– Hola, Hayley.
Sobrecogida, se dio la vuelta.
– ¡Dios mío, Jeremy, me has dado un buen susto!
Él sonrió.
– Lo siento. Tienes un jardín precioso.
– Gracias. Me encanta la jardinería. -En realidad, apenas soportaba mirar las flores, pero tampoco podía dejarlas morir por falta de cuidados-. ¿Querías hablar conmigo?
– Sí, de hecho, eso es exactamente lo que quería. Hablar contigo. -Le ofreció el codo-. ¿Te apetece dar un paseo?
Hayley dudó un momento y luego se encogió de hombros. Con tal de mantener la mente ocupada, cualquier cosa serviría.
– Está bien. -Dejó los guantes en la cesta y se cogió del brazo de Jeremy.
Pasearon lentamente por el jardín hablando sobre naderías hasta que Jeremy se detuvo. Se volvió hacia Hayley, y ella notó que se estaba poniendo serio por momentos.
– ¡Por Dios, Jeremy! Por tu forma de mirarme, parece como si se fuera a acabar el mundo. ¿Va algo mal?
– No, sólo que tengo algo importante que decirte.
– ¡Por todos los santos, haz el favor de decírmelo!
Jeremy se soltó de Hayley bruscamente, entrelazó los dedos de ambas manos detrás de la espalda y empezó a andar delante de ella.
– He estado pensando bastante en ti desde mi regreso a Halstead.
Hayley arqueó las cejas en señal de extrañeza.
– ¿Ah, sí?
Jeremy asintió, sin reducir el paso.
– Sí, de hecho, también pensé a menudo en ti mientras estaba fuera. -Hizo una pausa y la miró-: Y tú, ¿pensaste también en mí?
«Por supuesto que sí. Tenía ganas de golpearte con una cacerola en la cabeza por haberme abandonado.»
– Sí. A veces.
Él exhaló sonoramente.
– Excelente. Como te decía, desde mi vuelta he estado pensando bastante en ti, o mejor dicho, en nosotros, en cómo fueron las cosas antes de mi partida. Cuando me fui, era considerablemente más joven y bastante inexperto. -Un súbito rubor tiñó las mejillas de Jeremy-. Lo que te quería decir es que ya no soy un chiquillo. Hace tres años, no estaba preparado para asumir la responsabilidad de sacar adelante a toda tu familia. -Se pasó un dedo por el pañuelo que llevaba en el cuello-. Pero creo que ahora sí lo estoy.
Hayley se limitó a mirarlo fijamente.
– No te entiendo.
– Pamela se casará pronto, sobre todo si Marshall Wentbridge no se duerme…
– Le ha pedido que se case con él hoy mismo -interrumpió Hayley-. Y ella ha aceptado.
Una sonrisa triunfal curvó sus labios.
– ¡Ya lo decía yo! ¿Lo ves?
– De hecho, no…
– Andrew y Nathan están creciditos y son bastante autosuficientes, y Callie ha dejado de ser un bebé. -Alargó los brazos y los apoyó en los hombros de Hayley-. En otras palabras, lo que tanto me imponía e intimidaba hace tres años ha dejado de imponerme y de intimidarme.
Hayley lo miró fijamente sin entender absolutamente nada.
– ¿Qué pretendes decirme?
– Quiero que te cases conmigo.
La expresión de extrañeza de Hayley dio paso a otra de profunda estupefacción.
Jeremy cogió con más fuerza a Hayley por los hombros y la atrajo hacia sí. Inclinándose hacia delante rozó sus labios con los de ella varias veces en una serie de castos besos y luego se retiró.
Los labios de Jeremy se iluminaron con una sonrisa.
– Ya veo por tu expresión que te he sorprendido.
– Me has dejado completamente anonadada -consiguió articular Hayley cuando logró hilvanar varias palabras.
– Pero no te he ofendido, espero.
– No, no me has ofendido -dijo con suma cautela, mientras intentaba ordenar sus caóticos pensamientos-. Sólo me has desconcertado.
Jeremy tomó las frías manos de Hayley y las estrechó entre las suyas.
– Siempre me has importado, Hayley, y tú lo sabes. -Se llevó las manos de Hayley a los labios y le besó fervientemente los dorsos-. No fue hasta que me marché que me di cuenta de lo maravillosa y especial que eres, de lo buena y cariñosa que eres. -La rodeó con ambos brazos y la abrazó fuertemente-. Y tan pura e inocente.
A Hayley se le encendió la cara. «¿Inocente? ¿Pura?» Cerrando los ojos, contuvo algo que estaba a medio camino entre la risa y el llanto. «¡Santo Dios! ¡Menuda ironía! Hace tres años habría dado cualquier cosa por oír esas palabras saliendo de la boca de Jeremy. Pero ahora es demasiado tarde.»
Jeremy quería casarse con una mujer pura e inocente, con una virgen, y tenía todos los motivos para esperar que Hayley lo fuera. «Y yo soy cualquier cosa menos eso.» Su noche de bodas tendría un desenlace dudoso, que probablemente traería la vergüenza y la humillación a ambos. No podía plantearse bajo ningún concepto casarse con él.
Y luego estaba la cuestión de su identidad secreta como H. Tripp. Esa información no sólo escandalizaría a Jeremy, sino que también le haría dudar de su honestidad.
Dando un paso hacia atrás para soltarse del abrazo de Jeremy, Hayley dijo:
– Yo…
Jeremy le tapó los labios delicadamente con la yema de un dedo, deteniendo sus palabras.
– No quiero que me des una respuesta ahora. -Una medio sonrisa arqueó sus labios-. Sobre todo si la respuesta va a ser no. Piensa en ello, Hayley. Podríamos ser muy felices juntos. -Le tocó suavemente la mejilla-. Quiero cuidar de ti.
Hayley cerró los ojos y respiró hondo. Alguien que cuidara de ella. «¡Dios, qué bien suena eso! ¡Qué maravilloso debe de ser que te cuiden! He cuidado de tanta gente durante tanto tiempo… ¿Cómo debe de ser eso de que alguien cuide de ti?»
– Prométeme que pensarás en ello.
¿Cómo no iba a pensar en ello? La proposición de Jeremy era increíblemente tentadora, no algo que descartar de entrada. Sí, era cierto que Hayley había llorado y lo había pasado muy mal por culpa de Jeremy hacía tres años, pero una parte de ella había entendido aquella decisión. Aunque tal vez no estuviera enamorada de él, lo apreciaba y los dos se llevaban bien. «Alguien que me cuide.»
Hayley asintió.
– Te lo prometo. Pensaré en ello.
Volviéndola a atraer hacia sí, Jeremy le besó la mejilla, luego los labios. Hayley intentó sentir algo, cualquier cosa, ante el contacto de los labios de Jeremy, pero no sintió nada. La embargó una profunda decepción, una desesperada necesidad de sentir algo en los brazos de aquel hombre que quería pasar con ella el resto de su vida. «Alguien que me cuide.»
Rodeándole el cuello con los brazos, le pasó los dedos por su recio pelo rubio.
– Bésame -le susurró al oído.
La sorpresa brilló momentáneamente en los ojos de Jeremy, y luego rodeó a Hayley por la cintura con ambos brazos y la besó varias veces antes de separarse de ella.
– Creo que será mejor que paremos -dijo con voz trémula.
– Sí-asintió Hayley intentando ocultar su decepción.
– ¿Puedo venir a verte mañana?
– ¿Mañana? -repitió ella ausente-. Celebramos la fiesta de cumpleaños de Callie, pero sí, por supuesto. Estaremos encantados de que nos acompañes.
Él le dio un delicado beso en el dorso de la mano.
– Hasta mañana entonces, cariño. -Y se fue, caminando hacia la casa por el sendero del jardín.
En cuanto hubo desaparecido de su vista, Hayley se dejó caer en el banco más cercano y se llevó los dedos a los labios. Había intentado desesperadamente sentir algo, la más leve chispa de pasión, en el beso de Jeremy, pero no lo había conseguido. Había fracasado estrepitosamente.
En comparación con el beso de Stephen, besar a Jeremy había sido tan excitante como besar a una carpa muerta. El beso de Stephen la había dejado sin aliento y anhelando más. El de Jeremy, sólo vagamente aburrida.
Emitiendo un hondo suspiro de autorreproche, Hayley hundió el rostro en las manos. Era injusto comparar a Jeremy con Stephen porque el Stephen de quien ella se había enamorado no existía en realidad. Jeremy era real. Ella sabía que a él sí que le importaba. Quería casarse con ella. Y cuidarla.