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– Lo cual es porque tú no lo posees.

– Querida, si yo lo tuviera, ciertamente lo volvería a poner de moda. Esto va a tomar un minuto o dos. Te gustaría un café?

– Si, supongo.

– Bien. También a mi.

Ella podía reconocer una indirecta cuando escuchaba una, por lo que desfiló hacia el AutoChef para ordenar una jarra llena. Cuando regresó con dos grandes jarros, el ya estaba revisando la lista de nombres.

– Veo un par aquí con las iniciales correctas, pero reservaron con acompañantes.

– Ella viaja sola. No tiene asociados conocidos, no hace amigos. Ella hace herramientas.

– De acuerdo, sigamos con el próximo.

Encontraron dos posibles en la siguiente ubicación, permitiendo a Eve correr un chequeo de antecedetes para su eliminación. Ella miró sobre el hombro de Roarke, leyendo los datos en pantalla mientras la computadora las voceaba.

– No, éstos están limpios. Todos sus documentos concuerdan. Sólo un par de ricachones pagando demasiado dinero para dejarse frotar y refregar. Siguiente?

El hurgó en los registros de huéspedes de dos instalaciones más antes de que el enlace señalara la entrada de documentos. Ella arrebató la copia de la orden e hizo rodar los hombros. -Ahora hagámoslo a mi manera.

– La mía es mucho más divertida.

– Fuera de mi silla, amigo. Y esta vez tú traes el café.

La manera de ella ofrecía un tipo diferente de diversión al permitirle irritar a los gerentes de reservación de varios países. Ellos se encasillaban, protestaban, citaban el insulto de invadir la privacidad de sus húespedes. Y realmente le levantaban el ánimo.

– No me importa si la gente va ahí para ponerse una enema turca. Transmita la lista, como establece la orden debidamente autorizada o el próximo sonido que escuchará podría ser su propio culo cayendo en un incidente internacional.

– Enema turca? -dijo Roarke momentos después mientras la transmisión zumbaba.

– No sé lo que hacen en esos lugares, pero si alguien no había pensado en eso, lo harán finalmente. Ella no está aquí. Sólo no está aquí. Maldita sea. -Salió detrás del escritorio para pasearse. -Estoy perdiendo tiempo cuando debería estar revisando los preparativos del salón.

– Tienes varias ubicaciones más en tu lista.

– Todas tienen bajas probabilidades. Tal vez sólo estoy proyectando lo que me gustaría que hiciera, para hacerlo más fácil para mi misma.

– Tú no sabrías hacerlo más fácil para ti misma ni aunque tomaras clases para eso. Mi nombre también estaba bajo en probabilidades, pero tu rechazaste la opinión de la computadora, verdad? La conoces, Eve. No te subestimes ahora.

– Estuve jugando con una corazonada en vez de tratar con los datos establecidos.

– Entonces sigue jugando. Cual es la más atractiva para ti?

Ella regresó al escritorio, revisando las ubicaciones remanentes de su lista. -Esta es la que me gustaría ver, pero la computadora la descartó. No concuerda con su pauta normal.

– Es bonita. Porque te gusta a ti?

– Porque es la más cara, tiene la interesante historia de haber propiedad de algún conde antes de eso. -Ella lo miró. -Tuya?

– Cincuenta y uno por ciento. Te gustaría tener el resto?

– Eso sólo bajaría las probabilidades. Ella no quiere esa cercanía contigo todavía. Entonces otra vez… consideró Eve. – Ella puede obtener una carga real de esto. Entrar, dar una vuelta, salir, todo el tiempo imaginando que en un ratito va a estar eliminando al tipo que posee la mayoría de las acciones. Sí, revisemos esto.

Ella chocó con la misma reticencia, estilo italiano, de la encargada asistente de reservaciones. -Está teniendo problemas para leer la orden? -demandó Eve. -Viene en una variedad de idiomas, y uno de ellos debe ser el suyo.

La encargada era joven, preciosa, y un poco más que nerviosa. -No, señorita.

– Teniente. Teniente Dallas, Policía de New York. Estoy investigando múltiples homicidios. Usted podría, en este momento, estar albergando un asesino en sus instalaciones. Como se imagina que sus otros huéspedes se sentirían al respecto?

– Villa del Lago tiene políticas muy estrictas en cuanto a la privacidad de sus huéspedes.

– Sabe que, yo tengo políticas muy estrictas también. -Ella lanzó un manotazo, dándole a Roarke en el estómago cuando trató de acercarse. No quería que él le despejara el camino. -Y también las leyes internacionales. Le gustaría que le detalle que penalidades hay por interferir con una orden internacional?

– No, señorita teniente. Siento que no estoy autorizada para proceder. Preferiría que hablara con el gerente de reservaciones.

– Estupendo. Hazlo rapidito.

– Esto hubiera sido rápido, -apuntó Roarke. -si me hubieras dejado hablar con ella.

– A mi manera, chico del café.

Servicial, él vertió lo último de la segunda jarra en la taza de ella.

– Teniente Dallas. -Otra mujer apareció en pantalla. Era mayor, e igualmente preciosa. -Soy Sophia Vincenti, gerente de reservaciones. Me disculpo por mantenerla esperando. Tengo su orden aquí. Por favor entienda que mi asistente sólo estaba siguiendo nuestra política de proteger a nuestros huéspedes de una violación de la privacidad.

– Pienso que debería ser más importante proteger a sus huéspedes de la posibilidad de zambullirse en una bañera caliente con una asesina.

– Si. Por supuesto, cumpliremos las demandas de la orden. Tiene nuestra completa cooperación. Tal vez en interés a proteger huéspedes inocentes podría decirme el nombre de la persona que está buscando.

– No estoy segura del nombre que puede estar usando. Cualquier sea, probablemente las iniciales sean J y D.

– Sólo un momento… teniente, tenemos tres huéspedes con reservaciones en el período de tiempo señalado con esas iniciales. Justina D’Angelo es esperada la próxima semana. Conozco a la Sra. D ’Angelo personalmente. Ha sido huésped aquí varias veces.

– Que edad tiene?

– Teniente, esa es un área delicada.

– Vamos.

– Ella admite tener cincuenta, y lo ha admitido por diez años.

– Está limpia. Número dos.

– Jann Drew, esperada para fin de mes. Es una huésped nueva. Déjeme buscar su archivo para usted.

– Esta puede ser. -declaró Eve y sorbió su café.

– Teniente, la Sra. Drew pone su direcciòn en Copenhague. Ha reservado por diez días, y tendrá un acompañante en los últimos tres días.

– Voy a hacer que mi asistente corra una búsqueda de ella mientras me da los datos de la tercera.

– Es Josephine Dorchester, y también es un nuevo huésped. Llegó anoche y reservó hasta mañana.

La nuca de Eve se erizó, y se echó hacia adelante. -De donde viene?

– Puso dirección de los Estados Unidos, de Texas. Tiene nuestra mejor plaza. Yo estaba de servicio anoche cuando la Sra. Dorchester llegó. Es encantadora.

– Como de treinta, aspecto atlético, alrededor de un metro setenta.

– Si, yo…

– Quédese ahí. -Eve puso en enlace en modo de espera. -Josephine Dorchester. -le gritó a Roarke. -Texas. Búscala rápido, dame la foto de su pasaporte. Es ella. Lo se.

– En tu pantalla de pared. -Respondió Roarke mientras regresaba de su oficina. -La pescaste, teniente.

Eve observó como la imagen de Julianna, rubia, ojos azules, brillaba en la pantalla.

– Hola, Julianna. -Eve giró de nuevo hacia el enlace. Okay, srta. Vincenti, escuche cuidadosamente.

Quince minutos después, Eve le mostraba los dientes mientras gruñía amenazas a la policía italiana. -No me importa que hora es, no me importa cuanto van a demorar en llegar, y no me de la maldita lata con que están cortos de personal.

– Teniente, yo no puedo hacer un movimiento sin la orden apropiada, y aun entonces, esto lleva algún tiempo. Estos asuntos son muy delicados. La mujer que usted busca es ciudadana americana. No podemos arrestar y encerrar a una ciudadana americana simplemente por pedido de un oficial de policía americana via transmisión de enlace.

– Tendrá sus papeles en menos de una hora. Usted debería estar ahí mientras pasa la hora y tenerla en sus manos tan pronto como pueda.

– Ese no el procedimiento apropiado. Esto no es América.

– Dígamelo a mi. Espere ahí. Yo voy a ir para allá. -cortó la transmisión, se puso de pie. -Que tan rápido podemos llegar ahí?

– Conociendo los meandros de la cinta roja, tan rápido como tus colegas italianos lo hagan.

– Entonces vamos. Voy a pedir la autorización por el camino.

CAPITULO 20

Ella era un placer para la vista, pensó Roarke, mientras se relajaba con un brandy cuando corrían por el cielo sobre el Atlántico. Pura energía en movimiento, decidió.