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– Mi hombre está en su puesto. -empezó mientras se movían hacia el segundo nivel del lobby con pisos de mármol rosa y columnas. -También tengo monitoreado el corredor de ese piso desde que recibimos su transmisión.

– Hay alguna forma en que ella pueda salir sin usar el corredor?

– Sólo si salta por la terraza. Está en el cuarto piso y no es recomendable.

– Ponga un hombre afuera, en el suelo. Sólo por las dudas.

– Como desee. -Sacó un pequeño comunicador, y pasó la orden mientras iban hacia un elevador.

– Quiero que todos los civiles se queden en sus habitaciones. Ella va a resistir si puede, va a correr si puede, y es capaz de intentar tomar un rehén.

– La seguridad de nuestros huéspedes es capital. Nos ocuparemos de su protección.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, Eve puso una mano en la culata de su pistola. Vió al guardia fuera de un par de amplias puertas dobles. Estaba sentado, bloquéndolas y bebiendo café.

Una cortante orden en italiano de su superior lo hizo saltar sobre sus pies, balbuceando una respuesta.

– Ella no intentó dejar la habitación por estas puertas. -le dijo Bartelli. -Nadie trató de entrar. Dos huéspedes, uno de la habitación siguiente, uno del final del pasillo, dejaron sus habitaciones. Aquí hay actividades por la mañana, -explicó- Y el gimnasio y las piscinas están abiertas las veinticuatro horas para conveniencia de nuestros huéspedes.

– Práctico. De acuerdo, póngase a un costado y espere.

Ella sacó la silla del camino, deslizó el primer código. -Hacia donde está el dormitorio?

– A la izquierda, a través de la arcada. A unos veinte pies de esta puerta.

– Y a la derecha?

– Un pequeño living.

Deslizó el segundo código. -Vamos. -dijo a Roarke.

Ella apartó la puerta abierta, silenciosamente, y con el arma en la mano dio una primera barrida rápida. El living de la suite estaba envuelta en sombras con las cortinas de privacidad corridas sobre las ventanas. No se oía un sonido.

– En la puerta. -le murmuró a Bartelli y se deslizó dentro.

Sus botas se hundieron en la suavidad de una antigua alfombra, colocada discretamente sobre las relucientes baldosas. Ella se movió rápida y silenciosa a través de la arcada y hacia el oscuro dormitorio. Olió flores, a mujer. Y no escuchó nada.

– Luces. -ordenó.-Completas.

Su arma se dirigió hacia la cama cuando se encendieron, y se encontró con lo que sus instintos ya le habían dicho. Esta vacío. Había un lujoso vestido negro de noche abandonado sobre una silla, un par de zapatos negros de tacos descuidadamente descartados junto a él. Sobre la cómoda había un cepillo con el dorso de plata, un frasco de perfume esmerilado. En el espejo sobre él, elegantemente escrito en lápiz de labios color rojo asesino había dos palabras.

CIAO, EVE

– Ella no se fue como un conejo porque sintió la necesidad de una enérgica carrera al amanecer. Sabía que yo estaba llegando. -Eve miró a la gerente de reservaciones con suficiente ardor como para derretir piedras. -Alguien se lo dijo.

– Teniente Dallas, le aseguro, no hablé con nadie más que usted, y con los que usted me autorizó que lo hiciera. -Ella miró hacia el mensaje en el espejo sobre el hombro de Eve. -No tengo explicación para esto.

– Obviamente la mujer anticipó sus movimientos.

El capitán Giamanno, quien finalmente había llegado con un trío de hombres, abrió sus manos. -Hubo un guardia en la puerta después que usted requirió uno. Había cámaras de seguridad en el pasillo. Ella simplemente hizo puf! Como un fantasma.

– No, ella no hizo Puf! Como un fantasma. Ella caminó. -Eve se volvió hacia la computadora del dormitorio, señalando mientras ordenaba correr la sección del disco que ella ya había visto. -Aquí.

La pantalla mostró al guardia, sentado dormitando en su silla fuera de las puertas de la suite. La hora en pantalla mostraba las cero y cuarenta y seis. Una puerta se abrió en la habitación siguiente y una mujer vistiendo una de las batas blancas del hotel, un ancho sombrero de paja con un pañuelo y un gran bolso de paja salió. Su rostro estaba protegido por el ala del sombrero cuando murmuró un tranquilo buon giorno al guardia y fue hacia el elevador.

– Esa no es su habitación. -apuntó Giamanno. -No hay acceso hacia esa suite desde esta habitación, teniente, y como puede ver, no hay puertas comunicantes.

Ella lo miró fijamente por unos diez segundos. Podía ser tan tonto? Reflexionó, y con furia entró en la salita y abrió de un empujón las puertas de la terraza.

Mientras los otros la seguían, Eve se puso en puntas de pie, flexionó sus rodillas una, dos veces, luego corrió a través de la terraza, saltó sobre la baranda de piedra y cayó sobre la terraza vecina.

Sus tobillos aullaron ante el impacto, pero ella ignoró el dolor y fue hacia las puertas. -Me imagino que es una gran sorpresa para usted, Giamanno, que estas puertas estén sin cerrojo.

Las abrió, entró y volvió a salir. Las cerró nuevamente. -Y eso que hay dos personas en la cama aquí, todavía serruchando como leños.

– Serruchando…

– Durmiendo, usted…

– Teniente. -Roarke interrumpió lo que sin duda hubiera sido una reprimenda lo bastante dura para destruir todas las amistosas relaciones entre Italia y Estados Unidos por la siguiente década. -Me imagino que la teniente Dallas ha deducido de esto, por decirlo de alguna manera, que la sospechosa huyó de este lugar de la manera demostrada, y dejó el edificio, muy probablemente el país, antes de nuestra llegada.

– Sabe que le ha salvado sus diminutas y arrugadas bolas, Giamanno? -Eve dijo desde la barandilla. -Ella se escapó antes que usted pudiera llegar aquí para atraparla, incluso si hubiera movido su culo gordo cuando le pedí que lo hiciera como un buen oficial. Ahora vamos a encontrar como y porque. Su oficina, -dijo apuntando a la srta. Vincenti. -Ya.

Y entrando en la suita, pasó junto a la pareja dormida, y salió por la puerta.

Ella rehusó el ofrecimiento de café, lo que le indicó a Roarke que su malhumor estaba a punto de estallar. Su gerente de reservaciones estaba mostrando un poco del suyo. Las dos mujeres estaban sentadas mientras el policía italiano fruncía el ceño y resoplaba y el jefe de seguridad continuaba revisando los discos.

– Ella fue hacia la piscina. -su rostro estaba serio mientras observaba los movimientos de Julianna desde la suite al elevador, de ahí al salón Jardín fuera del lobby principal, y saliendo de él hacia la piscina de natación.

Las cámaras exteriores la siguieron mientras ella acelaraba su paso en una ligera carrera, giraba desde la piscina tomando un sendero del jardín. Y desaparecía de la vista.

– Mis disculpas, teniente Dallas. Yo debería haberlo anticipado.

– Bueno, alguien se lo anticipó o ella no se hubiera escapado, dejando la mayor parte de sus cosas detrás.

– Yo hablé con usted. -dijo Vincenti otra vez. -Con el capitán Giamanno, con el sr. Bartelli. Y con ningún otro.

Mientras ella cruzaba sus brazos, como preparándose para la batalla con Eve, la puerta se abrió. Una joven entró con una bandeja de café y pequeños bizcochos.

– Espere. -Eve la aferró del brazo haciendo temblar la bandeja. -Usted tomó mi transmisión inicial.

– Esta es mi asistente, Elena, que me la pasó a mi.

– Si, lo recuerdo. -Y una mirada a su rostro de dijo a Eve la mayoría de la historia. -Conoce la pena por obstruir a la justicia, Elena?

– Mi scusi? No comprendo.

– Usted habla inglés muy bien. Siéntese.

– Teniente, no voy a dejar que amenace a mi personal. Elena difícilmente hubiera ayudado a una criminal. Ella es… -Vincente se detuvo. Ella también vio la verdad en la cara de su asistente.

– Maledizione! Después de ese juramento, ella se lanzó en una furiosa parrafada en italiano mientras Elena se derrumbaba en una silla y empezaba a llorar.

El jefe de seguridad se agregó, luego el policía italiano, hasta que los oídos de Eve empezaron a zumbar. Manos volando, lágrimas cayendo. Ella abrió la boca para hacerlos callar, considerando disparar un par de ráfagas al techo, cuando Roarke los hizo callar a todos.

– Basta! Su voz tronó con autoridad, e hizo que Eve abriera enormemente los ojos cuando él también se lanzó en italiano.

– Le ruego me perdone. -Con un obvio esfuerzo, Vincenti se recompuso. -Por favor disculpe mi exabrupto, teniente Dallas. Elena, vas a decirle a la teniente, en inglés, lo que has hecho.

– Ella dijo, la señora dijo que necesitaba mi ayuda. -Las lágrimas caían en sus manos apretadas. -Su esposa, él la golpea. Es un hombre terrible, con gran poder en Estados Unidos. Ella me lo dijo, en confianza. Srta. Vincenti…