—Tela para el jefe —dijo, entregándole una pieza de lino y una pieza de lana, hiladas y tejidas en New Hampshire especialmente para aquella ocasión, y transportada a costa de enormes esfuerzos hasta Nueva York.
—Bonitas baratijas para el jefe —dijo, entregándole un reloj despertador, sólo ligeramente enmohecido, y una hermosa máquina de escribir, que funcionaban gracias a los esfuerzos mancomunados de un grupo de artesanos y otro de ingenieros (estos últimos interpretando los enrevesados documentos antiguos para los artesanos) durante dos meses y medio.
—Armas para el jefe —dijo, entregándole un sable de caballería primorosamente tallado, preciado tesoro que había pertenecido al Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, el cual había protestado amargamente cuando el Presidente le obligó a entregarlo ("Diablos, señor Presidente, ¿acaso quiere usted que luche contra esos indios con las manos vacías?" "No, Johnny, no es eso lo que quiero, pero estoy seguro de que podrás encontrar otro como éste en poder de alguno de tus más vehementes oficiales jóvenes").
Tres Bombas de Hidrógeno examinó los regalos, especialmente la máquina de escribir, con cierto interés. Luego los distribuyó solemnemente entre los miembros de su consejo, reservándose únicamente la máquina de escribir y uno de los zafiros. El sable se lo entregó a su hijo.
Generador de Radiaciones golpeó el acero con su uña.
—Poca cosa —afirmó—. Poca cosa. Míster Thomas trajo mejores regalos que éstos de los Estados Confederados de América para la ceremonia de la pubertad de mi hermana. —Dejó caer el sable desdeñosamente al suelo—. Pero, ¿qué puede esperarse de una pandilla de apestosos descamisados de piel blanca que no sirven para nada?
Al oír aquellas palabras Jerry Franklin se puso rígido. Aquello significaba que tenía que luchar con Generador de Radiaciones… y la perspectiva le asustó tanto que su espalda quedó empapada en un frío sudor. La alternativa era perder todo prestigio ante los Sioux.
"Descamisado" era un vocablo del sistema Natchez y en aquellos días se aplicaba a todos los hombres blancos que trabajaban en las plantaciones o en las factorías al servicio de sus aristocráticos dueños indios. Un "descamisado" era algo peor que un esclavo.
Si alguien dejaba que otro le llamase descamisado y no le mataba… bueno, en tal caso era un descamisado.
—Soy un representante acreditado de los Estados Unidos de América —dijo Jerry lentamente, alzando la voz—, y el primogénito del Senador de Idaho. Cuando mi padre muera, me sentaré en el Senado en su lugar. Soy un hombre que ha nacido libre, que participa en los consejos de su nación, y el que me llame descamisado es un asqueroso embustero.
Ya estaba hecho. Jerry aguardó, mientras Generador de Radiaciones se ponía en pie. Observó con desaliento el musculoso y bien formado cuerpo del joven guerrero. No tendría ninguna posibilidad contra él en una lucha mano a mano… que era lo que le esperaba.
Generador de Radiaciones recogió la espada del suelo y apuntó con ella a Jerry Franklin.
—Podría ensartarte ahora mismo como a una cebolla —dijo—. O podría luchar contigo a cuchillo y abrirte el vientre en canal. He luchado y he matado Semínolas, he luchado contra los Apaches, incluso he luchado y he matado Comanches. Pero nunca me he ensuciado las manos con la sangre de un rostro pálido, y no voy a hacerlo ahora. Dejo esa puerca tarea a los verdugos de nuestros Estados. Padre, me quedaré fuera hasta que hayan limpiado el jacal.
Arrojó desdeñosamente la espada a los pies de Jerry y se dirigió a la puerta. Antes de atravesarla, se detuvo y dijo por encima de su hombro:
—¡El primogénito del Senador de Idaho! Idaho ha formado parte de las posesiones de la familia de mi madre durante los últimos cuarenta y cinco años. ¿Cuándo dejarán estos cretinos románticos de jugar y empezarán a vivir en el mundo tal como es ahora?
—¡Este hijo mío! —murmuró el jefe—. Las jóvenes generaciones, ya se sabe… Un poco salvaje, un poco intolerante, desde luego. Pero es un gran muchacho. De veras. Un gran muchacho.
Hizo una seña a los esclavos blancos, los cuales trajeron una especie de baúl cubierto de grandes salpicaduras de color.
Mientras el jefe rebuscaba en el baúl, Jerry Franklin se relajó pulgada a pulgada. Era casi demasiado bueno para ser verdad: ni tenía que luchar contra Generador de Radiaciones, ni había perdido el honor. Las cosas no podían marchar mejor de lo que marchaban.
En cuanto al último comentario de Generador de Radiaciones… bueno, ¿cómo podía esperarse que un indio comprendiera ciertas cosas, como por ejemplo la tradición y la gloria que podía residir siempre en un símbolo? Cuando su padre se puso en pie bajo el cuarteado techo del Madison Square Garden y se encaró con el vicepresidente de los Estados Unidos para decirle: "El pueblo del Estado Soberano de Idaho no ha consentido nunca, y nunca consentirá, pagar un impuesto sobre las patatas. Desde épocas inmemoriales, las patatas han estado asociadas con Idaho, han sido el orgullo de Idaho. La población de Boise dice que no a un impuesto sobre las patatas, la población de Pocatello dice que no a un impuesto sobre las patatas, todos los granjeros de la Gema de la Montaña dicen que no, y mil veces no, a un impuesto sobre las patatas…", cuando su padre hablaba de ese modo, estaba hablando en nombre de Boise y de Pocatello. No del aplastado Boise ni del asolado Pocatello de hoy, sino de las magníficas ciudades que habían sido en otro tiempo… y de las florecientes granjas del otro lado del Snake River… Y de Sun Valley, Idaho Falls, American Falls, Weiser, Grangeville, Twin Falls…
—No te esperábamos, de modo que no tenemos muchos regalos que ofrecerte —estaba explicándole Tres Bombas de Hidrógeno—. Sin embargo, aquí hay una cosa para ti.
Jerry se quedó con la boca abierta al verla. ¡Era una pistola, una pistola de verdad, completamente nueva!. Y una cajita de municiones. Proyectadas y realizadas en una fábrica que los Sioux poseían en el Middle West y de las cuales había oído hablar. Pero, ¡tenerla en sus manos y saber que le pertenecía! Era una Caballo Loco del cuarenta y cinco y, según todos los informes, muy superior al arma Apache que durante tanto tiempo había predominado en el Oeste: la Gerónimo del treinta y dos. Era la clase de arma que un general del Ejército o un Presidente de los Estados Unidos, nunca esperarían poseer… ¡y era suya!
—No sé cómo… Realmente, yo… yo…
—Está bien, está bien —dijo el jefe en tono condescendiente—. Está bien. Mi hijo no aprobaría este regalo a un rostro pálido pero para mí los rostros pálidos son personas como las demás… lo que cuenta es el individuo. Tú pareces un hombre responsable aun siendo un rostro pálido, estoy seguro de que utilizarás la pistola de un modo cuerdo. Ahora tu mensaje.
Jerry se concentró y abrió la bolsa que colgaba de su cuello. Reverentemente, extrajo el precioso documento y se lo entregó al jefe.
Tres Bombas de Hidrógeno lo leyó rápidamente y lo pasó a sus guerreros. El último en leerlo, Brillante Cubierta de Libro, lo arrugó hasta convertirlo en una bola y lo tiró a los pies del hombre blanco.
—Muy mal escrito —dijo—. "Cambio" está escrito con "v", y la regla es "b" detrás de "m". Además, ¿qué tiene que ver con nosotros? Está dirigido al jefe Semínola, Osceola VII, solicitando que ordena a sus guerreros que se marchen de la orilla meridional del río Delaware, o que devuelvan los rehenes que le fueron entregados por el gobierno de los Estado Unidos como prueba de buena voluntad y de intenciones pacíficas. Nosotros no somos Semínolas: ¿por qué nos lo das a nosotros?
Mientras Jerry Franklin alisaba cuidadosamente el documento y volvía a ponerlo en su bolsa, el embajador de la Confederación, Sylvester Thomas, tomó la palabra.