Выбрать главу

Toda la abstracción terminó cuando fueron conducidos en presencia de Butros Gali, secretario general de las Naciones Unidas. Era un egipcio magro y universal que no se parecía en nada a los personajes de los jeroglíficos ni a los de Durrell. Para empezar les ofreció sus excusas por lo aparatoso de la detención.

– Es un problema de profesionalidad. Muchos de estos soldados son universitarios, incluso los hay teólogos, pero nadie les ha hecho pasar por un curso de Formación Profesional que es lo que verdaderamente hubieran necesitado. Créame, Carvalho, estoy desesperado.

La serbia no quería contemporizar con el enemigo.

– Tú eres un lacayo del neoimperialismo, doblemente traidor: al pueblo árabe sodomizado por el capitalismo y al género humano en su conjunto al que le habéis vendido la mentira de que sois una fuerza neutral de interposición.

– ¡Qué alegría me da, señorita Vera, que usted se haya dado cuenta de todo! Ya era hora. Créanme que estoy desesperado. Nadie se da cuenta de nada. En efecto, soy una mera visualización del supuesto Orden Internacional.

– Pues vaya visualización. ¿Le ha diseñado a usted un enemigo? Podía haberle echado una mano Mariscal.

– ¡El gran diseñador! ¡El valenciano universal! No caerá esa breva. Mariscal es muy caro y los sueldos de funcionarios de la ONU son dignos, no diré que no, pero no dan para tanto. ¿Qué tiene que ver usted con Mariscal?

Había hablado demasiado. La culturista se mordió el labio inferior y le estalló el tríceps del brazo derecho.

– ¿Usted cree que me mejoraría?

Mutismo absoluto. Carvalho quiso salir de tan embarazosa situación hablando de lo mucho que llovía últimamente en Cataluña.

– Ahora que usted lo dice… ¡Es cierto! Yo pensaba que toda España era un desierto y me había traído un camión cisterna de agua del Nilo.

– Que llueva mucho en Cataluña no es bueno para la unidad entre los hombres y las tierras de España.

– Por desgracia eso siempre crea agravios comparativos.

– En España hay muy buenas aguas… y muchas… No pasaríamos apuros si se hiciera un buen plan hidrológico.

– No me lo diga usted a mí… Estoy desesperado. ¿Quién hace hoy bien las cosas? Usted cocina muy bien… que me he enterado. He tratado de hacer alguna receta de La Rosa de Alejandría y no siempre me salen bien, pero a veces… Me encantó la receta del gazpacho a la manchega. Es como una koiné cultural mediterránea: elementos de cultura romana, árabe, ibérica… Amasar la harina ¡qué maravilla!… Luego cocer la pasta en las brasas y utilizar desde la humilde ortiga a la esplendorosa liebre para un plato en el que cabe el mundo… Y ese gazpacho viudo… ese gazpacho de trilladores, como lo llama usted… tortas y como complemento calabaza, patatas, ajos tiernos, pimiento, tomate…

– Es un plato tan antiguo como la trilla.

– Y antes de llegar la patata de América, ¿qué ponían?

– Bastaba con la calabaza. Los americanos nos han inundado de necesidades artificiales.

Gali se chupaba los dedos, pero con una auténtica dedicación. Dedo por dedo. Con la lengua fuera, como sólo chupan los perros lobos cariñosos y las amantes con complejo de inferioridad o la propia esposa o esposo con complejo de culpa adúltera.

– Me han hablado de una receta hecha con berenjenas y langostinos… Ya sabe usted que la berenjena es una materia prima mediterránea… de hecho la única materia prima mediterránea que no pertenece ni al Norte ni al Sur, hasta el punto de que se me ha ocurrido meter una berenjena en la futura bandera de la Mediterraneidad.

– El diseño no es el fuerte de este tío.

Opinó despectivamente la serbia y añadió sin contemplaciones:

– Basta de hablar de comidas odiosas, biodegradantes del cuerpo humano. Sólo pensáis en comer y en pagar con Visa lo que coméis. Y si en la etapa terminal del capitalismo ni siquiera sabéis diseñar los estuches vacíos de contenido, ¿para qué servís?

– Mire, yo a usted la contrato porque dice verdades como puños… Créame que estoy desesperado… Pero volviendo a las berenjenas con langostinos…

Carvalho le explicó la receta pacientemente tras advertirle que podía encontrarla muy bien detallada en Los mares del sur. Gali le rogó que ultimara su generosidad poniéndosela por escrito porque para chistes y recetas de cocina tenía muy mala memoria. Carvalho pasó por alto las caras de asco que ponía la culturista, agredida en su paladar interior por las propuestas gustativas combinatorias que emanaban de la receta de Carvalho. Gali estaba exultante.

– ¡Cuando le diga a mi mujer que Carvalho en persona me ha dictado la receta de las Berenjenas gratinadas con langostinos!

La curiosidad gastronómica de Butros Gali era insaciable y Carvalho la atendía al tiempo que notaba las miradas feroces de Vera, instándole a que no fuera cómplice de aquella absurda situación. A Carvalho se le había atrofiado el mecanismo detector de situaciones absurdas y mantenía el ten con ten gastronómico con Gali.

– ¿Es indispensable que la bechamel se haga con caldo de las cabezas de las gambas?

– Bastante… pero mucho ojo con el número de cabezas empleadas porque si el caldo sale demasiado fuerte la bechamel adquiere casi características de pasta de gamba.

– ¡Elemental! La cocina es cuestión de equilibrio…

– Y de paciencia.

– Y de paciencia, desde luego. Y se lo dice un buen conocedor de la cocina egipcia que es excelente, bueno, egipcia, egipcia… sería más propio hablar de una cocina del Mediterráneo Oriental que los turcos supieron cohesionar mucho mejor que su imperio, aunque los sirios y los libaneses se la hayan apropiado. Los sirios y los libaneses se quedan con todo lo que encuentran. Pero los egipcios guisamos las habas como nadie.

– En Andalucía y Cataluña le sacan muy buen partido a las habas.

– Será por la influencia árabe.

– Lo dudo porque las guisan con cerdo… jamón… butifarra.

– ¿Ha probado usted las habas en ensalada? A los sirios o a los libaneses no se les hubiera ocurrido jamás un plato tan austero y formidable.

– ¡Basta!

Estalló Vera.

– ¡Basta ya!

Gali miraba desconcertado, ora a Carvalho, ora a Vera.

– Creía que usted era serbia y no siria o libanesa…

– ¡Basta que usted nos dé gato por liebre! ¿Nos ha llamado para hablar de cocina?

A Gali le costaba cerrar la boca y el asombro. Finalmente dijo con firmeza entristecida:

– Desde luego. He pensado… ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? Nadie me hace ni caso en esta feria de atletas… La única persona que me trata con dedicación es su majestad el rey. Es un profesional. Cada vez que me ve siempre tiene una pregunta oportuna. «¡Hola Butros! ¿Qué tal las pirámides? Hay que conservarlas, porque hoy día no se hacen cosas así…» ¡Si no fuera por él! El simulacro de orden universal olímpico no puede coexistir con la ONU como simulacro de Orden Internacional. Casi molesto. Soy como una inútil redundancia. Estoy desesperado…

Todavía recelaban los ojos de Vera, pero Carvalho había asumido la situación. Puso una mano sobre el hombro del abatido Gali y le ofreció:

– Voy un momento al mercado de la Boquería, compro lo necesario y le hago unas Berenjenas gratinadas con langostinos.

Gali no tenía palabras. Cogió una mano de Carvalho. La besó y luego la lubricó con sus lágrimas. Mas no duró mucho su derecho a la emoción. Una patada contra la puerta dio con ella en el suelo. Por el hueco así abierto se coló Corcuera y todas sus policías.

– A ustedes los estaba buscando… ¿Quién es este sarraceno?