– Como te muevas te inoculo un virus desconocido.
– Dígame de qué se trata. Igual me interesa.
– Si te interesara te lo cambiaría por otro. No soy de la Cruz Roja. ¡Jodido rojo! ¡Subversivo de mierda! ¿Para esto hemos ganado la guerra fría y la guerra bacteriológica? ¿Para que desganados como tú desmoralicen a una humanidad alegre, feliz, dicharachera y en paz con su conciencia y sus limitaciones?
La furgoneta llegó a su destino. El capitán enfundó la cabeza de Carvalho con una capucha que tenía para él un especial significado sentimentaclass="underline" era la misma capucha que había puesto sobre la cabeza de Raúl Sendic cuando enseñaba a los golpistas uruguayos a torturar a los enemigos de la cristiandad.
– Raúl Sendic fue un gran detenido, lo reconozco, y eso que yo le tenía ojeriza porque bajo sus órdenes los tupamaros habían liquidado a nuestro agente en Montevideo, don Mitrione. Le pedí al señor Sendic si podía quedármela y no entendí lo que me dijo porque estaba en muy malas condiciones de emisión, pero, desde luego, no hizo el menor signo externo de oponerse.
Carvalho tampoco pudo hacer el menor signo externo para oponerse e internamente se sentía muerto, como lo estaba ya Raúl Sendic, y se reconoció a sí mismo buscando a Sendic por las tinieblas del Más Allá, en su parcela de pasado perfecto. Pero cuando creía verle en una esquina de una habitación para desaparecidos perfectos, es decir, los perfectamente desaparecidos con la inestimable ayuda de la muerte, le quitaron la capucha y bajo una amenazadora luz de atrezzo convencional, distinguió un buen puñado de gentes con poder, formando círculo en torno a don Juan Antonio Samaranch, presidente del COI (Comité Olímpico Internacional). De su pasado de joven rico, boxeador, Kid Samaranch, y algo fascistón, don Juan Antonio conservaba la nariz aplastada por algún puño casi sin duda proletario, tuviera o no el puño conciencia de clase. Pero sus maneras eran educadas y fruto de un refinamiento lógico en las personas de su condición, así como de una larga experiencia como catalán universal. Todos los pueblos pequeños cuentan con los dedos, para que no les quiten ni uno, el número de sus ciudadanos que el día menos pensado pueden salir en la primera página del New York Times o en el Show de Ed Sullivan. Samaranch había conseguido ese estatus y pasaba a ser el primer franquista que llegaba a la categoría de catalán universal, porque el otro posible competidor para tan olímpico cargo, Salvador Dalí, ya era universal y catalán antes de hacerse franquista y en cambio Samaranch había sido franquista antes de presumir de catalán y de que le hiciera universal la alegre pandilla del COI y la angustia metafísica de sus compatriotas, acomplejados porque los únicos catalanes universales que quedaban eran unos cuantos tenistas inseguros y algunos cantantes de ópera. Desde las buenas maneras, pero también desde un persuasivo sentido de la autoridad, se dirigió a Carvalho.
– Carvalho, el olimpismo te necesita.
Tenía serias dudas sobre la capacidad de Samaranch como receptor de mensajes sutiles, por lo que exhibió una de las muecas más sencillas de Humphrey Bogart, la que solía hacer cuando le dolía la úlcera de estómago, y musitó:
– ¿Y a mí qué?
– Todo conduce a pensar que nos enfrentamos a un sabotaje olímpico sagazmente programado.
– ¿En qué se basa?
– Johnson, el atleta de origen jamaicano, nacionalizado canadiense, primero ganador de una medalla en Seúl por su victoria en los cien metros lisos, luego desposeído por doping…
– ¿Sí?
– Acaba de ganar la final de los cien metros lisos en Barcelona.
– ¿Récord?
– Johnson ha corrido los cien metros lisos en seis segundos y cuatro décimas.
Casi no pudo terminar su información. Un conato de mareo convocó en torno del presidente del COI a las autoridades residuales presentes en aquel frío salón de subsuelo, decorado según la pauta de salones de subsuelo para torturar a espías de la CIA, vendidos por la KGB en todo el mundo a precio de rebajas por liquidación de saldos fin de temporada. La señora Samaranch, también conocida por Bibis por el género humano en general, tenía un bien educado gusto interiorista y una sensibilidad histórica adquirida durante la etapa de señora embajadora en Moscú cuando, debido a los fríos soviéticos, debía reforzar la protección dé sus abrigos de pieles con ejemplares de Pravda, perfectos aislantes climáticos, pero sin duda transmisores de consignas a través de la próxima piel de la embajadora y había inculcado a su esposo la conveniencia de no dar malas noticias en otro lugar que no fuera aquél.
– Juan Antonio, las buenas noticias las das en el Salón de la Princesa Anastasia y las malas en un sótano de la KGB.
Hasta Carvalho, no demasiado al día en récords olímpicos, comprendió que correr cien metros lisos en seis segundos y cuatro décimas era una provocación. En cualquier caso se merecían aquel contratiempo por haber estimulado a falsificar el sentido de los deportes fundamentales, atletismo y natación, utilizados por el hombre desde sus orígenes para cazar o ser cazado y ahora convertidos en chucherías de estadio.
– ¿Ha pasado el control antidoping?
– Totalmente. Ni un miligramo de nada.
– El conocido caso de la excepción que confirma la regla.
– Hay más.
Desde el sótano KGB style sobre el que se desparramaba su lividez, Samaranch había vuelto a hablar.
– Se ha descubierto…
– No, Juan Antonio, no…
Era la princesa Ana de Inglaterra la que se oponía a que el presidente del COI siguiera hablando y aunque su fusta de montar, con la que tantas veces había flagelado a su ex marido el caballista o a sus dos cuñadas, se alzaba amenazadora sobre la totalidad del COI, Samaranch siguió hablando.
– Se ha descubierto que un cuarenta por ciento de la delegación de atletas negros no son negros.
Un ¡oh! de estupor emergió sobre las cabezas de casi la totalidad de miembros del COI, a manera de lenguas de fuego de butano de muy mala calidad. La princesa Ana se limitó a morderse el labio inferior, en contra de la descripción de este tipo de medida de autocontención para la que suele utilizarse la fórmula «se mordió los labios», evidentemente imposible de realizar mediante una sola mordedura y abiertamente grotesca, casi cómica, la acción de morderse los labios superiores con los dientes inferiores.
– Al parecer, muchos atletas blancos utilizan una técnica inversa a la de ese chiquito, Michael Jackson, para volverse negros. No sólo aumenta la aceptación del público, especialmente en las pruebas atléticas de velocidad y medio fondo o en baloncesto o ejerciendo como extremos en fútbol, sino que el rendimiento deportivo aumenta en cuanto cambian de color. Pero imaginemos el escándalo. Los atletas sospechosos consiguen récords contra natura y los atletas negros no… Y es de esperar que el capítulo de desajustes no termine ahí… Por eso le necesitamos, Carvalho.
– El olimpismo me produce angustia metafísica y concreta.
Samaranch chasqueó los dedos y acudió presuroso el psiquiatra de cámara.
– Solucione el problema de angustia metafísica y concreta de este señor.
El psiquiatra contemplaba a Carvalho con desconfianza.
– A ver… saque la lengua…
Contempló la lengua con cierto asco y se encogió de hombros.
– Todo me suena a literatura, ¿qué es la angustia metafísica? Consta que existe la angustia automática, estudiada por Freud en Hemmung, Symptom und Angst o la angustia real, Realangst, la llama Freud. Éstas son las fundamentales, al lado de angustias adjetivadas a la ligera y para dar importancia al angustiado y así pasarle mejor factura: angustia visual, de test, de examen, de fonación, escolar, escénica, situacional… Yo soy un psiquiatra de la sanidad pública, creo en el socialismo sanitario y no estamos para chorradas metafísicas.
Samaranch se indignaba progresivamente con el científico.
– El cliente siempre tiene razón.
Se volvió a Carvalho y arqueó las cejas con resignación y complicidad.
– No le haga caso. Le comprendemos y al ayudarnos se ayuda. Está angustiado y por eso queremos que usted se encargue del caso. El ministro Corcuera no está angustiado y necesita una investigación paralela y convergente, pero desde una perspectiva angustiada y privada. Nadie podría imaginar que usted dirigiera una investigación paralela a la oficial. Le pagaremos lo que usted quiera, pero tenga en cuenta que el nuestro es un movimiento filosófico y benefactor.
Ante estos calificativos, varios componentes del COI no pudieron contener el ataque de risa y hasta hubo alguno que se dejó caer al suelo sacudido por carcajadas diríase que diabólicas. Eran del sector aristocrático y desde niños sabían que no tenían por qué disimular sus sentimientos. Carvalho les miró los cuellos, como si las pupilas se le hubieran vuelto guillotinas, pero ellos seguían en el suelo, riéndose y bebiendo traguitos de Knockando Gran Reserva, fijado su modelo etílico con la ayuda de los personajes borrachos diletantes de las comedias de Hollywood de la posguerra, de una petaca de oro con incrustaciones de perlas que el COI había regalado a todos sus componentes con motivo del V Centenario del descubrimiento del baloncesto maya.
– Si no es por dinero, hágalo por patriotismo, por patriotismo catalán o español u olímpico.
Terció un adulador, muy bien considerado en el escalafón de aduladores, maleteros y poetas oficiales del COI.
La princesa Ana fulminó con la mirada al inoportuno y Samaranch musitó con los dientes apretados:
– ¡No sea imbécil!