Una vez estuvo dentro, ella abrió los ojos y le sonrió.
– Qué bien -le susurró.
Él también sonrió.
– ¿Te gusta?
– Sí.
Lo rodeó por la cintura con las piernas y lo acercó a sí. Cuando él se retiró para volver a hundirse en ella, Dakota lo instó a adentrarse más y más. Lo quería todo de él. Quería perderse en lo que estaban haciendo. Así era la vida. Eso era lo que hacía la gente que estaba viva.
Cada vez que la llenó, su excitado cuerpo lo aceptó y Dakota pudo sentir cómo Finn se perdía en ella y en el placer.
Sasha y Lani estaban sentados sobre la única cama de la habitación del motel de ella. Una vez que habían sido elegidos para el programa, la productora les pagaba la comida y el alojamiento y ya que Geoff no veía la necesidad de pagar por nada extravagante, seguían en el mismo sitio donde se habían alojado al llegar.
Cuando terminara el programa, a cada uno les darían veinte mil dólares; más que suficiente para mudarse a Los Ángeles.
Lani extendió varios papeles sobre la cama. Unos parecían nuevos, pero otros tenían manchas, rajas y arrugas por haber sido doblados una y otra vez.
– Quiero ser muy famosa para cuando cumpla los veintidós -dijo Lani con su marrón mirada cargada de convicción-. Sería genial hacer películas, pero la televisión me parece algo más seguro. El año pasado fui a Los Ángeles para una audición de una serie piloto -se detuvo y lo miró.
Sasha asintió. Sabía que cada año las productoras producían capítulos piloto para series de televisión. Después, los ejecutivos de distintas cadenas decidían cuáles podían emitirse y cuáles eran eliminadas antes siquiera de empezar. Las audiciones eran una parte importante del proceso de grabación de un piloto y los desconocidos eran bienvenidos.
Participar en un piloto era genial, pero no te daba garantías. Incluso aunque la serie se eligiera para emitirse, podían sustituirte por otra persona. Era como jugar a la lotería.
– ¿Qué tal te fue?
Ella suspiró.
– Participé en dos pilotos, pero ninguno llegó a ninguna parte.
Alzó los brazos por encima de la cabeza y se estiró. Al moverse, su camiseta se tensó sobre sus pechos.
Sasha la miró, aunque más que nada por inercia. Lani era preciosa. Tenía unos rasgos muy exóticos y seguro que era muy fotogénica.
– ¿Y qué me dices de ser modelo?
– Soy demasiado baja. Jamás lo lograría. He hecho algunos anuncios de bañadores, catálogos y cosas así. Claro que me han hecho montones de ofertas para hacer desnudos, pero de ninguna manera. No querría que esas fotografías me persiguieran dentro de unos años, cuando me nominen para un Óscar.
Él quería salir de Alaska, ser famoso y muy rico, y ser una estrella era el modo de lograrlo. Pero Lani lo quería todo. Una carrera seria, premios y hordas de paparazzi siguiéndola a todas partes.
– Tenemos que trazar bien nuestro plan -dijo ella hojeando los papeles. Su larga y oscura melena le caía sobre los hombros.
Él supuso que debería apetecerle tener sexo con ella y si ella se quitaba la ropa y se ofrecía, no se negaría, pero no estaba tan interesado en esa chica. Lani era la primera persona que había conocido que quería lo mismo que él, más incluso. Sabía que si colaboraban el uno con el otro, tendrían mayores oportunidades de conseguirlo todo.
– Si ganamos, nos darán ciento veinticinco mil dólares a cada uno -dijo él recostándose contra la almohada-. Además de los veinte mil. Quiero alquilar una casa en Malibú.
– No seas idiota. Eso es sin descontar los impuestos. Tendremos suerte de acabar con setenta mil. Y es un dinero que te tiene que durar. Yo voy a alquilar un apartamento en el Valle de San Fernando, cerca de los estudios de Burbank. Así puedo estar en Century City o en Hollywood enseguida. Sé que si no me contratan nada más llegar, tendré que encontrar un trabajo -lo miró-. ¿Tienes tu lista soñada de agentes?
¿Agentes?
– Eh… la verdad es que no.
– Yo sí. Una vez que este programa empiece a emitirse, haré unas llamadas y les pediré a sus ayudantes que me vean. No habrá modo de contactar con el agente que quiero, pero a los ayudantes les encanta recibir esas llamadas. Siempre están buscando a alguien y quieren encontrarlo y presentarle a su jefe a ese cliente potencial.
Sasha la miró. Lani y él debían de tener la misma edad, pero de pronto, él se sintió como un crío. ¿Cómo sabía todo eso?
Su rostro debió de reflejar todas sus dudas porque ella le sonrió y le dijo:
– No estés tan sorprendido. He estado preparando esto desde que tenía trece años.
– Supongo que eso debería hacerme sentir mejor.
Ella sacudió la cabeza.
– Ya te pondrás al día. No es tan difícil. Todo se trata de captar la atención, de conseguir tus quince minutos de fama y hacer que se conviertan en una hora. He estado pensando que necesitamos un guion.
– ¿Qué quieres decir?
– Unas citas típicas no es algo interesante. ¿Quién quiere ver eso? ¿Nos vamos a sentar a charlar sin más? -sacudió la cabeza-. No. Necesitamos algo mejor. Necesitamos una razón mejor para que los telespectadores quieran que ganemos.
Él se inclinó hacia ella.
– De acuerdo. ¿Cómo qué? ¿Algo de una película?
– He pensado en una de las historias de amor clásicas -admitió-. Pero no estoy segura de por dónde llevar la historia. Demasiada gente estaría familiarizada con el argumento. Además, no es suficiente. No podemos hacer que nadie nos rapte, aunque eso sería fabuloso.
Ella agarró uno de los papeles y lo agitó ante sus ojos.
– He visto culebrones y algunos de los argumentos son muy buenos. La gente ve esas series porque en ellas siempre pasa algo, así que tenemos que hacer que se fijen en nosotros y tenemos que darles algo interesante que ver -lo miró-. El sexo vende.
– Eso puedo hacerlo -dijo él con una sonrisa.
Lani volteó los ojos.
– Ya te he dicho que nada de porno, pero eso no significa que no podamos ser románticos y apasionados. A la gente le encanta eso. Estoy pensando que podríamos tener una de esas relaciones en las que nos enamoramos, discutimos, rompemos y volvemos juntos. A la cámara le encanta el drama. A la cámara le encanta la acción. Si le damos al director algo interesante que grabar, tendremos muchas horas en pantalla y eso es lo que queremos.
– Se me da bien la acción -dijo Sasha, aún un poco impresionado por la determinación de Lani de hacer lo que fuera para conseguir lo que quería. Lo máximo que él había hecho había sido dejar la facultad y alejarse de su hermano mayor. En ese momento, le había parecido toda una hazaña, pero ahora no estaba tan seguro.
– Seremos la pareja de la que todo el mundo hablará -dijo ella emocionada.
– Totalmente. Bueno, ¿cuál es el plan?
Lani sonrió.
– No estoy segura. ¿Es que tienes miedo?
Grabar un programa de televisión era mucho más complicado de lo que Dakota se habría imaginado. Con diez parejas concursantes, casi el mismo número de localizaciones distintas y lo que a ella le parecía un equipo de grabación muy pequeño, el caos reinaba. Cada pareja tendría una cita local y algunas tendrían citas fuera de allí. En su opinión, que la primera semana de concurso te eligieran para tener una cita fuera del pueblo, te facilitaba mucho la permanencia en el programa.
Siempre había sido seguidora de programas como Súper Modelo y Top Chef, pero no podía imaginarse que cuarenta y cinco minutos de programa llevaran tanto trabajo. Ese día, dos parejas se conocerían mientras paseaban por Fool’s Gold; una primera cita que sería muy agradable en la vida real, pero que, por lo que veía por los monitores, no debía de resultar muy excitante por televisión.
Miró su carpeta para comprobar cuánto tenía que durar la cita y al volver a mirar a la pareja vio a un alto y guapísimo hombre caminando hacia ella.