– ¿Por qué no visualizas todos los días? Es el mejor modo de conseguir lo que quieres. Claro que tienes que trabajar, pero esto te permite estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Cuando visualizas y prácticas, te estás preparando para el éxito. Llevo visualizándome ganando un Óscar desde que tenía catorce años.
Se levantó y fue hasta el banco para sentarse a su lado.
– No conozco a nadie en este negocio. No tengo mucha experiencia ni amigos a los que pueda preguntar, lo estoy haciendo todo sola. Y así es como hago que parezca real. Es lo que me ayuda a continuar. Si lo deseas, Sasha, tienes que creer en ti mismo. La mayor parte del tiempo nadie más creerá en ti -suspiró-. Me imaginé en un reality show, pero debería haber sido más específica. No consigo que nadie me cuente nada sobre las audiencias. ¿Tú has oído algo?
Dakota se quedó anonadada. No sabía mucho sobre el negocio del entretenimiento, pero sí que sabía que los concursantes de un programa no debían hablar sobre las audiencias.
– ¿De qué estás hablando?
– De cómo va el programa, de si los anunciantes están contentos con el número de espectadores. Toda esa información es importante. Queremos que el programa tenga éxito.
– ¿Qué más da si no lo tiene? De todos modos, nosotros vamos a irnos.
– Es importante porque si vas a ponerlo en tu curriculum, alguien tiene que haber oído hablar de él. No tiene sentido decir que has sido la estrella de un programa que nadie ha visto -lo miró-. Me vuelves loca, y no en el buen sentido.
– Es parte de mi encanto -le dijo y sonrió.
Ella miró a otro lado.
– Por lo que sabemos, uno de los cámaras nos ha seguido. A lo mejor deberíamos besamos un poco por si acaso.
Dakota vio cómo se abrazaron con experiencia practicada, pero sin el más mínimo romanticismo. Estaba claro que estaban fingiendo.
– Geoff ha cometido un gran error al emitir esto. Seguro que cree que hará que la gente hable sobre el programa, pero los espectadores se sentirán engañados.
– Lo cual significa que van a votar a mi hermano para que salga.
– ¿Y después qué?
– ¡Y yo qué demonios sé! -besó a Hannah en la cabeza-. Lo siento, pequeña -suspiró-. Diría que Sasha se va a marchar a Los Ángeles, no volverá a South Salmon. Stephen me ha dicho que va a terminar los estudios y supongo que tendré que conformarme con que uno de los dos vuelva a la universidad.
Antes de que Dakota pudiera hacer comentario alguno, la escena pasó a Stephen y Aurelia, fundidos en un apasionado abrazo. Eso sí que no era fingido, pensó ella, quedándose con la boca abierta. Eso sí que era sexy y muy real.
– ¡Oh, Dios mío! No sabía que Aurelia fuera tan apasionada.
Finn se puso de pie, estaba furioso. No obstante, sostenía a la pequeña con fuerza, protegiéndola.
– Ha mentido. Hizo que pareciera que lo único que le interesaba era que Stephen volviera a la universidad. Y él también me ha mentido. ¡No me dijo nada de esto! Voy a matarlos a los dos.
A Finn no le importaba quebrantar las leyes. Sabía que estaba mal matar a alguien, sobre todo a una mujer, y sabía que iría a la cárcel y lo asumía. No sabía cómo habría sucedido, pero se aseguraría de que todo acabara ahí. Y de paso, encontraría a Geoff y le soltaría un buen puñetazo en toda la cara.
Tuvo que reconocer que, por segunda vez en unos meses, estaba contemplando la idea del asesinato. En su vida normal, esa vida que tanto le gustaba en South Salmon, nunca había tenido esa clase de sensaciones ni pensamientos. Allí vivía feliz y no pensaba en acabar con ningún ser humano.
No era él, era ese maldito pueblo.
Dakota agarró a la niña, que se movió y protestó un segundo antes de volver a quedarse dormida. Por un instante, y al mirar ese dulce rostro, Finn se calmó y recuperó el pensamiento racional, pero entonces vio en la pantalla a su hermano besándose con esa devora jóvenes y enfureció de nuevo.
– No te pongas así. Sé que esto no te hace gracia.
– ¿Que no me hace gracia?
Hizo lo que pudo por hablar bajo, aunque no porque no le apeteciera gritar, sino por no despertar a la niña. Sí, le apetecía gritar, como también le apetecía dar un puñetazo a la pared, claro que si lo hacía, corría el riesgo de romperse algo y en ese momento lo único que quería romper era la cara de Geoff.
– Si no puedo odiarla, ¿cómo voy a poder matarla?
– ¿Estás hablando de Aurelia? No puedes matar a nadie. No solo está mal, sino que tú no eres así.
– Podría ser, puede defender a los míos. Sabía que era una devora jóvenes. Lo sabía y debería haber hecho algo desde el principio. La última vez que hablé con ella fue muy dulce y fingió que le preocupaba que Stephen volviera a la universidad. Fue todo una actuación.
– ¿Vas a proteger a tu hermano de la mujer de la que probablemente está enamorado? Vaya, eso sí que tiene sentido. Finn, siéntate. Tómate un respiro. Esto no es el fin del mundo.
– Es casi diez años mayor que él y tiene una vida hecha. ¿Qué está haciendo con mi hermano pequeño?
– Seguro que ella se está haciendo la misma pregunta. No la conozco bien, pero he coincidido con ella varias veces. Tiene una madre horrible y su vida no es muy buena. Seguro que está tan disgustada con esto como tú.
Miró deliberadamente a la pantalla donde la pareja en cuestión seguía besándose.
– Sí, ya veo que está disgustadísima.
Dakota se cambió a la bebé de brazo.
– A lo mejor ahí no, pero te aseguro que…
– Quiere algo de mi hermano. Pero sea lo que sea, no lo conseguirá. Está utilizándolo. Seguro que ha estado planeándolo desde el principio.
Dakota no parecía muy convencida.
– No hagas nada sin pensar.
– ¿Vas a decirme dónde vive?
– No. Y no deberías salir a buscarlos hasta que te hayas calmado.
– Tardaré mucho tiempo en calmarme -fue hacia la puerta y se giró. Besó a Dakota en la mejilla y a Hannah en la cabeza y se marchó.
Una vez fuera de la casa, se detuvo, no seguro de adonde ir. No sabía dónde vivía Aurelia, así que tendría que empezar por Stephen.
Fue hacia el centro del pueblo y quince minutos después estaba llamando a la puerta de la habitación de motel que sus hermanos compartían. Nadie respondió. Estaba claro que Stephen estaba escondiéndose de él y, teniendo en cuenta lo furioso que estaba, había sido lo más inteligente.
Se dio la vuelta y vio a Stephen y a Aurelia acercándose. La pareja iba de la mano y se detuvo al verlo. Stephen le susurró algo a ella y avanzaron un poco más. Cuando pasaron por debajo de una farola, Finn pudo ver que Aurelia había estado llorando.
Pero eso no cambiaba nada, se dijo. Era una buena actriz, qué pena que no la hubieran puesto de pareja de Sasha. Habrían encontrado la fama y una fortuna juntos.
– Está claro que tenemos que hablar -dijo Stephen cuando estuvieron lo suficientemente cerca.
– Podemos hablar aquí, en tu habitación -miró a Aurelia-. O podemos ir a tu casa y así me cuentas tu plan.
Ella abrió los ojos de par en par y se echó a llorar.
– No es lo que crees -susurró.
– ¿Crees que me lo creo?
Stephen abrió la puerta de su habitación y Aurelia fue la primera en entrar, seguida de Finn.
– Sé que estás disgustado -dijo Stephen.
– ¿Tú crees?
– Pero por muy enfadado que estés, tratarás a Aurelia con respeto. Si no, esta conversación terminará aquí.
– ¿Vas a obligarme?
– Sí.
Su hermano habló con determinación y Finn tuvo la precaución de no mostrarse sorprendido. Ninguno de sus hermanos le había plantado cara nunca, habían preferido escaparse a hurtadillas en lugar de enfrentarse a él directamente. Tal vez, por fin, Stephen estaba creciendo.
– De acuerdo -dijo cruzándose de brazos-. Dime por qué no debería pensar lo peor.