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– Parecéis una familia muy divertida.

– Lo somos. ¿Cómo era la tuya antes de perder a tus padres?

– Buena. Divertida. Estábamos muy unidos -se encogió de hombros-. Mis hermanos eran mucho más pequeños que yo y eso marcó la relación.

– Debiste de quedarte hundido cuando tus padres murieron.

Asintió.

– Sí. No sabía cómo iba a hacerlo. No sabía cómo criar a los chicos y hacerlo bien.

– Puedes estar orgulloso de lo que has conseguido. Yo no creo que pudiera haberlo hecho. Perdimos a mi padre hace diez años. Mis hermanas y yo acabábamos de salir del instituto e íbamos a ir a la universidad. Mis hermanos estaban ya en la facultad y otros habían terminado. Fue muy duro seguir adelante, así que no puedo imaginarme tener que enfrentarme a esa pérdida emocional y además criar a dos hermanos pequeños.

Finn parecía incómodo con los cumplidos.

– Hice lo que tenía que hacer. Algunos días pienso que lo hice bien, y otros, como cuando estoy en el hotel, aquí en Fool’s Gold, pienso que lo he estropeado todo completamente.

– No es así. Lo que están haciendo ahora no tiene nada que ver contigo.

La miró.

– Quiero creerte.

– Pues deberías.

– Eres una mandona. ¿No te lo han dicho nunca?

– ¿Estás de broma? ¿Con tres hermanos? Tengo una corona y todo. Soy la reina de los mandones.

Finn se rio y ese cálido sonido llenó la habitación y la hizo sonreír. Siguieron hablando hasta que sonó el timbre del horno.

– Vamos -le dijo ella levantándose-. Nuestra sorpresa de tofu nos espera.

Finn disfrutó de la cena. No solo por el pollo y el puré de patatas, que fueron lo mejor que había comido en meses y tal vez en años, sino también por la conversación. Dakota le contó divertidas historias sobre su vida en Fool’s Gold.

Él sabía cómo eran los pueblos pequeños, pero South Salmon hacía que Fool’s Gold pareciera Nueva York. Dónde él vivía, la gente solía ser muy reservada. Sí, claro que podías contar con la ayuda de los vecinos, pero nadie se metía en tus asuntos. Por lo que Dakota había dicho, Fool’s Gold era un pueblo que se entrometía en todo.

– Si hubieras venido aquí en otras circunstancias, estoy segura de que te habría gustado mucho más.

– Me gusta Fool’s Gold.

– Para ti, éste siempre será el lugar al que huyeron tus hermanos.

– Míralo de este modo: cuando Sasha se mude a Los Ángeles, en lugar de odiar este lugar, odiaré aquello.

– Eso no es muy reconfortante.

Se sonrieron. A Finn le gustaba cómo la luz parecía juguetear con el cabello de Dakota marcando en él distintas tonalidades de rubio. Cuando ella se reía, sus ojos se arrugaban de un modo que lo hacían querer reír a él también. Era una mujer con la que resultaba sencillo hablar. Ya había olvidado lo agradable que podía ser disfrutar de la compañía de una mujer.

– ¿Cómo es que tienes un jefe tan comprensivo? Me dijiste que tenías otro trabajo. ¿Qué hace mientras tú trabajas en el programa?

Dakota arrugó la nariz.

– No me echa de menos -farfulló-. Raúl está ocupado jugando a las casitas con su mujer, acaban de casarse. ¿Te gusta el fútbol?

– Un poco. ¿Por qué?

– Mi jefe es Raúl Moreno.

– ¿El quarterback de los Cowboys de Dallas?

– Eso es. Cuando se retiró, se vino a vivir aquí. Había un campamento abandonado en las montañas y lo compró y lo reconstruyó. Me contrató para coordinar los distintos programas educativos y tuvo la idea de tenerlo abierto todo el año. En invierno íbamos a ofrecer programas de Matemáticas y Ciencias. Cursos intensivos para chicos de secundaria, para que se interesen en las posibilidades que tienen.

– ¿Y qué pasó?

– Una de las escuelas de primaria se incendió y Raúl se ofreció a ceder el campamento para dar las clases. Fue en septiembre. Hasta que se construya una nueva escuela y los niños regresen a ella, el campamento estará lleno, así que nuestros grandes planes están en suspenso, lo cual es una de las razones por las que no le importó que ayudara con el programa.

Se inclinó hacia él.

– La otra razón es que acaba de casarse. Pia, su mujer, está embarazada de gemelos. Dará a luz en pocos meses y eso lo tiene muy ocupado.

– ¿Qué harás cuando acabe el programa y hasta que la escuela deje de utilizar el campamento?

– Raúl quiere que siga trabajando para él. Hay mucho que hacer. Tenemos que solicitar subvenciones, encontrar patrocinadores, redactar un plan de estudios.

– Y preferirías estar haciendo todo eso ahora.

Ella sonrió.

– Totalmente.

– ¿Marcharte es una opción? ¿Alguna vez has pensado en vivir en otra parte?

– He vivido en otras partes. Me gradué en la universidad de California, hice el máster y el doctorado en Berkeley. Pero Fool’s Gold es mi hogar. Es el lugar al que pertenezco. ¿Tú piensas en marcharte de South Salmon?

Durante un tiempo lo hizo, cuando había tenido la edad de sus hermanos y había soñado con ver mundo. Pero entonces sus padres habían muerto y él se había quedado con dos hermanos que criar. No había tenido tiempo para soñar.

– Tengo un negocio allí, así que marcharme no es una opción. No sería muy práctico.

– ¿Y tú eres un tipo práctico?

– He aprendido a serlo.

– Dijiste que habías sido un rebelde -lo miró a los ojos-. ¿Me habrías gustado?

– Te habría gustado.

Todo en Dakota lo atraía. Era preciosa, sin duda, pero había mucho más que eso. Le gustaba escucharla, le gustaban sus opiniones y cómo veía el mundo. Tal vez a una parte de él le gustaba que estuviera tan unida a Fool’s Gold como él lo estaba a South Salmon. Sin embargo, no podían cometer un error porque aquello no podía ir a ninguna parte.

El deseo salió a la superficie. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido el tiempo o la energía para sentirse atraído por una mujer, y, dado lo preocupado que estaba por sus hermanos, era algo extraordinario que ahora lo estuviese. Por eso, la pregunta era: ¿Qué tenía que hacer ahora?

– Tengo postre -dijo Dakota al levantarse-. Y no está hecho de soja. ¿Te apetece?

Él también se levantó y rodeó la mesa. Supuso que debía preguntar, porque, después de todo, no se trataba solo de él. Dakota era una mujer racional, sensata. Pero en lugar de preguntarle, se acercó, tomó su cara entre sus manos y la besó.

Capítulo 5

Dakota se había esperado algo del estilo: «¿Qué sabor de helado tienes?», pero lo que no se había esperado era que Finn la besara.

Sentía la calidez de sus manos en su cara, y resultaba bastante agradable. Pero lo que de verdad captó su atención fue la sensación de su boca sobre la suya. Sus labios eran lo suficientemente suaves como para tentarla y firmes como para permitirle relajarse. La besó con delicadeza, pero con una determinación que le hizo saber que la deseaba. La besó como si estuviera hambriento y ella fuera un bufé que no se había esperado encontrar.

Sus labios se movían como en busca del mejor lugar donde posarse. Había pasado mucho tiempo desde que un hombre la había besado. Mucho tiempo desde que lo había deseado. El otoño anterior, antes de descubrir que estaba rota por dentro, habría dicho que quería tener una relación. Después, todo había cambiado. Y ahora no estaba segura. Pero con Finn, no importaba porque él no se quedaría allí y cualquier cosa que sucediera entre los dos no sería permanente.

Él bajó las manos hasta su cintura y la llevó hacia sí. Ella lo rodeó con sus brazos y se dejó abrazar. Ladeó la cabeza y él se acercó más. Finn sabía al vino que habían tomado en la cena, olía a limpio, a un aroma masculino.

Y cuando Dakota deslizó las manos sobre sus brazos, pudo sentir lo fuerte que era.