Yo debería haber sido más rápida.

– Yo diría que fuiste bastante rápida. Como están tus pies?

Ella movió los dedos. Se había despojado de las arruinadas medias en el baño de damas. -Nada que un remojo y un masaje no saquen. Muy mal para los zapatos creo. Eran nuevos y totalmente mágicos. Y aún sin ellos no pude mantenerme a la par de Dallas. Ella es como un rayo.

– Piernas largas. -replicó él y pensó en la sangre que había visto manchando los pantalones de ella cuando estaba tumbada en la acera.

– Si, la hubiera alcanzado de no ser por el chico con el aeropatín. No puedes culparla. Ella… -Se cortó, nerviosa, cuando el médido de emergencias apareció.

– Usted es el esposo? -preguntó el doctor con un gesto hacia Roarke.

– Si. Como está?

– Echando pestes, y creo que tiene algunos planes muy ominosos para usted. Y si usted es Peabody, está incluída en ellos.

– Está bien. -Peabody soltó el aire que retenía. -Es genial.

– Tuvo un duro golpe en la cabeza. Está conmocionada, pero eso aparenta ser lo peor. Le hemos tratado el hombro, pero debería evitar levantar pesos con él o cualquier otra actividad agotadora por un par de días, mínimo. Su cadera va a darle algún problema, y también las costillas. Pero un mínimo de bloqueadores deberían evitarle la incomodidad. Le hemos cosido los cortes, pusimos vendas frías en los golpes, los peores están en la cara. Me gustaría internarla aquí una noche para observación. De hecho, me gustaría mantenerla por cuarenta y ocho horas.

– Puedo suponer cual es la opinión de ella ante la idea.

– Mmm. Un herida en la cabeza de esta naturaleza no es una nadería. Sus otras heridas son lo bastante serias para garantizar una internación. Necesita ser internada y monitoreada.

– Y lo será, pero en casa. Le tiene fobia a los hospitales. Le puedo asegurar que se va a recuperar más rápido y fácil de todo lo que tiene, en casa. Tengo un médico que puedo llamar para asegurarme de eso. Luise Dimatto.

– El ángel de la calle Canal. -El médico asintió. -Le voy a dar el alta, pero voy a darle a usted específicas instrucciones para su observación y cuidado, y me gustaría que la Dra. Dimatto le hiciera un seguimiento.

– De acuerdo, y gracias.

– Sala de Tratamiento tres. -agregó y salió.

Cuando él entró unos pocos minutos después, Eve estaba tratando y fallando en la tarea de ponerse las botas. -Cuando pueda ponérmelas, las voy a usar para patearte las bolas hasta la garganta.

– Querida, no es momento de pensar en sexo. -Fue hacia la mesa de examen, levantándole la barbilla con un dedo. La mejilla derecha era una pesadilla de moretones que iban palideciendo. El ojo derecho era una rendija hundida en una hichazón rojiza. Su boca estaba despellejada.

– Teniente. -El la besó en la frente. -Has sido verdaderamente golpeada.

– Los dejaste que me dieran drogas.

– Lo hice.

– Y que me arrastraran hasta aquí.

– Culpable. -Deslizó los dedos por la parte de atrás de la cabeza, midiendo cuidadosamente el chichón. -Tu cabeza tal vez sea dura, pero todo tiene sus límites. Y déjame decirte que perdí la mía cuando te vi yaciendo ahí, golpeada y sangrando.

– Peabody se va ir a freír por haberte llamado.

– No lo hará. -En esa sencilla declaración la voz de él se volvió firme y con mandato. -Ella se ha estado paseando con sus pobres pies doloridos, preocupàndose por ti. Así que te vas tranquilizar con ella.

– Me dices mi trabajo ahora?

– No, sólo apelo a tu corazón. Ella cree que si hubiera sido más rápida, tú no estarías aquí ahora.

– Eso es una mierda. Yo iba adelante, pero ella mantenía la persecución, aún con esos zapatos idiotas.

– Exactamente. Tú no sabes que medida calza?

– Huh?

– No importa, me voy a ocupar de eso. Lista para ir a casa?

Ella se bajó de la mesa, pero no objetó tener la mano de él sosteniéndola. -Donde está mi helado?

– No te portaste bien, así que no hay trato.

– Eso es mezquino.-

Se puso furiosa cuando se enteró que él había llamado a Louise, pero cuando sopesó eso contra la posibilidad de que Roarke enlistara a Summerset en el equipo de los TM, fue más fácil de tragar.

Especialmente cuando Louise entró en el dormitorio llevando un enorme bol de helado con trozos de chocolate.

– Dame eso.

– Lo tendrás despúes de que me des tu palabra de que no me vas dar problemas durante el examen.

– Ya tuve un examen.

Sin decir nada, Louise tomó una cucharada y le deslizó entre sus labios.

– Okay, okay. Diablos. La mano fuera del helado y nadie saldrá lastimado.

Louise le pasó el bol, y se sentó en la cama, apoyando su maletín médico en el regazo. Frunció los labios mientras estudiaba el rostro de Eve. -Ouch. -dijo.

– Esa es tu opinión médica, doc?

– Es un comienzo. Por lo que se ve, diría que tienes suerte de no tener roto el pómulo.

– Yo sabía que éste era mi día de suerte. No está tan mal ahora. -agregó con la boca llena de chocolate. -Esas vendas frías pican como la mierda, pero funcionan. Roarke se puso loco con esto y es más grande que yo. Así que si me dejas entonces puedo levantarme y hacer un poco de trabajo…

– Seguro. -Louise le indicó con gestos que lo hiciera.

Sospechando, Eve sacó sus piernas fuera de la cama, tratando de pararse sobre ellas. Lo hizo por alrededor de tres segundos antes de que su cabeza y empezara a girar. Louise atrapó el bol de helado con las manos cuando Eve se derrumbó en la cama.

– Buen médico eres tú.

– Sí, lo soy, y eficiente. Esto nos evitó a ambas un rato de discusión.

Ofendida, Eve frunció sus labios doloridos. -No creo que sigas agradándome.

– No se como voy a seguir con mi vida sabiendo eso. Te vas a quedar aquí hasta que yo diga otra cosa. – Sacó una palm de su bolso, y pidió la copia de la carta médica de Eve. -No sabes cuanto tiempo estuviste inconsciente?

– Como demonios podría saberlo? Estaba inconsciente.

– Buen punto. Voy a hacer algunos escaneos, y darte una segunda ronda de vendas frías. Puedo darte algo para la incomodidad.

– No quiero químicos. El trato se acaba si sacas una jeringa.

– Esta bien. Prefiero no darte nada con la conmoción. Vamos a usar bloqueadores externos para aflojar ese enorme dolor de cabeza que debes tener.

Volvió a buscar en su bolsa, respondiendo con un “entre” al llamado a la puerta del dormitorio.

– Discúlpeme. -Sam se paró en el umbral. -Roarke dijo que podía subir si podía ser de alguna ayuda.

– Usted es médico? -preguntó Louise.

– No, no soy médico. Soy Sam, el padre de Delia.

– Estamos bien aquí. -dijo Eve cuidadosamente, y puso a un lado el bol. -Ella está haciendo lo que debe hacer.

– Si, por supuesto. -El retrocedió torpemente.

– Un sanador entonces? -preguntó Louise, estudiándolo con interés.

– Soy un sensitivo. -Su mirada fue atraída por el rostro de Eve, y la pena por el dolor creció en él.

– Empático?

– Un poco. -El desvió sus blandos ojos hacia Louise, sonriendo. -Los médicos raramente tienen algún interés en sensitivos o empaticos.

– Me gusta mantener mi mente y mis opciones abiertas. Louise Dimatto. -Se levantó y bajó de la plataforma y le ofreció la mano. -Encantada de conocerlo, Sam.