David la abrazó y la apretó con fuerza. Natasha se despertó con un grito de protesta y él se echó hacia atrás, riéndose.
– Lo siento, pequeña -le dijo, mientras la tomaba en brazos.
Liz observó sus movimientos relajados y supo que todo iba a salir bien.
Él se puso de pie y se dirigió hacia la puerta.
– Ven a ayudarme a hacer las maletas -le pidió a Liz-. Tengo que tomar un avión.
Liz se acercó a él.
– Espero que haya un asiento libre en el vuelo de medianoche.
Él se sacó un billete del bolsillo.
– Es gracioso que lo menciones.
Ella se rió.
David le pasó el brazo libre por los hombros y Liz se apoyó en él. Entre los dos, sostuvieron a Natasha. Quizá hubiera hecho falta que pasaran cinco años separados para darse cuenta de qué era lo que de verdad contaba. Quizá los dos hubieran tenido que arriesgarlo todo para encontrar el camino a casa.
Por fin lo habían encontrado y Liz supo que aquello era lo único que importaba.
SUSAN MALLERY