– Está comiendo bien -dijo Denise-. Está claro que está mejor. ¿Ya has pasado a darle la nueva leche?
– Sí y hemos tenido suerte. Su estómago ha tolerado bien el cambio. La doctora dijo que empezara a ingerir alimentos sólidos la semana que viene, una semana antes de lo esperado. Eso la ayudará a ganar más peso y a ponerse a la altura de los bebés de su edad.
Terminó de secar a la pequeña, le puso un pañal limpio y el pijama. Para cuando terminó, la niña ya estaba medio dormida. Tenía los ojos medio cerrados y el cuerpo muy relajado.
– Adelante -le dijo a su madre-. Métela tú en la cuna.
Denise le sonrió.
– Gracias -susurró y levantó a la bebé.
Hannah se le acurrucó antes de que Denise la metiera en la cuna. Después de conectar el intercomunicador, bajaron la intensidad de las luces y salieron del dormitorio.
– Tengo mucha suerte con ella -dijo Dakota subiendo el volumen del intercomunicador-. A Hannah le gusta estar con gente. He oído que algunos niños que han vivido en orfanatos son más miedosos a la hora de conocer a alguien y, en este pueblo, eso sería un problema.
Se sentaron en el sofá y su madre la miró.
– Lo estás haciendo muy bien. Sé que estás aterrorizada la mitad del tiempo, pero no se nota. Pronto estarás aterrorizada solo un cuarto del tiempo.
– Gracias. Tienes razón. Estoy asustada, pero cada vez va a mejor. Saber que se está curando me ayuda mucho, y también me ayuda tanta compañía. Ethan y Liz vinieron hace unos días y en el trabajo recibo muchas visitas -sonrió a su madre-. Y tú estás ayudándome mucho.
– Me encanta tenerla aquí. Por fin una nieta que vive cerca de mí. Tendrás que avisarme si me convierto en una de esas abuelas pesadas y metomentodo. No estoy diciendo que fuera a cambiar mi comportamiento, pero por lo menos me sentiría culpable por ello.
Dakota se rio.
– Siempre que te sientas culpable, me parece bien.
– Entonces, ¿estás menos estresada? ¿Duermes bien?
– Mejor que antes -Finn se había quedado con ella las últimas noches y tenerlo cerca había hecho que todo fuera mejor. Pero sabía que en algún momento tendría que enfrentarse sola a la maternidad. No había dormido nada la primera noche que él no había estado allí, pero desde entonces había dormido cada vez más.
– A veces me pongo histérica sin motivo. ¿Eso mejora?
– Sí y no -respondió su madre-. Cuando empiezas a ponerte menos histérica, ellos se hacen adolescentes y entonces empieza la verdadera pesadilla -Denise sonrió-. Pero para eso falta mucho tiempo. Disfruta de Hannah mientras aún es pequeña y racional.
– Nosotros no fuimos tan malos.
– No hacía falta que lo fuerais, erais seis.
– Supongo que tienes razón.
Su madre la miró y le dijo:
– Aun a riesgo de meterme donde no me llaman, ¿cómo van las cosas con Finn? No lo he visto por aquí. ¿O acaso es que viene cuando yo no estoy?
– Finn ha sido una gran ayuda con Hannah -admitió Dakota-. Lo cual ha sido maravilloso, pero románticamente…
Costaba explicar la relación, sobre todo porque ni ella misma la comprendía.
– Es un tipo genial, pero queremos cosas distintas. Estábamos divirtiéndonos juntos y la cosa empezó a complicarse. Está aquí por sus hermanos y… -se encogió de hombros-. Lo cierto es que no tengo respuesta para eso.
– Yo sí. Me preguntaba si la relación con él estaba volviéndose seria.
– No -le aseguró Dakota antes de preguntarse si estaría mintiendo.
Pensaba mucho en Finn y lo echaba de menos. Sabía que estaba trabajando en el aeropuerto y se decía que ésa era la razón por la que no lo había visto. Además, Raúl había hablado de otra reunión con Finn para empezar con un programa no lucrativo.
– Entiendo. Ninguna de mis chicas está casada y a veces creo que es culpa mía.
– Por mucho que me gustaría echarte las culpas a ti, no creo que pueda. Nunca he estado enamorada, siempre he querido estarlo y siempre pensé que lo estaría, pero no. En la universidad conocí a chicos fantásticos, pero no me veía pasando el resto de mi vida con ellos. Puede que sea yo.
– No eres tú. Eres completamente adorable. Creo que los hombres de este pueblo son estúpidos.
Dakota se rio y se inclinó hacia delante para abrazar a su madre.
– Gracias por tu apoyo. Y en cuanto a los hombres de este pueblo, no tengo respuesta para eso.
– ¿Estás segura de lo de Finn?
– Está buscando menos responsabilidades, no más. Una vez sus hermanos estén asentados, volverá a su vida normal. Y, además, ahora Hannah lo cambia todo.
Dakota era muy consciente del hecho de que tener un bebé, ser madre soltera, no haría más que complicar el tema hombres. No quería tener que renunciar a una clase de amor por otro.
– Quiero lo que tú tuviste -le dijo a su madre-. Quiero un gran amor. Un amor que me dure el resto de la vida.
– ¿Es eso lo que piensas? ¿Que solo tenemos un gran amor?
– ¿Es que tú no lo crees?
– Tu padre fue un hombre maravilloso y lo quería muchísimo, pero no creo que haya un solo hombre para nosotras. El amor está por todas partes. Puede que sea una tonta y demasiado vieja para pensar esto, pero me gustaría volver a enamorarme.
Dakota hizo lo que pudo por no mostrarse impactada. Tener citas era una cosa, ¿pero enamorarse? Siempre había dado por hecho que para su madre no habría otro hombre como su padre.
Ahora, mirando a Denise, la vio por lo que era: una mujer atractiva y vital. Seguro que habría muchos hombres interesados en ella.
– ¿Tienes a alguien en mente?
– No, pero estoy abierta a toda posibilidad. ¿Te molesta?
– Me da envidia -admitió Dakota-. Estás dispuesta a arriesgarte otra vez.
– Tú te has arriesgado al adoptar a esta pequeña. El hombre adecuado aparecerá. Ya lo verás.
– Eso espero.
Ella también quería enamorarse, pero el problema era que pensar en estar enamorada le hacía pensar en Finn. ¿De verdad estaba interesada en él? ¿O simplemente era más sencillo distraerse deseando al único hombre que no podía tener?
Capítulo 14
Dakota estaba sentada en el suelo con su hija sobre una manta en mitad del salón. Había varios juguetes tirados por el suelo y ella tenía un enorme libro de dibujos que estaba leyéndole a la pequeña.
– El conejito solitario se alegró de haber encontrado un amigo -señaló al dibujo-. ¿Ves al conejito? Ya no está solo. Ahora tiene un amigo. ¿Ves al gatito? -señaló al gatito-. Es blanco.
A juzgar por todo lo que había leído, Hannah necesitaba mucho estímulo visual y verbal y la niña parecía comprender la historia. Se fijaba en donde señalaba y los brillantes colores del libro llamaban su atención. Dakota estaba a punto de pasar la página cuando alguien llamó a la puerta.
Se levantó, recogió a Hannah del suelo y se le encogió el corazón al ver a Finn esperando en su pequeño porche.
Estaba tan sexy como siempre, sobre todo cuando le lanzó esa lenta sonrisa que hizo que le ardieran los muslos.
– Hola. Debería haberte llamado primero. Lo siento. He estado volando mucho y éste es mi primer descanso. ¿Cómo estás?
– Bien. Pasa.
Él entró en la casa y se dirigió a Hannah.
– ¿Cómo está mi chica favorita?
La bebé le echó los brazos y él la acurrucó contra su pecho mientras la niña reaccionaba como si también lo hubiera echado de menos.
– Estás creciendo mucho -susurró y la besó en la cabeza-. Ya lo noto -miró a Dakota-. Tú también estás muy guapa, por cierto.
Ella sonrió.
– Vaya, gracias. Te agradezco el cumplido, aunque me lo hayas dicho un poco tarde.
Fueron al salón, donde Finn se sentó en la manta con Hannah sobre su regazo. Dakota se sentó frente a él.
Él siempre había tenido ese aspecto que le hacía pensar en sábanas arrugadas y en mañanas pasadas en la cama. Pero ver a un hombre fuerte y seguro de sí mismo abrazando a un bebé tenía algo… resultaba mucho más atractivo.