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– A lo mejor no fue por el beso en sí, sino por el hombre -dijo Montana-. La química importa, tiene que haber chispa.

– Era un hombre agradable, pero no había chispa, así que no saldré con él otra vez. Me gustaría decir que no pienso volver a tener otra cita, pero sería estúpido tomar esa decisión basándome en una única experiencia. Pensaré en ello.

Se giró hacia Dakota.

– Y ya que estamos hablando de pensar cosas… ¿Le has contado a Finn lo del embarazo?

– ¿Es que Finn está embarazado? -dijo Montana sonriendo.

– Estoy ignorándote -le contestó su madre-. Tómate el desayuno.

– Sí, señora.

Miraron a Dakota.

– No se lo he dicho exactamente.

La expresión de su madre reflejó desaprobación.

– Ésa es una clase de información que no debes guardarte. Finn tiene derecho a saber que va a ser padre.

– Lo sé y voy a decírselo pronto -respiró hondo-. Cada vez que pienso en hacerlo, se me hace un nudo en el estómago. Sigue aquí, aunque ya no tiene por qué. Todo está arreglado con sus hermanos y aún no ha dicho cuándo se irá, lo que me hace pensar que es posible que yo sea la razón por la que va a quedarse.

– Temes decirle lo del bebé y que salga corriendo -dijo Nevada.

– Sí -susurró Dakota sabiendo que, aunque era cobarde, era la verdad-. Lo quiero. Quiero que se quede. Me rompería el corazón si se marchara.

– Pues díselo -sugirió Montana-. Saber cómo te sientes podría hacerle cambiar de opinión y no sabes si le alegraría ser padre. Puede que te sorprenda.

A Dakota le gustaría creerlo, pero eso de confesarle lo que sentía…

– No quiero que vea mis sentimientos como una trampa -admitió-. No quiero que piense que estoy diciéndole que lo quiero para que se quede. Pero si le digo primero lo del bebé, es probable que después no tenga oportunidad de decirle que lo amo. No sé cómo arreglarlo.

– Porque no hay nada que arreglar -le dijo su madre-. No hay nada que resolver, sino una información que compartir y unos planes que hacer. En cuanto a lo de qué decirle primero, entiendo tu dilema. Decidas lo que decidas, él tiene que saber que estás embarazada, tiene ese derecho. Así que no esperes a que llegue el momento adecuado, porque no existe ese momento.

Hacía años que su madre no la reprendía, pero sabía que tenía razón. Estaba escondiéndose, huyendo de la situación, evitando lo que se tenía que hacer. Fuera cual fuera el resultado, tenía que decírselo.

– Se lo diré hoy.

«Y seguro que mañana ya se habrá ido».

– Sasha ha llamado desde Los Ángeles. Ha encontrado un apartamento y lo comparte con otros dos chicos. No sé qué habrá pasado con Lani, pero bueno, el caso es que parece contento.

A Dakota le resultaba difícil concentrarse en la conversación de Finn porque la necesidad de contarle la verdad estaba asfixiándola y aún no sabía qué palabras emplear.

– Tengo que decirte una cosa -dijo interrumpiéndolo-. Es importante -estaban sentados en el suelo del salón con Hannah entre los dos sobre la alfombra. La pequeña estaba jugando con un llavero de juguete, deleitada por el sonido que hacía.

– ¿Va todo bien? ¿Es Hannah?

Dakota respiró hondo. No tenía más que decirlo, soltarlo, y esperar a que sucediera lo mejor.

– No es Hannah. Soy yo -sacudió la cabeza-. No, no quiero decir eso… yo…

Maldijo en silencio, ¡qué difícil estaba siendo!

– Has sido maravilloso conmigo y sé que no querías venir aquí, pero me alegro de que lo hicieras. Me alegra haberte conocido y haber pasado tiempo contigo. Eres muy especial para mí.

Tragó saliva. Estaba a punto de decir lo que nunca le había dicho a un hombre. Amaba a su familia, pero esto era distinto. Era un amor romántico.

– Y estoy enamorada de ti. No pretendía que pasara, pero ha sido así. Y sé que probablemente no quieras quedarte, pero aún no te has marchado y esperaba que Hannah y yo fuéramos parte de la razón. Hay muchas complicaciones, pero esperaba que pudiéramos encontrar una solución.

Finn no dejaba de mirarla con una expresión imposible de interpretar. No sabía si eso era bueno o malo.

Ahora venía la parte más difícil.

– Y hay una cosa más.

Finn desconocía qué sería esa otra cosa. Que Dakota le hubiera mostrado sus sentimientos había sido toda una sorpresa; nunca nadie había sido tan sincero con él, así que un punto más a su favor.

Tenía razón. Él no había planeado quedarse en Fool’s Gold ni había querido ir allí en un principio, pero ahora se alegraba de haberlo hecho. Estar allí le había enseñado a confiar en sus hermanos. Estar allí le había permitido ver que eran adultos. Estar allí incluso le había dado la oportunidad de enamorarse de Dakota.

Miró a Hannah. Sí, cierto, no quería tener más responsabilidades, pero eso era distinto. Era una niña genial y la idea de tener un bebé cerca resultaba divertido. Jamás se habría imaginado queriendo involucrarse tanto en una relación, pero así era la vida.

– Estoy embarazada. Sé que es un impacto, sé que te dije que no podía tener hijos y era verdad. Bueno, está claro que no verdad del todo, pero mi doctora me dijo que tenía una probabilidad entre un millón y que probablemente se haya debido a que tus espermatozoides son fabulosos y… -lo miró-. Pues eso, que estoy embarazada.

Embarazada.

Sabía lo que significaba esa palabra, sabía de dónde venían los bebés, lo había sabido desde que tenía diez años, pero… ¿embarazada?

Quería levantarse y alzar los brazos al cielo, pero no podía. Le había dicho que no podía quedarse embarazada y él la había creído.

Dakota seguía hablando, pero él no estaba escuchando. Oyó algo sobre «suerte».

– ¿Suerte? ¿Te parece que esto es tener suerte? -ahora sí que se levantó-. No es tener suerte. Es una mierda. ¿De verdad estabas enferma o solo querías ponerme una trampa?

Mientras formulaba la pregunta, ya supo la respuesta. Dakota nunca le haría eso. No era su estilo. Había sido sincera desde el primer día, pero ¡maldita sea! ¿Por qué había tenido que pasar eso?

Ella se levantó con Hannah en sus brazos y la niña extendió sus brazos hacia Finn.

– No lo hice a propósito.

Él comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación.

– Lo sé -respondió casi gritando-. Pero esto no es lo que yo quería. No ahora. No otra vez. Quería ser libre y ahora vuelvo a estar atrapado.

– No estás atrapado. Siéntete libre de marcharte. No te necesitamos aquí, Finn. Te lo digo porque es lo que tengo que hacer, no porque quiera nada de ti.

Lo cual sonaba bien, pero no era creíble. Después de todo, ella había empezado esa conversación diciendo que lo quería. ¿Eso era verdad o una forma de convencerlo para que se quedara?

– ¿Cómo sé que todo esto no es más que un juego por tu parte?

– Porque aquí no hay ganadores. Creía que querrías saber que vas a ser padre, pero no te preocupes. Puedo verlo en tus ojos. Quieres irte y me parece bien. Adelante. Ahí está la puerta y no voy a detenerte.

En ese segundo, Dakota contuvo el aliento. Deseaba desesperadamente que Finn quisiera quedarse, que se diera cuenta de que él también la quería y que tenían que estar juntos.

Pero antes de que él saliera por la puerta, supo que lo había perdido.

Capítulo 20

Montañas cubiertas de árboles se extendían más lejos de lo que Finn alcanzaba a ver. El cielo era azul y el sol brillaba a pesar de ser más de las nueve de la noche. En esa época del año, las zonas del norte de Alaska llegaban a tener veinte horas de luz.

Ya había realizado dos vuelos en las últimas veinticuatro horas. Cuando volviera a South Salmon descansaría un poco y empezaría de nuevo. Había muchos encargos y se lo debía a Bill. Su socio había sido muy comprensivo durante su ausencia.