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Maddy echó una ojeada a la runiforma de su brazo. Kaen, el Fuego Desatado, todavía brillaba allí, de color violeta sobre su piel pálida. Un signo poderoso, incluso invertido, y Maddy lo había usado lo suficiente para saber que debía respetar a su portador y también desconfiar de él.

– ¿Y cómo invertiste tu magia?

– De una forma muy dolorosa -contestó él.

– Oh -exclamó Maddy, y se hizo una pausa-. Bueno, y ¿qué es lo que hay de los ígneos? ígneos, furias, como sea.

– Bueno, ahora todos somos furias -repuso con un encogimiento de hombros-. Como cualquier otra cosa que haya sido tocada por el Fuego. O demonios, como diría tu párroco. No supone novedad alguna para mí, claro, te habitúas cuando eres un hijo del Caos, pero el General debe de llevarlo peor, él que ha sido un partidario acérrimo de la Ley y el Orden. -Sonrió-. Debe de ser difícil para él aceptar esto, a los nuevos dioses al menos; para el Orden, simplemente ahora es el enemigo.

– ¿Los nuevos dioses? -Loki asintió, sin sonreírle esta vez-. Pretendes decirme que todo es real, también lo demás, ¿verdad? Lo del Innombrable y todo cuanto predica Nat Parson del Libro de la Tribulación, ¿es eso?

El Embaucador asintió otra vez y luego repuso:

– Tan real o imaginario como cualquiera de nosotros. No ha de extrañarte que tu párroco se muestre tan negativo y hostil respecto a las viejas costumbres. Él sabe quién es el enemigo, no hay duda, y él y los de su clase no estarán a salvo hasta que los nuestros sean depurados de los Nueve Mundos, hasta que todos los cuentos queden olvidados, cada hechizo dominado, todos los ígneos extinguidos, hasta la última chispa y la última llama.

– Pero yo soy una ígnea -le espetó Maddy abriendo la mano para mostrar su propia runiforma, que brillaba ahora como una brasa.

– Oh, sí, sí que lo eres -replicó el as-. Eso no lo he puesto en tela de juicio en ningún momento desde que vi esa marca tuya. No me sorprende que el General haya mantenido tanto silencio en lo que a ti se refiere. Eres algo casi único y eso tiene para él más valor que el Rescate de la Nutria, y para mí, y para cualquiera que pudiera tenerte de su lado. -La runiforma de Maddy ardía ahora, enviando finos zarcillos de fuego serpenteantes hacia las puntas de sus dedos-. El Oráculo predijo la aparición de alguien como tú -le relató Loki, observándola fascinado-. Predijo nuevas runas para la Era Nueva; runas que estarían completas y no podrían romperse, con el fin de poder reescribir los Nueve Mundos. Esa runa tuya es Aesk, el Fresno, y el Tuerto debió de pensar que ya habían llegado los Días Felices y de Celebración cuando la vio en tu mano.

– Aesk -silabeó Maddy en voz baja flexionando los dedos hasta formar una cuna de gato de fuego-. ¿Y tú crees que el Tuerto estaba al tanto de todo esto?

– Juraría que sí -replicó el as-. Fue a Odín al que se le hizo la profecía.

La joven reflexionó sobre el tema durante un momento y al final preguntó:

– ¿Por qué? ¿Qué es lo que pretende? ¿Y qué es ese Susurrante que tanto necesita? ¿Mencionaba el Oráculo de alguna manera todo esto?

– Maddy -comentó Loki, comenzando a sonreír-, el Susurrante es el Oráculo.

Capítulo 2

Había un frasco de oscuro hidromiel escondido en la cueva. Loki le ofreció a su interlocutora un trago y se fue bebiendo el resto a sorbos mientras contaba la historia.

– El Susurrante es un poder arcano, más antiguo incluso que el mismo General, aunque a él no le gusta que se lo recuerden -le contó-. Es una historia que se remonta hasta el mismísimo comienzo de la Era Antigua, a las primeras contiendas entre el Orden y el Caos, y si me lo preguntas, ninguna de las partes ha sabido reflejar esto de forma correcta. Por supuesto, aquí el menda, tu seguro servidor, era completamente neutral en aquellos momentos. -Maddy enarcó una ceja con escepticismo-. Oye, ¿quieres escuchar la historia o no? -La muchacha asintió-. De acuerdo, Asgard era una fortaleza en perfecto Orden en los primeros días de la juventud del General. No había en ella ni una chispa de magia. Los vanir, nigromantes de las fronteras del Caos, eran los encargados de preservar el Fuego, y ellos y los æsir se hicieron la guerra durante años, hasta que al final ambos se dieron cuenta de que ninguno de ellos iba a ganar nunca e intercambiaron rehenes en prueba de buena fe. Los æsir retuvieron a Njord y a sus hijos, Frey y Freya; y los vanir, a Hónir, un gran chaval, pero bastante zote, y a un astuto viejo diplomático llamado Mímir, que les robó la energía mágica, los aconsejó y regresó a casa en secreto.

»Los vanir no tardaron en percatarse de que tenían un par de espías entre ellos; entonces, mataron a Mímir y enviaron de vuelta su cabeza a Ásgard en señal de represalia, aunque para entonces el General ya había conseguido su objetivo: las runas del Alfabeto Antiguo, las letras de una lengua antigua con la cual se habían creado los mundos.

– El lenguaje del Caos -aclaró Maddy.

El Embaucador asintió.

– El Caos no quedó demasiado satisfecho con el robo, por lo que Odín hizo uso de las nuevas habilidades mágicas para mantener la cabeza viva, y le insufló energía mágica a fin de que pudiera hablar. Muy pocos regresan de la muerte, pero merece la pena oír la información. Así fue como Mímir adquirió el don de la profecía, una facultad de valor incalculable para el General, aunque el regalo costó un precio muy alto. Odín lo pagó con un ojo. Y en lo que respecta a Mímir, o como él le llamó, el Susurrante, no creo que entonces se preocupara mucho por nosotros, así que yo ahora no contaría demasiado con su buena voluntad. -Loki apuró de un trago la botella de hidromiel-. He intentado hablar con él, pero nunca le caí bien, ni siquiera en los viejos tiempos. Por eso, en cuanto a sacarlo de ahí…

– Pero ¿para qué lo queréis? -inquirió Maddy-. ¿Por qué es tan importante?

– Por favor, Maddy -intervino el as con una nota de impaciencia en la voz-. El Susurrante no es una chuchería cualquiera. Es un oráculo. Sabe cosas. Predijo el Ragnarók y una gran cantidad de acontecimientos que ya me hubiera gustado a mí conocer en su momento. Si Odín le hubiera prestado más atención a su profecía en vez de intentar demostrar que se equivocaba, entonces quizás el Ragnarók no se habría torcido tanto como lo hizo.

Hubo una pausa mientras ella se hacía cargo de las implicaciones.

– Pero ¿para qué lo perseguís ahora? -preguntó de nuevo.

– ¿Qué te parece disponer de una segunda oportunidad? -Loki volvió a esbozar aquella sonrisa torcida suya-. Escucha, Maddy, Odín puso la mitad de sí mismo en ese viejo hechizo, estamos hablando de la mitad del General en su mejor momento. Piensa en lo que podría hacerse con semejante poder. Ahí hay una energía inimaginable a la espera de que alguien la descubra, poderes procedentes del mismísimo reino del Caos. -Suspiró-. Ahora bien, ese maldito trasto tiene mente propia y no está por la labor de cooperar. Sin embargo, hay gente por ahí que daría cualquier cosa por ponerle las manos encima. Y otros, por supuesto, que darían lo que fuera por detenerlos.

– Dioses -dijo Maddy.

– Amén -repuso Loki.

El Embaucador le explicó a la muchacha que había encontrado al Susurrante en el transcurso de una de sus excursiones de exploración hacía algunos siglos, después del final de la guerra, cuando todo lo demás era Caos y matanzas. Muchos habían caído; algunos estaban perdidos para siempre, ya fuera enterrados en el hielo, o consumidos por los fuegos del Caos. Los supervivientes fueron arrojados al Averno, pero Loki, tan escurridizo como siempre, había conseguido apañárselas para escapar.