– No entiendo lo del caniche. ¿No es demasiado pequeño? -preguntó Nevada.
– Cece está muy bien entrenada y trabaja muy bien con niños enfermos. Como es tan pequeña, puede sentarse sobre las camas. Muchas veces, los niños ni siquiera tienen fuerza para acariciarla. Se sienta cerca de ellos o se acurruca. Tenerla a su lado los hace sentirse mejor. Y al ser un caniche, no suelta pelo como los otros perros. Se la baña antes de ir al hospital y se la lleva en brazos para que no recoja gérmenes con las pezuñas. Por eso puede entrar en algunas de las guardias especiales.
Dakota se incorporó.
– ¿Es eso lo que haces todos los días? ¿Llevar a perros a visitar a niños enfermos?
– A veces. Hay perros que visitan guarderías. Los llevó allí y me paso parte del día entrenándolos. Los perros más viejos no necesitan mucha instrucción, pero los más jóvenes reciben formación constante. Los cachorros llevan mucho tiempo y estoy trabajando con el programa de lectura.
Cuando Montana había dicho que empezaría a trabajar con la terapia de perros, Dakota no se había imaginado cuánto supondría.
– Estás muy volcada en tu trabajo.
Montana se giró.
– Creo que por fin sé lo que tengo que hacer. Jamás me haré rica haciendo esto, pero no me importa. Me encantan los perros y me encanta trabajar con la gente. Cuando estás solo, tener a alguien que te quiera es muy importante. Incluso aunque ese alguien sea un perro.
Nevada se incorporó.
– Ahora yo me siento fatal. Lo único que hago es diseñar cosas.
– Pero esas cosas son casas -dijo Montana-. Todo el mundo necesita un lugar donde vivir.
– Yo no diseño casas. Trabajo en remodelaciones o mejoro diseños ya existentes.
Dakota miró a su hermana. Nevada siempre había querido ser ingeniero. ¿Estaba lamentando ahora haber tomado esa decisión?
– ¿Es que no te gusta trabajar para Ethan?
– No me disgusta. Es solo que… -se llevó las rodillas contra el pecho y rodeó las piernas con sus brazos-. ¿Sabéis que nunca he solicitado un puesto de trabajo? Sí, es verdad que trabajé mientras estuve en el instituto, pero me refiero a un trabajo de verdad. Cuando me decanté por la ingeniería todos dieron por hecho que trabajaría para Ethan. Me gradué y al día siguiente no tuve que demostrar nada.
– Que hubiera nepotismo no significa que no estés haciendo un buen trabajo -le dijo Dakota-. Ethan no te tendría a su lado si no quisiera que trabajaras allí.
Nevada sacudió la cabeza.
– Tiene razón. Ethan no puede despedirla.
– ¿Quieres que lo haga? -preguntó Dakota.
– No. Trabajo mucho para él, sé que está contento con mi trabajo, pero ésa no es la cuestión. Me metí en el negocio familiar porque jamás me imaginé haciendo otra cosa, pero ahora quiero saber si estoy en el lugar correcto. Si estoy haciendo lo correcto.
– ¿Será una maldición de trillizas? -preguntó Montana-. Durante mucho tiempo no sabía qué quería hacer, y ahora, por fin, estoy feliz de saberlo, ¿tú estás confusa?
– No hay ninguna maldición -le dijo Dakota.
– Llevo un tiempo pensando en esto -admitió Nevada-. La cuestión es que no quiero marcharme de Fool’s Gold. Me gusta estar aquí. Es mi hogar, pero no ofrece muchas oportunidades. No me sentiría cómoda trabajando para otra constructora. No quiero estar compitiendo con Ethan.
– Entonces, ¿cuál es la solución? -preguntó Dakota.
Nevada se puso recta.
– ¿Habéis oído hablar de Construcciones Janack?
Dakota frunció el ceño.
– El nombre me resulta familiar, ¿no había un chico en el colegio llamado Tucker Janack? Era amigo de Josh y de Ethan. Fueron juntos a un campamento de ciclismo, aunque no recuerdo todos los detalles.
– Yo sí lo recuerdo -dijo Montana-. El padre de Tucker es riquísimo. ¿No enviaba un helicóptero para recoger a Tucker?
– Sí y sí -contestó Nevada-. Es una de las empresas de construcción más grande del país. Al parecer, al padre de Tucker le gustó lo que vio cuando visitó todo esto hace años y compró muchas tierras al norte del pueblo.
– ¿Cómo pudo hacerlo? -preguntó Dakota-. ¿No es eso tierra india? No puede comprarse.
– El padre de Tucker tiene algo de Máa-zib y, al parecer, la madre también.
Dakota se preguntó cómo podía su hermana saber tanto sobre la familia Janack.
– ¿Los has visto, que nosotras no sepamos?
– ¿A los padres? No, no los he visto en mi vida.
– ¿Qué van a construir ahí? -preguntó Montana.
– He oído que será un complejo turístico exclusivo -dijo Nevada-. Un gran hotel con spa, casino y algunos campos de golf. Se invertirá mucho dinero en el proyecto y van a contratar a mucha gente.
– Entonces, ¿trabajarías para ellos? -preguntó Dakota.
– No lo he decidido. Puede que solicite el puesto y ya veremos qué pasa. Así al menos podré decir que he tenido una entrevista de trabajo.
Dakota se preguntó si habría algo más que Nevada no quisiera contarles. ¿Es que no se llevaba bien con Ethan? ¿O era la situación exactamente como había dicho y tenía necesidad de probarse a sí misma?
– No he oído a nadie hablar de este proyecto -dijo Montana-. Supongo que si están en tierras indias, no necesitan aprobación del concejo municipal. Pero es de esperar que al menos hablen con la alcaldesa.
– A lo mejor ya lo han hecho y Marsha no se lo ha contado a nadie -dijo Dakota-. Están pasando muchas cosas ahora mismo con todo esto del programa y los hombres que están llegando a la ciudad.
– ¿Cuándo vas a decidir qué hacer? -preguntó Montana.
– Aún no -respondió Nevada-. Aún están en la fase de diseño y podría llevar meses o incluso un año. Una vez que sepa que están avanzando con el trabajo, pensaré en lo que quiero hacer. Por favor, no le digáis nada a Ethan. No es que no me guste trabajar con él, es que tengo que saber que también podría trabajar en otra parte.
– Yo no voy a decir nada -dijo Montana-. Comprendo perfectamente que necesites saber qué hacer.
– Yo tampoco diré nada -prometió Dakota-. Si necesitas que alguien te escuche, si quieres alguna idea, siempre estoy disponible.
– Lo sé -le dijo Nevada-. Gracias.
– ¿Habéis pensado que ninguna hemos tenido una cita en meses? -preguntó Montana-. A lo mejor es por la tontería esa de la escasez de hombres.
– Yo sí estoy saliendo con alguien -dijo Dakota.
– No. Estás acostándote con Finn. Eso no es salir con alguien.
– Esto yo no lo sabía. ¿Cuándo empezaste a acostarte con Finn? -preguntó Nevada.
Dakota le explicó brevemente sus recientes encuentros con el hermano de los gemelos.
– No es nada serio. Cuando vea que sus hermanos son más que capaces de cuidarse solos, volverá a South Salmon. No es una relación a largo plazo. Y técnicamente, como ha dicho Montana, en realidad no estamos saliendo.
– Entendido -dijo Nevada con una sonrisa-. Así que la pregunta es: ¿queréis una cita o preferís sexo?
– ¿No se puede tener ambas cosas? -preguntó Montana-. ¿Hay que elegir?
– Encuentra al chico correcto y podrás tener ambas cosas -le respondió Nevada.
– ¿Es eso lo que quieres tú? -preguntó Dakota.
Nevada se rio.
– Yo me quedo con el sexo, al menos por ahora. El amor es demasiado complicado.
– A veces el sexo también es complicado -le recordó Montana.
Nevada sacudió la cabeza.
– Estoy dispuesta a correr riesgos -miró a Dakota-. ¿Y tú qué? ¿Te basta con el sexo?
Había cosas que sus hermanas no sabían, pensó Dakota, como por ejemplo que no podía tener hijos y que eso lo cambiaba todo. Se lo contaría con el tiempo, no ahora. No cuando estaban divirtiéndose, disfrutando de un precioso día.