Soltó una imprecación. La huida de Sophia lo tenía frustrado. Ella lo había desafiado de muchas maneras y se merecía un castigo.Tenía que encontrarla: sabía demasiado y él tenía que evitar que hablara.
Capítulo 7
Cuando amaneció, Liz no había conseguido dormir. Estaba demasiado nerviosa como para seguir el consejo de David. La niña se despertó cuando ella todavía estaba en camisón, así que le dio de comer, la cambió y la vistió mientras jugaba con ella.
Después de arreglar a Natasha, Liz se vistió también y a los pocos minutos, David la llamó desde recepción y subió a la habitación.
– Hola -le dijo al entrar-. ¿Has conseguido dormir?
– Un poco -respondió Liz, encogiéndose de hombros.
Él la miró con los ojos entrecerrados.
– Así que mi guardia de seguridad no ha conseguido que te tranquilices.
– Me ha ayudado. De veras, he dormido un poco.
– Vaya, vaya. Eso no es suficiente. Necesitas descansar.
Ella le agradecía que se preocupara, pero sabía que David no podía hacer nada por cambiar la situación.
– Me desquitaré cuando llegue a casa.
– Claro. Porque Natasha no te dará trabajo.
Liz sonrió.
– Eres muy amable por preocuparte.
– Soy algo más que amable. Soy práctico -dijo él. Se acercó a la cama y apartó las sábanas-.Vamos, métete ahora mismo ahí.
– No puedo.
– Claro que puedes. ¿Ha desayunado la niña?
– Sí, pero…
– Pero nada. Natasha y yo nos vamos a ir por ahí durante unas horas. Volveremos a media mañana para ir al orfanato.
Parecía que estaba hablando completamente en serio. Ella se quedó anonadada al verlo tomar la bolsa de la niña y colocar a Natasha en su sillita.
– ¿De veras la vas a cuidar?
– ¿Dudas de mis habilidades?
– No exactamente.
– Lo cual significa que sí.
Ella se encogió de hombros.
– Bueno, sí. Al fin y al cabo, eres un hombre.
– ¿Eres así de machista? Bueno, pues te diré que todo lo que tú hagas yo puedo hacerlo igual de bien.
– Al menos no has dicho que mejor.
– No soy tan tonto.
Él abrochó el cinturón de la niña y Liz se dio cuenta de que Natasha estaba tan contenta con David como pudiera estarlo con ella. Aquella pequeña tenía muy buen gusto con los hombres.
David miró la hora.
– Bueno, tienes cuatro horas. Duerme. Avisaré en recepción de que no manden a las limpiadoras hasta mediodía.
Ella se sentó al borde del colchón y sintió de golpe todo el agotamiento.
– Eres maravilloso por hacer esto.
– Ya lo sé -dijo él. Se inclinó hacia Liz y le besó la frente-. Hasta luego.
Liz lo vio marcharse con Natasha. Después, la puerta se cerró y ella se tumbó en la cama. Debería levantarse y ponerse el camisón. O al menos, quitarse los pantalones vaqueros. Todo se le iba a arrugar… poco a poco, se le cerraron los ojos y se quedó dormida.
David abrió su coche y puso a Natasha en el asiento trasero.
– Vas a cambiar mis planes matutinos -le dijo al bebé-. ¿Qué te parecen las reuniones de trabajo?
La niña se rió y agitó los bracitos hacia él. David le sonrió, se sentó tras el volante y arrancó el motor. Mientras se ponía en marcha, se dio cuenta de que una furgoneta blanca ocupaba el sitio que él acababa de dejar. Un conductor con suerte.
Cuando llegó a su oficina, su secretaria vio a Natasha y se echó a reír.
– Esto es nuevo -le dijo, bromeando-. ¿Es que los bebés son la última moda?
– Estoy ayudando a una amiga -respondió él-. Mandy, te presento a Natasha. Es una niña muy buena.
– ¡Oooh, es una preciosidad! ¿Puedo tomarla en brazos?
– Claro.
Mandy siguió a David hasta su despacho y allí lo ayudó a instalar a Natasha. Pusieron varias mantas en el suelo para crear un espacio donde el bebé pudiera estirarse y después David le puso alrededor los juguetes que había llevado para que se entretuviera.
Con el bebé a la vista, se sentó tras su escritorio y tomó el auricular del teléfono. Cuando Ainsley respondió, le pidió que se pasara por allí más tarde y después se puso a trabajar en sus propios casos.
Ainsley apareció a las diez y media.
– Nada nuevo -le dijo, mientras se agachaba junto a la niña y le canturreaba-. ¿Es ésta?
– Sí. Tiene cuatro meses. Según tú misma me has dicho, es demasiado mayor para el mercado negro.
– Todos los niños robados hasta el momento eran más pequeños -dijo Ainsley, mientras tomaba a Natasha en brazos y se la llevaba hasta el sofá. Allí, la muchacha se sentó con la niña en el regazo, completamente deslumbrada por la sonrisa de Natasha.
– ¿Y por qué se arriesgan secuestrando a bebés tan pequeños? -preguntó él.
– Porque todavía no están en proceso de adopción -respondió Ainsley, mientras fingía que le mordía los deditos a Natasha. Las dos se rieron.
Ainsley lo miró y carraspeó.
– Lo siento. Es una preciosidad.
– Lo sé.
Y también lo era su madre, pensó él. Pero aunque no tenía ningún peligro en encariñarse con el bebé, enamorarse de Liz era mucho más arriesgado.
– Tenemos problemas para conseguir información -dijo Ainsley-. En primer lugar, es un asunto interno. La policía de Moscú no quiere ayudar. Ni siquiera reconocen que hay un problema. No cooperan. Toda la información que tengo la he conseguido a través de otras fuentes. Y lo que sé es que hay parejas ricas que quieren un bebé y que comienzan a trabajar a través del sistema legal, como todos los demás. Pero en algún momento, se pone en contacto con ellos alguien que les asegura que puede conseguirles un niño mucho más rápidamente.
– Por un precio -dijo David.
– Exacto. Les muestran fotos de los bebés y les dan sus historias clínicas. Entonces, la pareja hace el pago y se les envía el niño. El que les consigue esos bebés tiene una buena documentación y ha hecho los deberes. Todavía no hemos encontrado ni un error en los papeles.
– Así que la pareja rica consigue un bebé sin ningún esfuerzo.
– Algo así. Si Natasha iba a ser uno de esos bebés, debería haberle sido entregada a la pareja hace varios meses.
– Quizá el trato se viniera abajo.
– Seguramente, eso ocurre a veces. Pero entonces, ¿por qué no la dejan en el orfanato para que siga el proceso de adopción normal?
Él miró a la niña. Natasha tenía unos enormes ojos azules y el pelo castaño. Su carita redonda y su sonrisa de felicidad hacían que fuera candidata a modelo de niños.
– ¿Se parece a alguien? -le preguntó a Ainsley, hablando lentamente según se le iban pasando aquellas ideas por la cabeza-. ¿Es posible conseguir un bebé a la carta?
– ¿Te refieres a que las parejas pidan un cierto tipo de niño y esos tipos se lo consigan?
– No lo sé. Es tu departamento. ¿Es eso lo que ocurre?
– Supongo que es posible. La pareja paga una enorme suma por el niño, así que, ¿por qué no iban a poder pedirlo según sus deseos? -respondió Ainsley, e hizo un gesto de repugnancia-. Cualquiera diría que estamos hablando de una pizza y no de un niño.
– Estoy de acuerdo pero, ¿crees que nuestros amigos del mercado negro entenderán la diferencia?
– Probablemente no.
David pensó en otra posibilidad.
– Así que no sabemos quién quiere a Natasha, ni si el ataque fue una casualidad o no. Pero si no lo fue, es posible que anden detrás de esta niña en concreto. ¿Podemos confirmar algo de esto?
– Tendré que hacer unas cuantas preguntas.
– Hazlo y después, infórmame.
– ¿Qué vas a hacer?
David suspiró.
– Averiguar cómo puedo mantener a salvo a Natasha y a su madre adoptiva sin que ninguna de las dos sienta pánico.