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Hayley cerró fuertemente los ojos mientras intentaba dominar las emociones que se agolpaban en su interior como abejas en un enjambre, bombardeándola, acribillándola, obligándola a sentir cosas que tan desesperadamente había intentado enterrar. Si Stephen no se iba pronto, ella no tardaría mucho en desmoronarse.

– Hayley, hay tantas cosas que quiero decirte, pero no encontraba las palabras adecuadas para decírtelas… de modo que te he comprado un regalo.

Hayley abrió los ojos y rogó a Dios que le diera fuerzas.

– Espera aquí.

Stephen abrió la puerta y se agachó para coger algo. Luego cerró la puerta y volvió a acercarse a Hayley, sosteniendo un pequeño ramo de flores.

– Tengo un modesto invernadero en mi casa de Londres -le dijo mientras le entregaba las flores-. Ayer por la tarde tuve una conversación con Desmond.

– ¿Desmond?

– Mi jardinero. Al parecer, comparte tu afición por los nombres de las flores y lo que simbolizan. -Tocó una delicada flor-. Por ejemplo, Desmond me dijo que los tulipanes, como éste, simbolizan el amor apasionado. ¿Es correcto?

Hayley miró fijamente el ramo y asintió en silencio.

– Y esta flor -dijo Stephen tocando una florecilla blanca- es una camelia. Simboliza la perfecta hermosura. Y estas margaritas rosas… ¿sabes qué simbolizan?

– Mi amor nunca morirá -susurró Hayley, con los ojos clavados en el ramo.

– Sí. Mi amor nunca morirá -repitió él tiernamente. Luego señaló un pequeño capullo de rosa de color blanco-. Según Desmond, éste simboliza un corazón que no ha conocido el amor. -Colocando delicadamente un dedo bajo la barbilla de Hayley, se la levantó hasta que se cruzaron sus miradas-. Así era yo. No conocía el amor. Hasta que te conocí. -Cogió una rosa roja del ramillete y se la alargó-. Las rosas rojas simbolizan el amor. Eso es lo que yo siento por ti, Hayley.

Hayley cogió la rosa con dedos temblorosos y se la llevó a la nariz, inhalando su embriagadora fragancia mientras la cabeza le daba vueltas a gran velocidad. «"Amor. Eso es lo que yo siento por ti, Hayley." ¿Ha dicho realmente esas palabras?»

Antes de que ella pudiera pensar, Stephen alargó el brazo y extrajo una florecilla del ramo. Cuando Hayley vio la verbena, se quedó completamente inmóvil. Su mirada buscó la de Stephen.

– ¿Sabes lo que simboliza la verbena? -le preguntó con dulzura.

Ella tragó saliva, apenas capaz de respirar.

– ¿Sabes tú lo que simboliza?

Asintiendo solemnemente, le alargó la flor.

– Cásate conmigo.

Hayley lo miró fijamente. Seguro que estaba soñando. Aquello no podía ser real.

Él se inclinó hacia delante y rozó levemente sus labios con los de ella.

– ¡Por Dios, Hayley, te quiero! -le dijo respirando en su boca-. Cásate conmigo. Te prometo que me pasaré el resto de mi vida intentando hacerte feliz, intentando hacerte olvidar todo el daño que te he hecho. -Levantó la cabeza y buscó su mirada.

Hayley miró el rostro de Stephen, tan atractivo como siempre y con una expresión entre seria y sombría. La quería. El caudal de lágrimas que Hayley ya no se sentía capaz de contener por más tiempo se desbordó y empezó a emanar de sus ojos.

El la estrechó entre sus brazos, comprimiendo el ramo entre ambos.

– No llores, por favor. No puedo soportar ver llorar a un ángel. -Le besó tiernamente los párpados y luego deslizó los labios por sus mejillas empapadas de lágrimas-. Hayley, mi amor, por favor, di algo -le susurró al oído-. Necesito que me des una respuesta. Lo estoy pasando fatal… -Bajó la cabeza hasta que sus frentes entraron en contacto-. Tienes que casarte conmigo. Si no, me convertiré en un horrible cascarrabias. Estaré siempre de mal humor. -Levantó la cabeza y se tocó la piel de la comisura de un párpado-. Mira todas las arrugas que me han salido de tanto poner mala cara. Envejeceré antes de tiempo. Compadécete de un pobre miembro de la nobleza que está locamente enamorado de ti y se siente profundamente desdichado en tu ausencia.

– Mi familia -empezó a decir Hayley, pero Stephen la cortó.

– Tu familia será mi familia, y será la primera familia de verdad que he tenido nunca. Vivirán con nosotros y me encargaré de que no les falte de nada.

– Supongo que querrás que deje de llevar pantalones de montar y de juguetear en el lago.

La expresión de Stephen se suavizó y negó con la cabeza.

– No, no cambies nada. Me gusta todo de ti, especialmente esas cosas que te hacen tan maravillosamente diferente.

Hayley sintió una dicha desbordante. Pero todavía había un pequeño obstáculo que se interponía en su camino.

– Hay algo que debo decirte, Stephen.

– Basta con que me digas que sí.

Hayley negó con la cabeza.

– Me refiero a que hay algo que debes saber, algo sobre mí.

– Soy todo oídos.

Hayley dio un paso atrás y se apretó el estómago con la mano.

– No sé muy bien cómo decírtelo más que diciéndotelo. -Respiró hondo y deseó lo mejor-. Quiero seguir escribiendo y vendiendo relatos para Gentleman's Weekly.

– Cuando seas mi mujer, desde luego no te faltará dinero.

– No tiene nada que ver con el dinero. Disfruto escribiendo esos relatos. Me ayudan a mantener vivo el recuerdo de mi padre. -Cuando vio que él guardaba silencio, añadió-. Es importante para mí, Stephen.

– Entiendo.

A Hayley se le encogió el corazón al oír aquel tono tan serio y desapasionado. Era evidente que lo desaprobaba.

– Soy consciente del escándalo que supondría que alguien descubriera que soy H. Tripp. Debes de pensar que soy…

– Inteligente. Creo que eres absolutamente inteligente. Y maravillosa. -Una lenta sonrisa curvó los labios de Stephen-. Parece ser que acabo de proponerle el matrimonio a uno de los «hombres» más famosos de toda Inglaterra. Desde luego, ¡vamos a dar que hablar a los miembros de la alta sociedad! -Atrayéndola hacia sí, la besó hasta que a ella empezó a darle vueltas la cabeza.

– ¿O sea que no te importa? -dijo Hayley casi sin aliento cuando él levantó la cabeza.

Stephen arqueó una ceja.

– ¿Importarme? Que la mujer a quien amo tenga talento para escribir, aparte de ser hermosa y absolutamente maravillosa? ¿Por qué iba a importarme?

– Entonces, ¿me dejarías seguir escribiendo?

– ¿Dejarte? Insisto en que sigas escribiendo. Estoy tan pendiente como todo el mundo por saber qué ocurre en la próxima entrega de Las aventuras de un capitán de barco. -La miró con seriedad-. Ahora, vas a responder de una vez a mi pregunta. ¿Quieres casarte conmigo, Hayley?

Hayley lo miró; su corazón rebosaba tanto amor que apenas podía hablar. Consiguió emitir una sola palabra, pero, al parecer, aquello le bastó a Stephen, puesto que era la única palabra que deseaba oír.

– Sí -dijo con un hilillo de voz.

– ¡Gracias a Dios! -exclamó él fervientemente. Bajó la cabeza y apresó los labios de Hayley en un beso interminable, lleno de dolorida ternura e inequívoco amor. Al cabo de varios minutos, levantó la cabeza-. Sólo hay algo que necesito pedirte -le dijo con voz algo trémula.

– ¿Qué?

– Aun corriendo el riesgo de parecer un poco despótico y demasiado exigente, si el indeseable de Popplefart [16] no está fuera de esta casa dentro de exactamente tres minutos, voy a sacarle de una patada en el culo.

Hayley abrió los ojos de par en par.

– ¡Dios mío! Me había olvidado completamente del pobre Jeremy…

– ¿Pobre Jeremy?

– Sí. Debo decirle que no acepto su proposición.

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[16] En inglés, to fart significa «perderse». La «equivocación» de Stephen contiene cierta nota irónica que no se puede traducir al español. (N. de la T.)